sábado, 30 de diciembre de 2017

Represaliados del Franquismo en Alcalá de los Gazules: Luis Arjona Rojas


Ismael Almagro Montes de Oca


      José María Arjona Casado (Porcuna-Jaén 1881), casado con Sacramento Rojas Huerta (Porcuna 1887) vino a Alcalá a ejercer su trabajo de Guarda forestal en torno a 1924, fecha en que nació aquí el séptimo hijo del matrimonio, Enrique. Aquí también nació otro más, Concepción (Alcalá de los Gazules 1926)[1]. Antes de llegar a Alcalá, el matrimonio tenía ya otros 6 hijos, Dolores (Porcuna 1908), Luis (Algeciras 1908), Consolación (Los Barrios), Sacramento (Jerez 1918), José (Jerez 1921) y Juan (Jerez 1921). En 1930, toda la familia vivía en la finca municipal Hernán Martín. En esta fecha, Luis Arjona Rojas, con 22 años, trabajaba como agricultor. Un año antes de estallar la Guerra, Luis, aún soltero, vivía en el mismo lugar con su madre y hermanos, habiendo fallecido ya su padre.[2]


     Precisamente desde el 10 de julio de 1935 hasta finales de agosto, nos encontramos a Luis trabajando para el Ayuntamiento republicano conservador del alcalde Gabriel Mariscal Recio, como encargado en los trabajos de descorche de la finca Montero, junto a José Gutiérrez y Manuel Venegas[3]. Su trabajo consistiría en ejercer de pesador del corcho extraído.

      Luis Arjona Rojas perteneció al Partido Socialista del que era gran propagandista, tomó parte activa en las elecciones del 36 a favor del Frente Popular y al iniciarse el Alzamiento Militar se ausentó de Alcalá, marchándose con los rojos a la Sauceda de Cortes. Se le acusó además de ser el jefe de una partida de 40 hombres que causó la muerte al guardia civil José Pérez Delgado y al guarda forestal José Pineda Lozano el 27 de octubre de 1936 en El Picacho y participó en el saqueo de fincas, como la de Quiebra-hacha.

      En 1938 se le instruyó un expediente por no haberse incorporado al Regimiento de Artillería de Costa nº 1 de Cádiz. El 14 de julio se recibió en el Ayuntamiento alcalaíno la petición de un informe sobre dicho soldado contestándosele que se encontraba en zona roja. 

      En fecha desconocida es detenido, estando preso en julio de 1939 en la Prisión Provincial de Córdoba (en un dormitorio del Patio Chico) pues el 23 de julio el Presidente del Tribunal Clasificador de Prisioneros y Presentados de Córdoba solicitó por telegrama informes por separado al alcalde, jefe local de Falange y cura párroco sobre la conducta político-social del concentrado en ese campo, Luis Arjona Rojas, de 30 años, hijo de José y de Sacramento, soltero, oficio obrero forestal, natural de Algeciras y vecino de Alcalá con domicilio en la Casa Forestal de Hernán Martín. El informe del alcalde se envió el día 27 de julio quien justo un mes antes, el 27 de junio, había enviado contestado a otro requerimiento del Juez instructor del Regimiento de Artillería de Costa de Cádiz.

      Los procesos contra Luis Arjona Rojas se van acumulando y así, el Juez Instructor del Juzgado Militar de urgencia, letra D, de Córdoba, abre Causa sumarísima de urgencia nº 36419 contra Luis Arjona Rojas por el delito de rebelión, quien solicita el 18 de enero de 1940 a la Policía, guardia civil y Falange local informen de la conducta político-social del preso. 

      Sea como fuere, Luis fue puesto en libertad y volvió a Alcalá, siendo nuevamente detenido el día 27 de noviembre de 1941 a las 7 de la tarde por la Guardia civil, posiblemente para cumplir condena por el delito de auxilio a la rebelión, siendo ingresado en el depósito municipal, donde permanecerá prácticamente un año, para salir en libertad a las 11 de la mañana del 25 de noviembre de 1941 por orden del General de la 23 División de Granada.

     Pero los problemas para Luis no acabaron aquí, pues aún se seguía contra él una Causa en el Juzgado Militar Eventual nº 13 en la Audiencia Provincial de Málaga, donde el 27 de febrero de 1942 el capitán Juez Militar Alfonso Martín Feijoo Marchena solicita el origen de las fuentes de información de los hechos que se le imputaban al encartado en el informe que constaba unido al Sumario que se seguía en dicho Juzgado contra el mismo.

