viernes, 26 de julio de 2013

El Convento de Santo Domingo (I)


Gabriel Almagro Montes de Oca

     
     De siempre hemos conocido “El Compás” o Santo Domingo como una antigua Iglesia cerrada, pero poco sabíamos de su historia, de su devenir. 

     Los mayores recuerdan su pasado reciente, con múltiples cometidos, pero pocos nos hemos parado a pensar que ese edificio majestuoso (y eso que sólo queda una parte) formaba parte de un gran conjunto arquitectónico que abarcaba lo que hoy es la margen derecha de la calle Santo Domingo, parte del Paseo La Playa (toda la zona de la Plaza de Toros), la calle Sánchez Flores, Patio Campanas (que toma su nombre precisamente de eso, de que era el patio de Campanas del Convento), calle Real (en su margen izquierda, desde el patio campanas hasta la farmacia de Galán) y la calle Marqués de Tarifa. En definitiva una porción de terreno bastante considerable que está, indefectiblemente unida a la historia del convento de Santo Domingo del que formó parte antaño. Y sin embargo, sabemos poco del citado convento.

   Con motivo de su restauración para convertirlo en Sala cultural multiusos,  se realizaron investigaciones históricas y arqueológicas que nos han arrojado nuevos datos, nuevas visiones del tema, que hacen oportunas las líneas que siguen.

Vista general en la actualidad de la Iglesia y zonas anexas
pertenecientes al convento de Santo Domingo

LA HISTORIA

     Son varias las publicaciones que afirman que fue erigida el 26 de Julio de 1498 y aunque bien es cierto que existe bula de fundación de esa fecha, obtenida por el Adelantado Mayor de Andalucía, Don Francisco Enríquez de Ribera, no es hasta 1506 cuando los dominicos aceptan fundar en Alcalá.

     Llegados a este punto, creemos oportuno detenernos a hablar de la personalidad del fundador del Convento, del IV Adelantado y Notario Mayor de Andalucía, Marqués de Tarifa, Señor de Alcalá, Cañete, Bornos, Espera y otros pueblos Francisco Enríquez de Ribera, quién fruto del matrimonio entre Pedro Enríquez Quiñónez y Beatriz de Ribera, había nacido en 1461 

     Francisco, es un personaje interesante por cuanto que, fiel a la mentalidad imperante en la nobleza de la época, concentra en su persona, aparte de una gran fortuna, los rasgos de militar valeroso, hombre de gran religiosidad y entusiasta fundador. Tareas a las que dedicaba el gran tiempo libre que tenía, pues no podemos olvidar que si bien desde la muerte de su madre, en 1469, debería haber heredado el Adelantamiento y los títulos de la Casa de Ribera, estos no recaerán en su persona hasta después de la muerte de su padre, que acontece en 1492.

     Como militar hemos de reseñar que destacó en la sofocación de las revueltas de los moriscos en la Axarquía malagueña, en 1482, y diez años más tarde en las conquistas tanto de Alhama como de Granada, de forma que podemos afirmar que fue uno de los actores principales en los acontecimientos finales de la llamada “Reconquista”. 

     En lo tocante a su religiosidad y dado su carácter dadivoso podríamos poner infinidad de ejemplos de sus acciones caritativas, aunque quizás las más reseñables fuesen la ingente cantidad de pagos que hizo por rescates de cautivos de moros, que solía efectuar por grupos completos de 50 o 60 esclavos.

     Pero, además de por su dedicación militar, caritativa y religiosa, la vida de D. Francisco estuvo marcada por la enfermedad de la lepra que padeció por espacio de más de 30 años, y que le tenía totalmente desfigurado de los pies a la cabeza. De modo que puede afirmarse que tuvo una vida de sufrimiento, dolor, pena, angustia y frustración, lo que propició que estuviera siempre a la búsqueda de remedios imposibles en médicos, ungüentos, curanderos, fármacos y, como no, en un hombre tan devoto como él, realizando numerosas encomiendas a imágenes, reliquias, templos, etc.... en definitiva, pidiendo a Dios su curación.

Francisco Enríquez de ribera

     Y traemos esto a colación porque en 1500 y ante la inutilidad de sus plegarias, encontrándose gravemente enfermo, decide que le llevan a la capilla de Nuestra Señora de la Inhiesta, en la Iglesia de San Julián de Sevilla, donde decide permanecer por espacio de 30 días en riguroso ayuno de pan y agua y durmiendo en una cama habilitada en un nicho abierto en la pared de la capilla. Un hecho este que, según sus biógrafos y distintos autores, cambiará sustancialmente su vida, pues al cabo de los treinta días, milagrosamente, se había curado de la lepra, y ello acentuará aún más su carácter religioso y por tanto, su caridad hacia los demás, realizando grandes limosnas que sería prolijo traer ahora aquí y fundando numerosas iglesias y conventos , entre las que se encuentran las de la Inhiesta de Paterna, de cuya villa también es fundador, la de San Mateo de Tarifa, el Monasterio del Rosario de Bornos, su obra más preciada, y nuestro Convento de Santo Domingo. 

