sábado, 20 de agosto de 2016

El 18 de Julio de 1936 en Alcalá de los Gazules: Víspera del golpe cívico militar y represión (y II)





El golpe cívico militar en Alcalá de los Gazules 

      A partir del 18 de Julio de 1936 se suceden los acontecimientos que sumirán al pueblo en el terror. Ese mismo día había sesión ordinaria del Pleno del Ayuntamiento presidido por el primer teniente alcalde D. Domingo Ortega de la Corte ante la ausencia justificada del flamante alcalde recién elegido D. Antonio Gallego Vigslerio. En ella se trata asuntos relativos a la rutina del pueblo: “D. José Bernal y otros, pidiendo que se intensifique alumbrado en el paseo de la República [...]. Se lee el escrito de D. Gabriel García Hita pidiendo ser dado de baja en el padrón de bebidas espirituosas” y otros asuntos presupuestarios ordinarios, entre los que se incluye los servicios de telefónica del mes de junio, la justificación de los gastos de viaje a Cádiz del Alcalde, el pago a Gabriel García de 20 pesetas por el féretro del “pobre Miguel Jiménez”, el pago a Jacinto Fernández de jornales por el arreglo de una cañería y a D. José Coca por dos kilos de estaños que aportó al arreglo de misma... incluso se recoge el voto unánime del consistorio para “dar el pésame a la familia de la Sra. Viuda de Silva por el fallecimiento de ésta ya que la Corporación Municipal está agradecida por su pronta colaboración en cuantas ocasiones fue requerida para aliviar el paro obrero”[2]. Nada hacía presagiar la tragedia. 

       La narración de los hechos por parte de los sublevados es un documento histórico de suma relevancia en el que justifican e ignoran la represión tan brutal y sistemática que articularon. Como un parte de guerra en sus páginas se suceden los hechos contados por los sublevados: 

Día 18. Se rumorea por el pueblo que las fuerzas de la guarnición de Marruecos se habían alzado en armas contra la política marxista. Estos rumores son confirmados por personas llegadas de Cádiz. 

Día 19. Confirmados de un modo casi oficial los rumores habidos el día anterior las fuerzas de la Falange se ofrecen incondicionalmente a la Guardia Civil y comienzan a prestar servicio al mando de los cabos de escuadras patrullándose por las calles provistas de armamento que puede recogerse, consistente en escopetas y pistolas, todas ellas estropeadas. De este modo la gloriosa F.E. se incorpora al glorioso movimiento salvador de España. .- Los falanges se distribuyen por los cuarteles de la Guardia Civil y Carabineros, patrullando el resto por las calles. 

Día 20. Al ser proclamado el estado de guerra, el alcalde y concejales se resisten a entregar el mando. Estos son los rumores que corren, así como que también por el referido alcalde se habían enviado emisarios a las masas obreras que trabajaban en la operación de descorche en varias fincas del término para que vinieran y se apoderaran del pueblo. Pero [...] fueron desarmados [...] La vida del pueblo era la normal, viéndose las calles muy concurridas.- [...]”[3]

       Esta versión de los acontecimientos obvia sin duda la realidad, sin embargo, somos de la opinión que es la que se instaló como la narración oficial de unos hechos que aún hoy muchos creen. Porque lo que ocurrió fue mucho más espeluznante. Es cierto que los falangistas tras recorrer la calle Real toman las instalaciones del Ayuntamiento. Pero es a partir de entonces cuando la represión, el miedo y la sangre se instalan en la normalidad cotidiana que vivieron nuestros paisanos por días, semanas e incluso meses y años. Delaciones, apresamientos y fusilamientos sin juicio previo, inundan de pavor cada rincón de cada casa, de cada sombra de cada árbol, de cada esquina... Las paredes del cementerio se ensangrientan y los disparos y ráfagas de metralla penetran en los oídos y el cerebro de los alcalaínos provocando el escalofrío y el terror. Algunas camionetas se atestan de hombres y mujeres que arrancados de sus casas acabarán como cadáveres en dispersas y anónimas cunetas. Guillermo García comenta cómo “Todos fueron fusilados. Eran personas que no esperaban una represión tan brutal por parte de las fuerzas abanderadas bajo la enseña del movimiento nacional. Muchos de los líderes más comprometidos con la causa obrera habían huido a la sierra y esto les salvó las vidas”[4]. El descorche estaba en pleno apogeo y las noticias de la sublevación llegaron a los tajos y muchos pudieron huir. Otros confiados fueron al pueblo y nunca volvieron. José entonces con catorce años recuerda cómo “...el cocinero, el pobre hombre... se viene de quincena y cuando llegamos allí al jato viene otro cocinero nuevo [...] y me entero después que lo habían matado...” (José, funcionario, 85 años. 2005). 