     Un año después, se seguirá contra el mismo un Procedimiento sumarísimo ordinario en el Juzgado Militar de Ejecutorias de Algeciras, interesando el juez se busquen testigos que puedan aportar datos sobre la participación de Luis Arjona en los sucesos referidos.

     Finalmente fue condenado, aunque no hemos podido averiguar la pena que le fue impuesta. Pero en 1945 se benefició del Decreto concedido por Francisco Franco el 9 de octubre de 1945 concediendo indulto total a los condenados por delito de rebelión militar y otros cometidos hasta el 1.º de abril de 1939.



NOTAS

[1] Archivo Municipal de Alcalá de los Gazules. Padrón de habitantes 1930. Legajo 195 folio 51. 

[2] AMAG. Padrón de habitantes de 1935. Legajo 196 Folio 60. 

[3] AMAG. Libro 30 de Actas de Sesiones del Ayuntamiento pleno. Si bien el nombramiento como encargado aparece recogido en el punto 9º de Sesión ordinaria celebrada el 27 de julio de 1935 (folio 42 vuelto), existe el pago de 120 ptas. como pesador por los días 10 al 24 de julio en el acta de la sesión del 27 de julio (folio 44) y otras 168 ptas. En la del día 24 de agosto (folio 53)


sábado, 23 de diciembre de 2017

Crónicas del ambiente alcalaíno (V)


Ismael Almagro Montes de Oca

Crónica publicada en el periódico local "El Castillo de Alcalá" el 6 de febrero de 1918. Año II nº 7


"Viajeros.- Marchó a los Barrios, después de pasar en esta una breve temporada, la bella señorita Josefa Vázquez.

- Salió para Cádiz, donde permanecerá unos días, nuestro estimado amigo D. Manuel Ahumada Granara.

- Para el mismo punto marchó nuestro particular amigo D. José Vallejo Almagro.

Nacimientos.- Ha dado a luz una hermosa niña la distinguida señora Doña Dolores Puelles viuda de Castro.

Bautizos.- En los pasados días recibió las aguas bautismales un hijo de los esposos Jiménez Pajareo Gallego a quien se le puso el nombre de Fernando Jorge María de los Santos.

       Fueron sus padrinos D. Francisco Gallego Lozano y Doña Manuela Montes de Oca Blanco.

- Recibió el bautismo el hijo único de la malograda señora Doña Rosalía Montes de Oca de Durán, imponiéndosele el nombre de Antonio.

- Fueron sus padrinos los señores tíos del padre del neófito, D. José Durán, Doña Ana Calle.

- Por mano del Señor vicario recibió las santas aguas del bautismo la hija recién nacida del Señor Alcalde D. Antonio Galán Fernández, imponiéndosele el nombre de Josefa Georgina.

- Ha apadrinado a la nueva cristiana, Don José Quijada y su esposa Doña Jacinta Galán.

- El mismo día y también de manos del Señor Vicario, se bautizó el pequeño hijito de los esposos Quijada-Galán, quien en la pila bautismal recibió el nombre de José.

- Don Antonio Galán Fernández y Doña María Dolores Hidalgo apadrinaron al neófito.



Petición de mano.- Ha sido la mano de la bella y distinguida señorita Antonia Márquez Troya, para el culto escritor Don Pedro J. Cohucelo Collante.

Enfermos.- Se encuentra completamente restablecido nuestro distinguido amigo Don Martín Román.

- También hemos podido saludar en la calle, restablecido por completo, a D. Antonio Serrano de la Jara.

- Ha entrado en franca mejoría nuestro estimado amigo D. Bartolomé Fernández.

- Se encuentra casi restablecido de las heridas causadas a consecuencia del triste accidente de todos conocidos, nuestro estimado convecino D. Francisco González.

- Se halla bastante mejorado nuestro querido amigo Don Francisco Jiménez.

- En el Convento de Santa Clara se encuentra enferma la Reverenda madre Santa Rosa, Deseamosle alivio.

Necrológicas. - Ha dejado de existir en esta ciudad el estimado convecino don José Benítez.

       Nuestro más sentido pésame a la atribulada familia.

Religiosas. - Al aparecer este número se habrán inaugurado los Jueves Eucar´siticos como anunciamos oportunamente.