     Como puede verse la mayoría de sus fundaciones se concentran en la zona sur de sus estados, en los pueblos de su señorío que estaban en la actual provincia de Cádiz y es que no podemos olvidar que D. Francisco residía habitualmente en Bornos y visitaba con cierta frecuencia Alcalá, donde tendría casa-palacio en lo que actualmente es el Colegio SAFA y así hemos de reseñar que efectuó testamento en Alcalá en Octubre de 1507, (poco después de la muerte de su mujer que había acontecido en Torre Alhaquime en Agosto de dicho año), así como que la muerte, cuando contaba 48 años de edad, también le sorprendió aquí en Alcalá el 8 de Febrero de 1507, día en que dicta un codicio en que ratifica su testamento y da otras 18 disposiciones, entre ellas una donación de 8000 ducados para las obras del convento de Santo Domingo. 

     Al frente del Adelantamiento y del Señorío vendría en sucederle su hermano de padre y primo por parte de madre, D. Fadrique Enríquez de Ribera, señor entre 1509 y 1539, bajo cuyo señorío se efectuaría realmente el pago de los 8000 ducados a los dominicos, ya que hasta 1509 estos no nombraron comisionados para recibir la limosna para la construcción.

    Sin embargo, poco adelantarían los trabajos de los priores de Jerez y Sevilla, que habían sido los comisionados para la obra, pues en 1511 se revoca su comisión y se encarga la tarea a Fray Alberto Aguayo, siendo esta última fecha y más concretamente el 22 de Septiembre de 1511 cuando se firma el convenio –del que se conserva copia notarial en el Archivo Ducal de Medinaceli en Sevilla. Este documento, que hemos tenido ocasión de transcribir no aporta noticias sobre el edificio, sino que se limita a enumerar los compromisos que adquirían las partes- entre el Adelantado de Andalucía y la comunidad de Santo Domingo para la fundación del “Convento de las Sagradas Llagas y Santo Domingo” en la entonces villa de Alcalá.

     Datos fiables nos indican que fue Fray Alberto Aguayo el autor del proyecto y el director de las obras de construcción del gran convento dominico, tarea que simultaneaba con la traducción, por primera vez al castellano –en 1516-, de la filosofía de Boecio. Podemos afirmar así que desde sus orígenes, el monasterio alcalaíno se presentaba como el lugar ideal para el estudio y la cultura, aunque también, como veremos para el castigo y la penitencia.


     Pocos años después de la construcción, en 1526, fue declarado Priorato, desfilando en el cargo destacados hombres de Dios, entre los que destacan Fray Lorenzo de Estopinán, agente y hombre de confianza del Rey (1591) y otros que han pasado a la historia local por su defensa de los intereses de la villa, es el caso de Fray Agustín de Gatica, quién tuvo parte activa en los pleitos de Alcalá con Paterna, por la mancomunidad de pastos y con Ronda, por la Sauceda. Por citar sólo algunos.

     Decíamos antes que el convento era lugar ideal para el estudio y para la cultura, y decíamos bien, para el estudio, por cuanto que aquí es donde aprende la primeras letras el joven Juan de Ribera, sobrino nieto del fundador del convento, que años más tarde sería beneficiado de la parroquia de San Jorge, Obispo de Badajoz, Arzobispo de Valencia, Patriarca de Antioquia y que años más tarde habría de subir a los altares como San Juan de Ribera.

     Independientemente de que los conventos dominicos eran, por propia constitución, casa de estudios para sus frailes (20 fueron los del convento alcalaíno en su mejor época), y para los clérigos del lugar, hemos de destacar el hecho de que en los primeros años del siglo XVII el convento alcalaíno se convierte en “Studia Generalia” o Casa noviciado para la formación de los futuros frailes. Pero, el hecho interesante no es que en nuestro convento se formasen los novicios de la zona, sino que incluso sirviese de noviciado para los dominicos ingleses e irlandeses en la época de Cronwell –quienes, en aquel momento, se encontraban sometidos a una cruel persecución en sus respectivos países-.

     Sin embargo, faltaríamos a la verdad si identificásemos al Estudio General sólo con noviciado, pues en realidad fue un centro de estudios superiores, (en el que se cursaba Gramática, Latín y Moral), abierto a la sociedad en que se hallaba y fueron muchos los seglares alcalaínos y de la comarca que aprovecharon la oportunidad, única en su época, de aprender y acceder a la cultura.


     Pero, decíamos que también fue lugar de castigo. Nos consta que el primer preso en el convento fue Fray Domingo de Valtanás, condenado por la Inquisición, en 1563, a cárcel irremisible por defender herejías.

   

viernes, 19 de julio de 2013

La antigua Casa del Cabildo (I)


Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos 2012 


LA ANTIGUA CASA DEL CABILDO DE ALCALÁ DE LOS GAZULES. 
UNA ACTUACIÓN ARQUEOLÓGICA PARA SU ADECUACIÓN  
COMO MUSEO HISTÓRICO. 

Montañés Caballero, M., Ocaña Erdozáin, A., Manzono Molina, C., Montañés Caballero, S. 

ARQUEÓLOGOS. 



1. INTRODUCCIÓN. 

     A modo de introducción, recordaremos que en el año 1248 Fernando III conquista Sevilla, lo que supone un punto de inflexión para la posterior ocupación de las cuencas de los ríos Guadalete y Barbate, entre cuyas poblaciones encontramos a Alcalá de los Gazules, por Alfonso X. Esta ocupación fue pacífica y la presencia castellana debió reducirse a un pequeño grupo militar. Mayor trascendencia tuvo el año 1264, rebelión de los mudéjares, para Alcalá de los Gazules, porque se posicionó a favor de la revuelta, pasando a cuchillo a las tropas castellanas. Sofocado el levantamiento pasó a ser, durante un largo período de tiempo, una villa de frontera de primera línea. 