      El 22 de Julio en el libro de actas del Ayuntamiento se registra la llegada de los usurpadores, que toman el gobierno del Ayuntamiento por la fuerza. La preside “D. Manuel Martínez Pedré, teniente de la Guardia Civil y Comandante Militar de Medina Sidonia [...] los señores D. José Fernández Montedeoca [que sería nombrado posteriormente alcalde], D. Domingo Puerto Gómez, D. Andrés Morales Álvarez, D. Miguel Blanco Sánchez y D. Luis Ahumada Vázquez”[5]. 

      
       En el Diario de la falange ese mismo día 22 se registra los apresamientos de los representantes elegidos por el pueblo: “Fuerzas de la Falange y la Guardia Civil efectúan la detención del alcalde y concejales marxistas.- Se prestan servicios de patrullas de vigilancia en los cuarteles y Puntos de Carabineros y por un grupo de camaradas se verifica un viaje de exploración a los sitios de Jautor y la Bovedilla y otro grupo al anochecer hace la descubierta por la carretera de Algeciras y Cádiz, Paterna y San José del Valle.” 

      La matanza ya es una realidad. Antonio Gallego Visglerio, alcalde republicano, es asesinado junto al interventor del Ayuntamiento, José Franco Rodríguez. Lo mismo le ocurriría al teniente alcalde Andrés Jobacho Benítez, cerca de la vecina Casas Viejas en el mes de agosto o al alcalde del bienio progresista, José Sandoval Moreno en Medina. La lista de muertos en estos primeros días es escalofriante. Domingo Ortega de la Corte, Ana Jiménez, Francisco Pizarro Torres, Juan Camacho Delgado, Antonio Díaz Arroyo, Miguel Arias Gómez, Domingo Sevilla Prieto, Miguel Valle Gil, José Camacho García, José Cobelo Penacho, José Valenzuela Ruiz, Antonio Sánchez Pérez, Cristobalina Perea Ríos, José Lobón, Vicente Vera, Antonio Poley Oliva, Antonio Herrera, Domingo Jiménez, Manuel Rodríguez, Manuel Richarte Huertas, José Barranco Lago, José Rodríguez Martínez, Blas Jaén Ortega, Juan Jaén Ortega, José Dueñas, José Fernández Tizón, Manuel Delgado, Domingo Sánchez, José Borrego, Antonio Hita, Antonio Mancera, Juana Sánchez Jiménez, Juan Fernández Sevilla, Fernando Salcedo González, Diego Sánchez González, Fernando Salvador González García, Gilito, Reguera, Duarte, Hermanos Guerrero, Hermanos Yuste Pérez Francisco y Manuel... 

       El día 15 de Agosto la bandera bicolor sustituye hasta hoy a la republicana y es consagrada con el boato que la complicidad de la iglesia católica le aporta: “En este día es digno de destacarse la solemne fiesta en que se restableció oficialmente la bandera bicolor, símbolo de la patria. A las once de la mañana asistió esta falange a la misa celebrada en la Parroquia de San Jorge: una vez terminada la misa, la gloriosa enseña fue paseada por las principales calles, por el comandante Militar de la Plaza, dándole escolta la Guardia Civil, Falange Española y sus bolillas o flechas, Carabineros, Milicias ciudadanas, etc. siendo después izada a los acordes de la bandas de música y las salvas de honor reglamentarias en el balcón de honor de la Casa Ayuntamiento”[6]. Y una semana después la comisión gestora será refrendada por el gobernador civil. A partir de ahora el silencio, el asesinato y el aliento a la desmemoria desde las versiones oficiales de los acontecimientos se instalarán sobre una generación de alcalaínos y alcalaínos que vivieron el tormento cruel y despiadado de esta masacre. En las actas del Ayuntamiento de ese mismo día 22 de Agosto se puede leer, como si el trauma violento no se hubiera apoderado de nuestro pueblo, entre las rutinas que recoge las actas del nuevo Ayuntamiento la libranza de “ciento setenta y cinco pesetas al alcalde que cesó D. Antonio Gallego de viajes a Cádiz”[7]. Sus huesos aún esperan en una cuneta ser desenterrados. 



NOTAS

[3] AMAG, Legajo 971, Diario de la Falange. 

[4] García Jiménez, G (1997): Lamento Campesino. Un siglo crucial en la historia de Alcalá de los Gazules. (1860-1960). E. Publicaciones El Sur, Cádiz, p. 24. 

[5] AMAG, Libros de Actas Municipales, sesión de 18-7-1936. 

[6] AMAG, Legajo 971, Diario de la Falange 

[7] AMAG, Libros de Actas Municipales, sesión de 22-8-1936. 

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