Reina mucho entusiasmo por parte del elemento religioso de este católico pueblo.

- El primer día del mes celebrose en la Iglesia de la Victoria la primera Junta de las socias conferentes de San Vicente de Paul.

Presidió el Señor Vicario y acordose que desde el domingo próximo siguiente se comenzasen a girar las visitar domiciliarias de acuerdo con el reglamento.

- Regresó a su Santuario Ntra. Amadísima Patrona la Virgen de los santos.

     La procesión resultó en la solemnidad acostumbrada, siendo numerosísimas las familias que acompañaron hasta la histórica ermita a nuestra Santísima madre y Señora.

     En los Santos se repartió una copiosa limosna de pan a los pobres.


- Durante los días de Carnaval, se celebrará en la Iglesia de la victoria solemne triduo de desagravio con exposición de Su D. M. y plática, a las tres y media de la tarde.

Los dos últimos días habrá también a las nueve de la mañana Misa con Sacramento y Jubileo.

      El día once, segundo de estos cultos, y festividad de Ntra. Sra. De Lourdes se practicará a las ocho y media de la mañana un devoto ejercicio a la Stma. Virgen ante su gruta.

- En la Parroquia de S. Jorge se celebrará también un solemne triduo de desagravio durante los mismos días, con exposición de S. D. M.

- El tres de los corrientes comenzó en al Victoria y en el Beaterio de Jesús, María y José la devoción de los Siete domingos.

Palmas y Pitos

      Se sigue repasando la leche y decomisando la que no esta en condiciones.
(¡Palmas y palmoteos…! ¡Bien, Bien…)

      El Señor Alcalde ha ordenado que se verifiquen las pesas de los establecimientos
 (¡Muchas, muchas palmas!)

     Se han puesto unas tablillas señalando el sitio de los vaciaderos a otrosa prohibiendo arrojar basuras en ciertos sitios.
(Palmas y véase el entrefilet).

La Junta de Sanidad se reunió tomando sabias medidas para combatir la epidemia.

Se ha ordenado la vacunación obligatoria variolosa. 
(Muchas palmas)

Entre otras cosas prohíbe que los cerdos y gallinas convivan con las personas 
(Palmas)

Veinte años hace que un rayo cayó en la torre etc. Etc. 
(con el entrefilet tiene bastantes pitos).

Las calles siguen sin barrer. Es de temerse que, como aquí no se respetan servicios ni cañadas, no falte quien se apodere de la vía publica para cosechar, aunque no sea más que calabazas.
(pitos, muchos, muchos pitos).

Debe comprender el señor Alcalde que con un solo basurero no se puede tener limpia una ciudad como la nuestra. Mientras no se comprenda… 
(Pitos, repito que pitos.)

En la carretera de Alcalá a Medina hay unos palos, que dicen son para el telégrafo. ¡A ver si recogemos una cosecha de telégrafos que no funcionan!

El camino del cementerio cada día que pasa ¡naturalmente! Esta peor. 
(¿Hasta cuando vamos a tener que pitar?)

Señor Alcalde mayor: no prenda usted las cosas con alfileres; sino venga al terreno de los solido y díganos si esta bien que unos cuantos vivos desplomen a unos muchos ignorantes con las estampitas que le decíamos la vez anterior
(Pitos, muchos pitos, como la noche del escándalo de la Plaza de la Cruz ¡Siguen los pitos!)

Nos aseguran que de casa en casa se va vendiendo carnes de cerdo muerto de muerte natural…
(Pi…Pi…to)

También nos aseguran, que el colchón donde murió el virulento, no se ha quemado como la higiene manda. 
 (Pito, Pitaera)

Don Perfecto"


sábado, 16 de diciembre de 2017

Juan Perales León, anarquista (II)





      Cuando el Movimiento, yo era de la quinta del 35, estaba sirviendo y volví cumplido. Serví en Málaga, en el Regimiento Victoria. Vine sobre el 18 o el 20 de junio de 1936. Cuando llegué a Cádiz, recuerdo que visité a un compañero nuestro que estaba preso en El Puerto de Santa María. Era dependiente en una ferretería y había cogido dinero, pero para la organización, para la CNT. Fui al Puerto con la madre en el vapor. Era la primera vez que yo me subía. Estuvimos viéndolo. Ya en Alcalá, me fui a las corchas. Estuve unos cuantos días, en el «Monte Abajo». Me despidieron. Luego, me fui a segar al «Cortijo Puelles». Aún estábamos en la República. 