     Este carácter fronterizo da como resultado una gran inseguridad, lo que explica su crónico déficit demográfico y los continuos intentos de repoblación de los monarcas castellanos, sobre todo desde mediados del siglo XIII, a través de entrega de tierras, exenciones fiscales, privilegios militares y la conmutación de penas judiciales. En concreto, desde 1268 Alcalá experimenta un cierto impulso repoblador gracias a los privilegios otorgados por la Corona sólo cuatro años después de las repoblaciones llevadas a cabo en Arcos, Jerez o El Puerto. Medina y Alcalá (576 vecinos) pasaron de simples puntos fortificados en la línea de frontera a pequeños núcleos de población, que en 1279 ya merecían la calificación de “villas”. 

Lámina  I. Escudo localizado en la parte posterior de la Casa del Cabildo. 


     Frente a esta inestabilidad, la seguridad estaba presidida por el castillo, tanto por estar ubicado en un lugar de difícil acceso como por sus altos y gruesos muros, y en síntesis, por los criterios poliorcéticos con los que fue diseñado éste y la muralla que rodeaba la villa. Un breve pero significativo ejemplo del equilibrio tan inestable en el que trascurría la vida en frontera es como Alcalá de los Gazules pasa por un continuo trasiego de poseedores. Tras estar en territorio de realengo desde su conquista cristiana, a finales de 1279 es donado a la Orden de Santa María de España, pero en 1280 pasó de nuevo a ser de realengo. En 1282 fue donada a Alfonso Pérez de Guzmán (Guzmán “El Bueno”), en 1283 quedó de nuevo bajo el control de la corona y en 1285 fue cedida a la Orden de Santiago, para ser recuperada por Sancho IV como propiedad real. En 1310 la cedió a Alfonso Fernández de Córdoba, pero muerto éste, en su testamento no aparecía como propiedad la villa de Alcalá de los Gazules; la corona se había hecho de nuevo con su gobierno. A finales del siglo XIV pasó a ser señorío de D. Enrique de Castilla y Sousa, duque de Medina Sidonia (anterior al linaje de los Guzmanes), muerto éste la Corona recupera la villa, hasta que en 1441 fue cedida definitivamente en señorío al Adelantado de  Andalucía Per Afán II de Ribera. 

     Hasta las conquistas de Jimena y Castellar en el siglo XV, y sobre todo de la serranía de Ronda hacia 1485, Alcalá no dejó de ser fronteriza con las posiciones musulmanas. La seguridad y estabilidad sirvieron para que Alcalá de los Gazules alcanzara un aumento de población que, como en tantos municipios, sirvió para traspasar los límites del recinto amurallado. Sin embargo, hoy día, este perímetro amurallado, junto con algunas de sus torres, se puede trazar sin gran dificultad, ya sea porque se han conservado lienzos y puertas de mismo o ya sea porque las viviendas adosadas al trazado original de la muralla marcan este recorrido, quizás ocultando, no destruyendo, la construcción defensiva original. En 1985 se declaró el casco antiguo Conjunto Histórico-Artístico (LADERO et al., 1982). 

Lám. II. Estado de la Casa del Cabildo en la segunda década del siglo XX.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y ARQUEOLÓGICOS. 

     Hemos centrado la atención para la redacción de los antecedentes históricos y arqueológicos desde del momento de la conquista cristiana de Alcalá de los Gazules, descartando, de este modo, cualquier mención a períodos anteriores. No porque no estén constatados, sino por tratarse este estudio arqueológico de un control del picado de unos paramentos afectados por humedad de cronología moderna. Sin embargo, sí prestaremos especial atención a diferentes documentos gráficos que nos marcan unos cambios estructurales de la casa del Cabildo y construcciones anexas. 

     Hasta nosotros se ha conservado unas ordenanzas municipales fechadas en 1528, en el que, aparte de la valiosa información jurídica, de organización de la villa, social, etc., nos interesa en este momento todo lo relativo a la Casa del Cabildo, es decir, el lugar donde cada lunes se reunía con carácter ordinario del concejo de Alcalá de los Gazules. Decir que desde 1480 existía en la legislación real disposiciones destinadas a obligar a todos los pueblos de la Corona a la construcción de casas públicas dedicadas exclusivamente al gobierno municipal (FERNÁNDEZ, 1997). 

     La Casa del Cabildo se localiza sobre la denominada ‘Puerta Nueva’, uno de los accesos al interior fortificado de Alcalá de los Gazules. Según recoge Marcos Ramos (1983), parece que donde se localiza la ‘Puerta Nueva’ existió con anterioridad un postigo de la muralla (RAMOS, 1983:390), que con la construcción de la casa del Cabildo y respondiendo a nuevas necesidades de paso se diseña la nueva entrada en bóveda que hoy podemos ver. En la parte posterior del pasaje se conserva el Escudo de la ciudad formado por el de los Rivera y el de Castilla-León. Este mismo autor da una cronología de construcción de 1550, con una remodelación en el siglo XVIII. Se trata de una sólida construcción y de planta baja y dos pisos; la planta baja con sala de entrada abovedada; el primer piso estaba destinado a oficinas, sala de sesiones, y tiene un espacioso balcón volado de hierro con zapatas y tirantas, que corre todo el testero de la plaza de San Jorge; el segundo piso se utilizaba como almacén y tiene un amplio salón que asoma a la plaza por seis ventanas-balcones gemelas en arco bajo dintel. 