      Vivía en la calle Cádiz, y escuché desde mi casa los comentarios de las gentes sobre una manifestación. Salí por la calle Villabajo. Mi madre me gritaba para que no fuera. Fui creyendo que los que venían eran los míos. Cuando llegué a la altura de donde estaba Correos, veo que por la Plazuela viene una manifestación, pero era de gentes de derechas. Gritaban, llevaban y escopetas y fusiles. Era una manifestación fascista. Precisamente en tu casa, en el pozo, estaban guardadas estas armas, fusiles, balas y pistolas. Uno de los que encabezaba la manifestación era un médico, Herrezuelo, que conmigo echaba mucho. No sabía que ese hombre fuera de derechas. Al ver que la manifestación no era la que yo esperaba, me fui por el callejón de Palomino. Temía que si me cogían, me detendrían. Se mandaron enlaces a distintos sitios, poniendo en guardia a los que estaban en la corchas de que se había producido un levantamientos fascista y que ya Alcalá estaba tomada por ellos. 

      Días después, se produjo el bombardeo. Se decía que había sido un error de la aviación fascista. Creyeron que Alcalá era Ubrique o Jimena y lo bombardearon. El miedo hizo que mucha gente se marchase al campo. Mi madre, Kiko y yo nos fuimos al olivar que estaba en la «Zúa». Tu padre ya se había marchado. Muchos se marcharon, pero yo no me marché. No sé cómo interpretarlo. Una de las tácticas de esta gente era llevarse todo lo que dejaban los que se marchaban. Luego, como no habían hecho nada, volvían para acá y los mataban. Mataron a mucha gente. También se dio el caso de que mataban a la madre o al padre, como represalia porque el hijo había huido. Fue lo que le pasó a Guillermo. Se fue el padre y el hermano y cogieron a la madre y la mataron como represalia. A otro que le decían «Cabero», Manuel Delgado. También se marchó. Mataron a su padre. Tenía miedo de que mataran a mi madre y no me fui. Me aguanté aquí a ver lo que pasaba. Estuve escondido en el campo y uno de los días que vino mi madre al pueblo encontró debajo de la puerta una citación para que yo me presentara en el ejército como soldado. No sabía si marcharme a la sierra o irme al ejército. Finalmente, vine al pueblo con idea de marcharme, pero tenía una pretendienta y quise despedirme de ella. Vivía en la calle Real. Me fui al bar de los Montes de Oca. Estaban los veladores puestos en la acera y me senté, con unos primos hermanos míos que estaban allí, con idea de ver a la chavala y despedirme de ella. Estando allí sentado, por el patio de las campanas, entraron un guardia civil y el cabo Linares, que fue muy famoso. Me tocaron en el hombro y escucho: «Perales, el cabo quiere hablar contigo». Cuando lo vi me puse de pie y me descompuse. Tendría 21 o 22 años. Me cogió de la oreja y me dio unos tironcitos, preguntándome que dónde había estado. Le expliqué que había estado con mi madre, en la Loma, en lo de Pedro Puerto, que como tiraron las bombas nos fuimos allí. Insistía en que había estado en Ubrique. Y los tirones de la oreja cada vez eran más fuertes. Irónicamente me iba diciendo que yo era comunista o anarquista. Con el vergajo me dio unos pocos de golpes, allí mismo, en medio de la calle. La gente que estaba en el bar se metió para adentro, asustada también. Luego, me dijo que me marchara. Pregunté que si para la cárcel o para mi casa. Para tu casa, dijo. Pensé que me aplicaría la ley de fugas. Aproveché que venía una mujer vestida de negro, me dirigí hacia ella, pensando que a lo mejor no me disparaban. No sabía si andar más ligero, más despacio. No quería correr. Tenía un miedo terrible. Era la vida lo que me jugaba. Al llegar a lo de Palomino, cogí otra vez el callejón hacia la calle Las Brozas. Ya todo esto corriendo subiendo la calle Cádiz y en vez de meterme en mi casa, me metí en la casa de mi tía Ana Perales. Me dejé caer en la cama y perdí el conocimiento. Cuando me reanimé, les dije a mis primos que mirasen si había vigilancia en las salidas del pueblo. Decidí marcharme, pero no pude. Esa gente hacía guardia en todas las partes del pueblo. Tuve que quedarme. 



       A la mañana siguiente, como yo tenía la citación para que me presentara en el ejército en Cádiz, me levanté temprano para coger el Correo, el autobús. Llegué allí una media hora antes de que saliera. Entré en el bar de Vicente. Pedí una copa de anís. Había uno allí que era Pizarro de apellido, que era zapatero y me quiso colocar un escudo de falange. No lo dejé. Estando allí se presentó otra vez el cabo Linares, saludándome con un «qué hay, buen español». Le expliqué que esperaba la salida del correo para incorporarme en Cádiz. Con mucho miedo contesté a las dos o tres preguntas que me hizo y se fue. La copa de anís no me la pude tomar. No se me olvida. Tenía un miedo impresionante. Llegué a Cádiz y me incorporé a la Compañía de Transeúntes. Así la llamaban y estuve allí bastante tiempo. Ya el golpe de Estado había funcionado por esta zona. 

      Una tarde movilizaron a todo el batallón y empezaron a montarnos en los camiones. Sería sobre agosto del 36. Íbamos a tomar Alcalá del Valle. Allí fue cuando yo pensé, por primera vez, pasarme al otro lado. Estando allí, antes de llegar a Alcalá del Valle, llegó la aviación republicana y nos bombardeó. Las gentes se tiraron de los camiones y cada uno cogió para donde pudo. Junto con otro de Alcalá que me acompañaba, Juan Díaz «Pichorto», nos dirigimos para la zona republicana, pero cuando íbamos llegando, vimos gente de la Falange ya retrocediendo y también retrocedimos. No habían cogido prisionero ninguno. Solo una mujer, que estaba en un camión con el teniente. Toda la gente se había marchado para la sierra, en dirección a Ronda y, según dijeron luego, allí no había quedado nadie nada más que un tonto en el pueblo. Familias enteras se habían marchado. De Cádiz, nos trasladaron a Algeciras. Allí estuvimos unos cuantos días. Luego nos llevaron a La Línea. Allí habían estado los moros y había muchísimos piojos. Dentro del cuartel encontré muchos libros anarquistas de las requisas que habían hecho en las casas. Cogí uno, no me acuerdo del título que era. Cuando hacía guardia en las arenas aquellas, aprovechaba y leía. Había incluso ropas de los moros que habían sido fusilados por haber violados a mujeres, allí en La Línea. De allí nos trasladaron a un cuartel de carabineros en la Atunara, por detrás al cementerio. Y más tarde a Guadiaro. Aquello era un frente muy tranquilo. El enemigo, que para mí era el amigo, estaba a una distancia muy grande. 

       Habíamos previsto el pasarnos en cuanto tuviéramos la ocasión. Y así lo hicimos. Me puse como el que recogía higos brevales, hasta que llegué a la avanzadilla. Cuando llegué, me escondieron en unas colchonetas. Allí tendría que estar escondido hasta el momento de pasarnos. Al ponerse el sol, los que estaban allí bajaban a la vaguada que era donde se hacía la comida. Unos se quedaban en las trincheras y otros bajaban por la comida. Los que estaban de acuerdo para pasarse se quedaron de guardia. Los que no estaban de acuerdo, como no teníamos confianza con ellos, se les envió por la comida. Cuando calculamos que ya estaban lejos, salimos todos en fila india, sin correr, hacia una pendiente abajo, con las armas encima. Cuando regresaron con la comida, se encontraron con las trincheras vacías e imaginamos que darían la voz de alarma de que nos habíamos fugado. Éramos un grupo de 17. Uno de nosotros tenía que ir a las filas enemigas a decir que nos pasábamos de bando. Salieron algunos voluntarios. Finalmente, fue uno que le decían «El Torero», que era de Linares, de Jaén. Se quitó los calzoncillos blancos y los agarró en el fusil, como bandera blanca, hasta que llegó allí y avisó. Esa ha sido la alegría más grande que yo pude tener en aquellos momentos. El destino volvía a elegir el 11 de noviembre como fecha importante. Un día como ese moriría también mi madre. El recibimiento fue muy emotivo. Los compañeros nos abrazaban y nos daban las felicidades. Nos sentíamos unos héroes. Me sentí un héroe. De allí nos llevaron a Estepona. Recuerdo un tiroteo muy intenso que se produjo y cómo uno de los que venían en el grupo, un gallego que estaba en Jerez de dependiente de ultramarinos, me gritaba: «Perales, Perales de allí nos escapamos pero de aquí no nos vamos a escapar». Gumersindo Maures Vázquez, así creo que se llamaba. Llegaron unos turismos con las luces apagadas para recogernos. Nos llevaron hasta Estepona. Allí estuvimos hablando, dimos un medio discurso desde el balcón del ayuntamiento. Nos ofrecieron unos vasitos de vino negro de Málaga. Nos seguíamos sintiendo héroes porque así nos trataban. De allí nos fuimos para Málaga en un camión. En todos los pueblecitos por donde pasábamos nos recibía una banda de música. Fui muy emocionante. En Málaga nos destinaron a un cuartel. Aquella mañana, cuando salí a la calle, me encontré a tu padre y nos hicimos una foto. Estará en algún archivo de algún periódico. En Málaga estuve dos o tres días casi de vacaciones. Visitaba a los amigos, a las gentes de Alcalá que estaban allí refugiados y demás. Seguíamos siendo héroes o al menos así me sentía yo. Luego ya me destinaron de sargento instructor para la formación de un batallón de las Juventudes Libertarias. Se llamaba El Batallón Juvenil. 