Lám. III. Se aprecian cambios estructurales y deterioros destacados en el anexo a la Casa del Cabildo. Posiblemente la fotografía pertenece a los años 70 del siglo XX

     Actualmente, todas las todas las referencias halladas sobre este edificio recogen la siguiente cita: “Se trata de un interesante edificio del siglo XVI, del período purista del Renacimiento Español que destaca tanto por el contraste de colores y la superposición de órdenes arquitectónicas en su fachada como por su austeridad y solidez”. De acuerdo con la cronología, de acuerdo con la adscripción de estilo, pero no comprendemos a qué superposición de órdenes se refiere y el contraste de colores parece más una indocumentada interpretación contemporánea; respecto a “su austeridad y solidez”, decir que no se lo da el diseño del edificio, sino más bien responde a su estrecha relación con la muralla y a localizarse en uno de los vanos que daban acceso a la villa de Alcalá de los Gazules. En las actas del Cabildo de 17 de abril de 1841 (leg. 56, folio 25a) se recoge el derrumbe de un muro que iba desde la Puerta Nueva y que bajaba entre calles de la Cárcel, hoy ya no existe, y San Pedro. Se pide al Ayuntamiento el arreglo de los desperfectos (RAMOS, 1983:390). 

      En 2001, el Ayuntamiento de Alcalá de los Gazules, en colaboración con la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Diputación de Cádiz, publicó el libro Alcalá de los Gazules, un siglo de imágenes, editado por Gabriel Almagro Montes de Oca, Arsenio Cordero Domínguez y Jaime Guerra Martínez. Nos parece de interés hacer referencia a esta obra porque en ella se recogen dos fotografías que nos muestran cambios significativos en elementos estructurales del inmueble que estudiamos. 

      Desde el punto de vista arqueológico, Alcalá de los Gazules no se caracteriza por haber desarrollado una política activa de protección del Patrimonio Arqueológico, es decir, son contadas las intervenciones con metodología arqueológica que se han desarrollado en el municipio y, en concreto, escasas las ejecutadas en el entorno de la plaza de San Jorge y la Casa del Cabildo, sin duda, punto neurálgico en el proceso de ocupación histórica de Alcalá de los Gazules. 


Lám. IV. Vista general de los lienzos de la ‘Puerta Nueva’ 
con restos de la muralla medieval en primer plano. 

     La presencia en época moderna ya ha sido suficientemente referenciada (supra). Así mismo, el potencial arqueológico en época medieval islámica y cristiana está contrastado con el conocimiento documental actual (FERNÁNDEZ, 1985) y las intervenciones arqueológicas realizadas en los restos del castillo de Alcalá de los Gazules (MONTAÑÉS y MONTAÑÉS, 2003, 2004, 2006). 

     Mención aparte, desde nuestro punto de vista, merece el grado de conocimiento de la época antigua, más exactamente el período romano. Ya que el hallazgo de un complejo hidráulico (castellum aquae) en el casco antiguo de Alcalá puso de manifiesto la existencia de una ciudad  romana (MONTAÑÉS y MONTAÑÉS, 2007). La magnitud y complejidad de los restos arqueológicos bastaron para reafirmar la necesidad de la presencia de arqueólogo en todas las obras civiles proyectadas en el casco histórico. 


viernes, 12 de julio de 2013

El doble asesinato del falso carabinero



Ismael Almagro Montes de Oca

      

     A finales de  1882 se produjo en Alcalá un doble asesinato por causa de los celos de un vecino contra un carabinero, quien finalmente apresaría al criminal. La noticia fue publicada en "La Guía del Carabinero" el 14 de diciembre y casi 30 años después, otro periódico, "La correspondencia Militar" en su edición del 9 de septiembre de 1910 (1) recordaba el suceso en su sección "Recuerdos del tiempo viejo" relatando de forma novelada los acontecimientos



“RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO

La captura de un criminal

El carabinero Juan Martín capturó el día 15 de Noviembre y puso a disposición de la autoridad judicial un paisano que, vestido con uniforme del Cuerpo, cometió doble asesinato en el término de Alcalá de los Gazules, por cuyo servicio mereció las gracias de la autoridad de dicho pueblo.

(El Guía del Carabinero.- 14 de Diciembre de 1882.- Servicios del Cuerpo).

     En la andaluza ciudad de Alcalá de los Gazules, que riega el Álamo, ese rio que luego de pasar la laguna de la Janda, cerca de Veger de la Frontera, tributa sus aguas al Atlántico en las proximidades de Barbate, prestaba servicio el año de 1882, entre los carabineros en ella destacados, uno llamado Juan Martín, que, buen mozo, dedicaba las horas de asueto a galantear a las garridas mozas de Alcalá, importándole muy poco o nada que los mozos del pueblo vieran bien o vieran mal el que, imitando a las mariposas por su inconstancia en libar las flores, anduviese requebrando un día a una y otro a otra, estorbando quizá, con mucha frecuencia, las intenciones de ellos.

      Este infernal proceder con las mujeres, había hecho a Martín enemistarse con varios hombres del pueblo, entre los que sobre todo dos, no le perdonaban las ofensas inferidas. Uno, llamado Antonio, por ser hermano de moza que aquel desdeñó, hembra a quien tan mal había sentado el desvío del inconstante carabinero, que hasta llegó a estar enferma de gravedad por tal causa. Otro, conocido por el Chano, era amante burlado, a quien Martín, con ese don especial que para enamorar mujeres le había dado Dios, quitó la novia, consiguiendo entrar en relaciones con ella, después que hubo calabaceado al paisano.