       Con la pérdida de Málaga, se produjo la huida. Había que marcharse. Salí casi de los últimos, con mi paisano Miguel Fernández Tizón, «Cartucho». Salimos casi al anochecer y tuvimos que refugiarnos ante las balas de los francotiradores, apostados en la salida de Málaga. Iniciamos el camino de «El Palo», para Almería. Aquello era una caravana humana, como las que vemos en televisión. Estuvimos toda la noche andando. No se podía andar al paso que uno quería. Era mucho el personal que circulaba por la carretera. Ya de día, apareció un barco de guerra, que empezó a bombardear a toda  la caravana humana que iba por la carretera, niños, mujeres, ancianos. Muchas familias abandonaron la carretera y se metieron por la sierra. No había coches, ya habían desaparecido. El que caía enfermo, allí se quedaba porque no había ni Cruz Roja, ni nadie para recogerlos. Había muchos heridos. Cuando llegamos cerca de Adra recogimos a una chiquilla que tendría 5 o 6 añillos que estaba allí abandonada. Unas veces la llevaba en brazos Miguel y otras veces yo. En Adra, Miguel se metió en el pueblo a buscar algo de comer. Todo lo que encontró fue una caja de peladillas. Cerca de Motril le entregamos la niña a una mujer que llevaba tres o cuatro chiquillos y que decía que iba para Valencia. Aquella mujer se hizo cargo de la niña. 



       Cuando llegamos a Almería, casi todas las fuerzas se fueron concentrando en el campamento Viator. Allí nos ofrecieron arroz, ya frío, en unos barreños grandes. Metíamos allí las manos como los chiquillos esos hambrientos que se ven en algunos países de África. Poco a poco se empezó a organizar y nos enrolamos en el batallón «Juan Arcas», organizado por la CNT. Juan Arcas era un anarquista de Sevilla que luego murió en Cerro Muriano. Estos Arcas eran unos pocos hermanos, una gente muy decidida. El comandante del batallón era un hermano de este Arcas que se llamaba Miguel y el comisario era también otro hermano que se llamaba Julián. Para nosotros los Arcas eran dioses, teníamos mucha confianza en ellos. 

      Estuvimos un tiempo, no sabría precisar cuánto. De allí, a Jaén capital, donde también estuvimos unos cuantos días. En Santiago de Calatrava otros días. Aquello era un frente pacífico. Las trincheras estaban a mucha distancia unas de otras, apenas se sentían los tiros. Había una compañía de internacionales que se llevaban muy bien con nosotros. Entre ellos anarquistas, socialistas, comunistas. Habían venido de todas partes del mundo y cada uno tenía una ideología diferente. Estaban considerados como unos verdaderos luchadores. Defendieron España más que nosotros mismos. Eran voluntarios de todas las razas, de diferentes naciones y de ideologías diferentes. Eran de izquierdas y venían a luchar contra el fascismo. Luchaban con más fe que nosotros mismos. 

      Más tarde nuevo traslado. En este caso a Alcaudete. Allí es donde conocí a Manuela. Casi todos los chavales teníamos novia. Allí nos casamos. El frente estaba a unos cuantos kilómetros. 

      En el mes de Marzo del 38, me trasladaron a Levante. El ejército fascista avanzaba peligrosamente. Salimos en un tren y llegamos a Castellón. Allí desembarcamos y en camiones fuimos a parar al frente de Alcañiz, de la provincia de Teruel. De allí fuimos retrocediendo unas veces hacia un lado, otras veces hacia otro; taponando por aquí, por allí. Entre Cuevas de Vinaroz y San Mateo de la Fuente, en unas montañas, con lluvia abundante, nos atacaron fuerte y perdimos las posiciones. Retrocedimos: El comandante, de unos 30 años, pistola en mano, nos animaba. Yo era aún muy joven. Tendría unos 22 años y mucho miedo. Yo iba de sargento. Eran moros los que atacaban. Y aguantamos. Miguelillo Cartucho se había quedado con un fusil ametrallador que nosotros habíamos cogido aquí en Andalucía en uno de los avances. En uno de los retrocesos, en la vaguada, en la huida, el enemigo se había dejado abandonadas bombas y fusiles. Cogí, en una decisión espontánea, sin decirle a nadie nada, camino a la vaguada. Llevaba una bolsa y la llené de bombas de mano. Me la puse al hombro y unos pocos de fusiles, tantos como pude cargar. Cuando caminaba para arriba con la carga, me pegaron el tiro, hiriéndome en la cara y en el dedo. Caí de rodillas, porque me dieron mareos. Pasaron unos segundos y me reanimé. Seguí para arriba sin poder hablar porque tenía toda la boca partida, solo emitía ruidos con la garganta. La sangre me corría, me llenaba todo. Me ayudaron refuerzos de otro batallón. Los fusiles se me cayeron, pero la bolsa aún la tenía con las bombas de mano. Me hicieron una cura de urgencia y me trasladaron para la retaguardia, en un mulo, en unas alforjas. Me llevaron al puesto de mando que había en la carretera; me hicieron otra cura. Me trasladaron a un pueblecito de Castellón, Benicasim, a un hotel junto a la playa donde iban los heridos: Allí nuevamente me curaron. 



       Recuerdo que escribí una carta a mi mujer y la carta estaba manchada de sangre. No podía hablar nada. Todo era por escrito. Tenía toda la herida abierta, no existía ni labio, ni nada. Luego a un pueblecito de Valencia, Gandía, a un hospital, «La Pasionaria». Íbamos unos cuantos heridos en el camión con un sargento francés de unos 45 o 50 años. Recuerdo que cuando llegamos a la estación yo tenía ganas de tomar algo, porque comer no podía. Con un trozo de papel utilizado como embudo, me daban de beber. El hospital era una casa que acogía a los heridos, atendida por enfermeras. A mí me tocó una enfermera «extraña», pues llegaba y me traía una taza grande de leche, me la ponía en la mesilla de noche y como no podía beber, allí se quedaba: Sin poder hablar, no me hacía caso. Así varias veces hasta que se marchó. Vino otra que la reemplazaba y al acercarse a mí, le eché el tazón de leche encima, queriendo, para llamar la atención. Llamaron al médico y como pude le expliqué lo que pasaba. Empezaron a alimentarme mejor. De allí a Valencia, a la Facultad de Medicina, donde me operó el doctor Bernardino Landete. Antes de operarme me hizo una fotografía con la boca abierta, con todo partido, que todavía conservo. Salí bien de la operación. Me recuperé mucho, tanto que por unas ventanas que daban al exterior, me escapaba y me iba a Valencia a pasearme. Allí me daban huevos, naranjas, pan. Uno de los días que fui por allí me encontré con uno de Alcalá, Fernando Monroy, «Siete Labios» le decían. A su mujer también la conocía. Se dedicaba a vender frutas con un carrillo por las calles. Como éramos conocidos, se puso muy contento, me llevó a su casa y empecé a conocer muchas más gentes que había de Alcalá allí refugiada. Cuando volvía a la facultad traía esas cosillas, el pan, las naranjas que aunque no podía comer, las guardaba debajo de la cama y se las daba a los demás que había allí. Aún conservo una carta que escribí y por mediación de la Cruz Roja creo que fue, me respondió mi madre con una foto de ella y de Kiko. 