     Estos dos eran, entre todos, los enemigos más irreconocibles que Martín tenía en el pueblo, y que ni en público ni en privado, se ocultaban nunca para demostrar su malquerencia hacia el afortunado galán; cosa que había motivado entre ellos algunas cuestiones que, afortunadamente, hasta entonces no habían tenido mal resultado, pero que se creía en el pueblo le podrían tener, pues ni el hermano olvidaba la mala acción hecha con la hermana querida, ni mucho menos el burlado dejaba de pensar en tomar venganza por el ridículo en que Martin le había dejado; ridículo que le hacía ser blanco de bromas y cuchufletas en el pueblo, que le proporcionaba mas de una cuestión con los mozos de él, y que era causa de que desde entonces anduviera maquinando planes contra el militar, por no poder resignarse a dejar sin castigo al osado.

Uniformes de Carabineros en 1899
(http://miniaturasmilitaresalfonscanovas.blogspot.com.es)

      Ambos rivales de Martín tenían cualidades opuestas, pues mientras Antonio era noble y honrado, en el Chano, la venganza, la ruindad y otras bajas pasiones, se dejaban notar apenas se le trataba.

      Daba también la casualidad, favorable esta a Martín, de que sus dos rivales eran jugadores, algo Antonio y mucho Chano, y que por cosas del juego existían antiguos resentimientos entre ellos, que si ya habían sido olvidados por el noble corazón del primero, recordábalos con frecuencia, y nunca para nada bueno, el segundo, en cuyo pecho empedernido no cabía la dulce satisfacción del perdonar, ni menos aun la de olvidar. De no haber estado enemistados ambos y haber, en cambio, tenido Antonio las criminales intenciones del Chano, a buen seguro que el carabinero lo pasara mal.

     Así las cosas, un suceso inesperado vino a encarnizar mas el odio, pues odio era y no mal querencia el que Chano sentía por Martín.

      El suceso fue la llegada al pueblo de una forastera, hija de honrados pescadores de Conil, que iban a Alcalá, donde en casa de una tía buscaba alivio a cruel enfermedad del pecho que padecía.

     Llamábase la tal María del Carmen, y era una hermosa rubia, de grandes y rasgados ojos azules, de estatura más que regular, fino talle y a la que sentaban muy bien, aun cuando fuer mala señal para su salud, la plácida dejadez, el blanco color de sus hermosos ojos que circundaban grandes ojeras y esos otros mil detalles que, aun cuando son obra de la enfermedad que aquella desgraciada comenzaba a padecer, hacían de ella una verdadera belleza con cara ideal atrayente, de las que, como dicen en el país, tienen ángel.

     La hermosa María del Carmen iba buscando su curación en el aire puro de los alrededores de Alcalá, poblados de salutíferos pinos, por lo que diariamente salía de paseo al campo. En una de esas excursiones, efectuada a los pocos días de su llegada al pueblo, tuvo Chano la suerte de verla, quedándose prendado de mujer tan gentil y pensando al momento declararle su amor. Esto hizo, si no olvidar, porque en él no era eso posible, los planes de venganza que contra Martín fraguaba su cabeza, llevada en aquel asunto por el amor propio herido, al menos dedicar a combinarla tiempo más pequeño, por tener que invertir el de que disponía en el nuevo amor que su corazón había sentido.


En una de esas excursiones, efectuada a los pocos días de su llegada al pueblo,
tuvo Chano la suerte de verla

      Poniendo en práctica tales propósitos, paseaba ante la casa de la forastera la tarde del día siguiente al en que la conoció y en ocasión en que ella se hallaba sentada en uno de los típicos cierres andaluces que el edifico tenia, cuando quiso su mala estrella que acertara a pasar por allí el carabinero Juan Martín, quien al ver a María del Carmen, y quizá sin haberse fijado en Chano o quizá también a propio intento por haberle visto, parose ante el cierre y se puso a requebrar a la joven con la gracia y el donaire que es fama tenía para hacerlo.

     Al ver Chano desde la acera de enfrente a la casa por la que se encontraba paseando, lo que Martín ejecutaba, subiósele la sangre a la cabeza, tomólo como cartel de desafío que el militar le lanzaba , y ciego y tembloroso por la ira, con paso precipitado dirigióse hacia el carabinero, lanzándole insultos y ofensas tales, que éste no tuvo más remedio que vengar allí mismo, ante la hermosa María del Carmen, que huyó despavorida al interior de la casa, cuando vio a los dos hombres empezar a reñir.

      Llevó el militar la mejor parte en la pelea, porque era más fuerte o más diestro, y retirose Chano maltrecho y dolorido, llevando en la cara evidentes señales de haberse en ella posado más de una mano de su rival, jurando en su interior tomar terrible venganza de la humillación que ante María del Carmen había sufrido.

      Desde allí se dirigió a una taberna próxima, metiose solo en uno de esos cuartuchos, que cerrados por cuatro paredes de madera tienen las tiendas de vinos andaluces, mandó le sirviesen media docena de cañas de olorosa manzanilla y con los codos apoyados en la mesa, la cabeza entre las manos y mirando estúpidamente al blanco vino quedose meditabundo a tiempo que el mozo que le había servido salía cerrando tras si la puerta.