      De Valencia me trasladaron a un pueblecito de Cuenca, a una casa grande habilitada también como un hospital de sangre, Villanueva de la Jara. Allí me hicieron otra operación. En Cuenca me dieron permiso por reemplazo y por herido Había caído herido el 22 de Abril del 38. 



    

sábado, 9 de diciembre de 2017

El estado de la Parroquia en 1920


 Ismael Almagro Montes de Oca

     En abril de 1920 el presbítero Antonio Troitiño y Rey era destinado a Alcalá (1). Nada más asentarse en nuestra localidad, se encuentra con que el estado de la Parroquia es más que deficiente, amenzando ruina, por lo que decide enviar una carta a los feligreses pidiendo colaboración para sufragar los gastos de reparación de la misma. Dicha carta fue publicada en el periódico "El Correo de Cádiz" (2) y cuyo texto era el siguiente:

"Desde Alcalá de los Gazules

      Hemos tenido el gusto de leer una carta que ha circulado en estos días, suscrita por el prestigioso y virtuoso arcipreste y cura de esta ciudad D. Antonio Troitiño Rey, quien desde que se encargó de su difícil e importante cargo, con tanto acierto y tino viene desempeñando los altos fines a él encomendados por su elevada misión sacerdotal.

     Dicho escrito es dirigido a sus feligreses, excitando los sentimientos de fé y piedad, a fin de que cada uno contribuya con aquello que le sea posible para atender a las obras imprescindibles y urgentes, que con necesidad extrema tienen que resolverse en la Iglesia parroquial por haberse notado estado ruinoso en varios puntos del referido templo.

     Tenernos entendido que los ruegos del referido señor no han sido desatendidos, pues son muchos los fieles que han contribuido con importantes cantidades para tan benéfico fin.

     La lista de donantes la encabeza nuestro ilustrísimo y caritativo Prelado, con la considerable suma de quinientas pesetas.

Dice así el mencionado escrito:

Rrciprestazgo de Alcalá de los Gazules.

Mis amados feligreses:

     El Dios omnipotente que fertiliza nuestros campos y que por un rasgo de su infinita misericordia quiso quedarse con nosotros hasta la consumación de los siglos, residiendo en los templos que le dedican los hombres para desde allí escuchar sus oraciones y dispensarles sus beneficios, se dirige a vosotros, por medio de su ministro y vuestro párroco, para exigiros un pequeño sacrificio con el que le deis testimonio de nuestra fé y gratitud.

     Su Casa principal en esta ciudad, es decir, nuestra Iglesia parroquial está amenazada de ruina. Los tejados que protegen las bóvedas de este templo que se levantó un dia hermoso sobre los cimientos de la caridad cristiana, se encuentran hoy próximos a derrumbarse. Las bóvedas que han sido testigos de la piedad de vuestros padres y en donde han repercutido las plegarias de miles de creyentes están hoy sucias y manchadas por la humedad. La Capilla de Bautismos, donde han recibido el sello de cristianos y vestido de la hermosa librea de hijos de Dios más de diez generaciones de alcalaínos, está próxima a hundirse y sepultar entre sus escombros tantas glorias y tantos recuerdos.

     Vuestro Párroco, apelando a vuestros sentimientos religiosos, os invita en nombre de Jesucristo, a quien, aunque indignamente, representa, a que contribuyáis, cada uno según la medida de sus recursos, a la reparación y limpieza tan urgentes de nuestro hermoso templo parroquial. Si necesitáis ejemplos aquí tenéis el hermosísimo de nuestro amante Prelado, que, a pesar de tantas atenciones como le agobian, nos ha dado una prueba de su paternal solicitud y celo por la gloria de Dios, encabezando esta suscripción con la cantidad de quinientas pesetas. 

     Procurar imitar ejemplo tan hermoso y abrigad la confianza de que el Señor premiará con creces vuestro generoso desprendimiento, devolviéndoos ciento por uno, y al mismo tiempo os vivirá agradecido.

Vuestro PÁRROCO,
Antonio Troitiño y Rey.
Alcalá de los Gazules, 28-10-920."



NOTAS
 (1) Nota aparecida la página 9  del periódico "El Correo de Cadiz" en su ediicón del 14 de abril de 1920. Año XII Número 4014.

 (2)  "El correo de Cádiz". Año XII Número 4187 pag 2