     No menos de dos horas pasaron, cuando ya de noche, salía dando traspiés de la taberna y se dirigía a su casa. El plan de venganza estaba concebido, y ésta había de ser terri­ble, á juzgar por la criminal alegría que de­notaba su idiota cara de borracho. ¡Terrible iba a ser en verdad! Chano no mataría a Martín; una puñalada en el corazón o un tiro en la cabeza vengan toda ofensa instantánea­mente, mas no hacen padecer. Mejor que eso era matar al otro rival, al hermano de la que Martín burló, y hacer creer en el pueblo que lo había matado el carabinero; así, al pro­pio tiempo que en Antonio vengaba resenti­mientos antiguos, vería a quien le había hu­millado ante una mujer en la cárcel, primero; en el presidio, después, y quizá más tarde en el patíbulo. ¡Eso, eso era venganza! no el tiro á la puñalada, decía el borracho, con la tartamudez que el vino ponía en su lengua.

     A los dos días de esto, y con arreglo al plan que concibiera, el Chano estaba en su casa vestido con traje de carabinero y esperando algo con marcada impaciencia, que claramente daba a entender por los grandes paseos con que recorría la estancia en que se hallaba, por su estado nervioso, lo mucho que miraba a hora en un gran reloj de caja que frente a la puerta de entrada había y la frecuencia con que dirigía miradas á la calle, por la re­ja de la habitación.

     Pasados unos momentos, entró en ella un chicuelo desarrapado y sucio entregándole un papel que leyó con ansia, y luego que hu­bo terminado la lectura, dió un recado al re­cién llegado; pero en voz tan baja, que sólo aquél a quien se dirigía pudo oír. Después, el chicuelo salió a buen paso y el Chano cogió una faca que estaba guardada en el cajón de una vieja y desvencijada mesa de pino de cuatro patas; la guardó en uno de sus bol­sillos, no sin cerciorarse andes de que salía de la vaina con facilidad y de que estaba bien afilada, cosa esta última que probó cortando con ella un papel en el aire, y tomando pre­cauciones para no ser visto ni conocido, salió bien tapada la cara con una manta de las que entonces usaban los carabineros para el servicio, por una puerta trasera que la casa te­nia, y que daba á las afueras del pueblo.

 
   Por una mala senducha que, casi paralela al rio Alhama y a pocos metros de él, conduce de Barbate a Álcala de los Gazules, caminaba hacia esta última ciudad, la misma tarde en que Chano salió de su casa par la puerta tra­sera, el carabinero Juan Martín, al regresar del servicio de vigilancia que por tal camino le habla tocado practicar aquel día. Su andar era ligero, pues el atardecer comenzaba, in­dicando con sus penumbras que el sorteo del servicio nocturno a que Martín debía concu­rrir, iba a comenzar, cuando al pasar por fren­te á un molino que estaba abandonado y rui­noso, percibió voces de hombres, rumor de lucha, algo extraño, en fin, llegó a sus oídos, que le hizo pararse, escuchar unos momentos y dirigir la mirada hacia el sitio donde debía estar aquello que en otro tiempo había sido molino, y de cuyo sitio parecían llegar los ruidos. Por más que miró, nada le fue posible descubrir, porque las ruinas del edificio que buscaba quedaban a su vista ocultas por el arbolado que entre aquél y el camino existía; mas el oído del soldado percibió claramente en aquel momento un ¡¡Dios mio!! quedan­do luego todo en silencio.

      Comprendiendo Martín que algo grave su­cedía hacia el molino, dirigiose a él seguida­mente, no sin tomar antes la precaución de preparar sus armas; entró en la espesura da árboles cautelosamente y mirando a todos lados para poder descubrir a quien había lanzado la exclamación, y así llegó a dar vista a un costado del edificio, delante del cual había una pequeña plazoleta limpia de árboles. Horrorizado quedó el bravo militar al ver en ella á dos hombres en tierra y á otro, que era carabinero á juzgar por el tra­je que vestía, y que vuelto de espaldas á Martín, hundía en aquel momento mismo su cuchillo en el pecho de uno de los caídos; mas dándose cuenta de lo que allí estaba pa­sando, rápidamente echóse el fusil a la cara y mandó al cobarde que apuñalaba á quien no podía defenderse cesara en su vil acción y se tendiera en tierra boca abajo, si no quería morir allí mismo, de igual modo que es­taba él matando.

      Imposible narrar la sorpresa y la estupefacción que en Chano, pues él era el asesino, produjo la presencia de Martin, á quien na­turalmente conoció al volver la cabeza para enterarse de quien era el que le había sor­prendido; tan grande fue, que se quedó en la misma posición que estaba en cuclillas, sin saber qué hacer, ni mucho menos darse cuen­ta de lo que sucedía. El carabinero también se sorprendió grandemente al ver a Chano en aquel traje y de aquel modo, pero se re­puso en seguida, notó la sorpresa y la estu­pefacción que claramente retrataba en su semblante el falso carabinero, y compren­diendo no debía perder un momento si había de coger al asesino sin que hubiera resisten­cia, le intimó nuevamente a que se tendie­se en tierra, cosa que aquél hizo inconscien­temente, sin saber la significación que para él tenia la acción que ejecutaba. Al verle en tierra Martin se dirigió a él rápidamente y echándose encima, le ató con fuerza los bra­zos detrás de la espalda con el cinto que usa­ba para sujetarse los pantalones, y que a propio intento, se quitó antes de acercarse a él; ayudole a ponerse en pie, recogió su fusil que había dejado en el suelo a pocos pasos de allí, se acercó a los caídos, en uno de los cuales reconoció a Antonio, observó que no necesitaban de su auxilio, porque desgracia­damente estaban muertos, y ordenó al criminal Chano tomase el camino al pueblo, a cuya autoridad le entregó poco después, dan­do al mismo tiempo cuenta de lo que había visto y hecho.

      Al caminar Chano seguido del carabinero y darse cuenta de todo lo sucedido, por su boca salía blanco espumarajo, que no podía contener, a pesar de los grandes esfuerzos que para ello hacia; sus ojos iban inyectos en sangre; su garganta lanzaba apagados gritos o balbucía incoherentes , pues a ambas cosas se asemejaban los ruidos que de ella salían, y en todo su ser se marcaba la profunda ira que le dominaba al ver lo mal que su plan había salido, y sobre todo el ha­ber sido Martín, a quien él pensaba achacar su crimen, quien precisamente le había des­cubierto.

      ¿Qué pasó en la plazoleta del vetusto molino? Pocos días después lo relataba Chano en la cárcel de Sevilla al abogado que se había encargado de su defensa. Decía así:

     Antonio, creyendo que le citaba Juan Martín, había acudido a ella poco antes del atardecer, como la cita demandaba; al llegar, Chano, que le esperaba vestido de carabinero, sin darle tiempo a defenderé, le apuñaló hasta verle caer muerto a sus pies. Cuando el desgraciado Antonio se desplomaba en tierra, un pobre hombre, un viejo leñador que venía cargado con un haz y en dirección al río, sin duda para saciar la sed que el trabajo y la fatiga de la pesada carga le producían, se presentó en la plazoleta. Quedó el recién llegado mudo de terror y de espanto ante aquel sangriento cuadro, y yo – decía Chano a su defensor – al ver aquel testigo de mi crimen, comprendiendo lo expuesto que para el logro de mis planes era una delación que el viejo podría hacer y, seguramente hubiera hecho, lo maté también, pensando que así sería mas grande y mas terrible el castigo que luego impondrían al odioso Martín.

      ¡¡Y pensando en su cobarde venganza, dejándose llevar de sus criminales propósitos y loco ya, cual fiera terrible del desierto, por la vista de la roja sangre que el cuerpo del infeliz Antonio derramaba, hundió su faca, tinta aun en ella, en la garganta del indefenso viejo!!

     Después, su mala suerte, según el criminal decía, hizo que se presentase el carabinero Martín, cuando precisamente al acabar de matar al viejo, clavaba la faca en el pecho de su primera víctima, porque en sus cálculos entraba el dejarla así, contando, entre otras falsas pruebas que había preparado para realizar su venganza, con que el arma tenía grabadas en su hoja las iniciales del carabinero.”

NOTAS

(1) "La Correspondencia militar". Año XXXIV nº 9992 página. 2 Edición del viernes 9 de septiembre de 1910.



viernes, 5 de julio de 2013

Restos arqueológicos alcalaínos (II)


     Al presentar el conjunto precedente hablábamos de su proximidad a la cañada de Piedra Hincá, lugar también interesante, ya que en la misma se encontraron restos de una calzada romana, probablemente la que nos uniría con Baelo y Tarifa y junto a la calzada otros restos que denotan la existencia de una Quinta" o "Mansio" romana. Los restos, hoy desaparecidos, fueron sillares, tégulas, un pódium de base cuadrada con 40 cms. de altura y un hueco circular en el centro, señal manifiesta de haber tenido una piedra conmemorativa, así como monedas libio-fenicias, que se encuentran también en la mesa de Esparragal y otros puntos de nuestro término. Son monedas de valor local dentro de un círculo comercial, emitidas generalmente en poblaciones púnicas en las que luego se establecieron los romanos, de ahí que estén escritas en caracteres libio-fenicios, pero acompañadas de palabras latinas que son las que las identifican. 


     Aparte de estas monedas, de esta Quinta romana sólo se conserva el brocal de un Aljibe y ello "gracias" a que un particular lo trasladó desde su lugar original al jardín de un chalet de su propiedad. 

     Esta calzada de Piedra Hincá, hoy cubierta de tierra, vendría a unirse con el tramo existente en las inmediaciones de nuestro núcleo urbano, junto al valle del arroyo de Lerma, de la que pueden apreciarse 3 fragmentos considerables, uno de ellos de 50 metros. (Recientemente hemos tenido conocimiento de la existencia, que aún no hemos probado, de otros fragmentos de calzada en las inmediaciones de la carretera que nos une con Paterna; no olvidemos que el Prado existen restos de un Puente Romano). Estos fragmentos formarían parte del tramo que cubría el espacio entre la actual Alcalá y la Mesa del Esparragal, yacimiento situado a 17 Kms. de Alcalá próximo a la carretera con San José del Valle. 

      Algunos autores lo identifican con la población de "LASCUTA" citada por Plinio en su "Naturalis Historia" y se cree que es Lascuta, porque en la zona aparecen multitud de monedas de las mencionadas Libio-Fenicias, lo que nos indica un poblamiento prerromano, y con la particularidad de que antes de la conquista Romana de la zona, aparece ya en dichas monedas el nombre de "Lascut". 


     Plinio nos dice que esta población era tributaria de Roma, es decir no sometida voluntariamente. Bajo la dominación romana debió ser un gran núcleo de población puesto que aún hoy, en la explanada que circunda a la torre se aprecia perfectamente un gran poblado romano, con un muro de más de 1 Km. de largo, al sur del cual se extienden en cuadrículas, calles y restos de construcciones. 

     En la zona son frecuentes los montones de piedras, pero también es fácil encontrar restos cerámicos, trozos de cornisas labradas, etc. 

       Con la decadencia romana la zona se convierte en un centro de población cristiana; es el momento en que se construye la actual Torre gótico-mudéjar, para la que se emplean los restos romanos, así para los flancos emplean sillares perfectamente labrados e incluso pedestales romanos como el que se puede apreciar en el flanco sur. 

      La actual torre tiene tres cuerpos, unos 16 mts. de altura y una base casi cuadrada de aproximadamente 8 mts. por lado. 


      En su interior son frecuentes los arcos, realizados con ladrillos cerámicos de módulo medieval, así se pueden apreciar en los huecos de ventanas y en las puertas de acceso a los tramos de escalera, pero no en la puerta de entrada, para la que reemplearon como jambas y dintel grandes sillares de piedra romanos. 

      En la construcción de techos recurren a las bóvedas apoyadas sobre trompas, elementos edilicios que resuelven también empleando ladrillos cerámicos. 

      En las inmediaciones de la torre y en el lugar conocido como "Fuente Pilas" encontramos una sepultura sarcófago de 1'5 metros de largo por 0'5 de ancho, así como parte de la pieza que debió cubrirla y que hoy conservamos en la casa del Cabildo. 



      Antes de pasar a otros restos medievales, conviene hacer mención del que quizás sea el resto romano más importante encontrado en nuestro término; el conocido como BRONCE DE LASCUTA que en 1867 encontraran unos carboneros y que por mediación de cónsul belga pasara al museo del Louvre, donde hoy se conserva, aunque recientemente se ha obtenido una copia que se encuentra en nuestro Ayuntamiento. 

     Dicho bronce, aparecido a unos 6 Kms. de Alcalá en dirección N.E. está considerado como la primera inscripción romana de España, datada en el 189 antes de Cristo y escrito en un latín muy arcaico. 

     Su interpretación según recoge en el tomo II de la Historia de España de Menéndez Pidal, es la siguiente: 

     "El General Lucio Emilio, hijo de Lucio, decretó de los siervos de Hasta, aquellos que habitasen en la Torre de láscuta, sean libres y mandó que también puedan poseer y tener el campo y la casa que en aquel tiempo poseyesen, mientras el Senado y el Pueblo Romano lo quisieren. Hecho en los campamentos el doce de las Kalendas de Febrero” (19 de Enero del año 565 de la fundación de Roma). 


      Lo interesante ahora será localizar esta torre de láscuta, que para algunos autores no es Láscuta, sino un pobladito dependiente de ésta y que sitúan en el actual Alcalá o sus inmediaciones. 

     Como ya anticipábamos antes, en el término alcalaíno existen una gran profusión de tumbas, de las que quizás las más abundantes sean las excavadas en la roca, bien aprovechando una especie de laja o bien piedras sueltas, y con la particularidad de que la tarea de realizar estas sepulturas no les debió resultar difícil a sus ejecutores en tanto que el material sobre el que actuaban eran las "areniscas del Aljibe", piedras muy aptas para ser trabajadas. 

      Respecto a estas tumbas puede decirse que no hay ningún indicio en textos antiguos (latinos o árabes) que nos permita una datación correcta. Científicamente se les quiere atribuir un origen visigodo, por su semejanza con las tumbas antropomorfas del noreste de España, del tipo llamado "Olerdolano", que han sido datadas en los siglos X y XI, pero esto no se puede admitir de modo tajante, habida cuenta de que las hay prehistóricas, en tanto que asociadas a pinturas, cual es el caso de las del Cermeño, pero también se conocen otras perfectamente datables al disponerse de elementos de su ajuar, como las de Mogea Escobar, de las que conservamos una anforita cerámica visigoda (de similares características a las del ajuar de los enterramientos de la Ermita de los Santos Nuevos). 

      Ahora bien, la gran cantidad de tumbas existentes en nuestro término (razón por la cual, según Marcos Ramos, a una de las Sierras de la zona se le da el nombre de "Sierra Momia" (3) y atendiendo a la diversidad de tipologías, todavía es posible establecer un tercer grupo, como lo hace Marcos Ramos en su "Historia de Alcalá", pese a que en su obra no estudia este tipo de restos arqueológicos, Para este autor los 3 grupos son: 

a.- Antiguas (prehistóricas), que como queda dicho serían las del Cermeño. 

b.- Visigodas, serían las de forma rectangular; en este grupo tendríamos que incluir las 2 tumbas de la Dehesa de las Yeguas (más anchas por el centro que por la cabeza y pies) y las 21 de "Tajo Garabito" en Alberite, que se encuentran todas en la misma laja y con similares características a las de las Yeguas, además de las ya citadas de Mogea Escobar. 

c.- Cristianas tardomedievales, tienen forma de ataúd, es decir, antropomorfas. En este grupo incluiríamos las del Lario, Peralta. Sepultura, etc 

      Ahora bien, las tumbas anteriormente enumeradas son sólo un exponente de las muchas existentes, y a las que nos dedicaremos entre otros trabajos en la presente edición del Aula Municipal de Historia, con cuyas fotografías, además de los objetos que hay dispersos pretendemos recoger, a fin de constituir un pequeño museo de historia local. 



NOTAS 

(3) RAMOS ROMERO, Marcos. Alcalá de los Gazules. Diputación de Cádiz, Cádiz. 1983, pp. 137 141.