sábado, 28 de noviembre de 2020

Diego José de Viera, fundador del Beaterio (III)




       Pero sigamos el «problema cronológico». Como venimos tratando de las declaraciones testamentarias del padre de nuestro Diego de Viera, hay que considerar que en ningún documento de los conocidos menciona hijos fallecidos de sus dos matrimonios ni, por supuesto, a ese hijo al que llamó Diego por primera vez. Igual sucede en los escritos de la madre Dª María Bernarda, ni en documento de cualquier otro familiar. Siempre son enumerados solos y todos los sobrevivientes, figurando Diego como el menor (salvo alguna vez que lo sitúan al principio de la relación por respeto a su dignidad sacerdotal o por el oficio de post mortem que le encomiendan.)

       Oportuno parece reproducir, del testamento de Juan Ángel de Viera y de su referencia al segundo matrimonio, una de esas relaciones:

       “tengo por mis hijos legítimos y naturales a Juan Esteban de Viera, Vicente Ángel de Viera, Manuel Ángel de Viera, Francisco Ángel de Viera, Da. Inés Ángel de Viera y Diego Ángel de Viera” (6 de octubre de 1751).

       Dª María Márquez de Arjona, madre del Siervo de Dios, nombra a éste, que es Capellán y clérigo Subdiacono, por uno de sus albaceas, y en la cláusula de herederos los enumera por este orden: Dn. Diego= Juan= Vicente= Manuel= Francisco y Da. Inés (poder para testar de 5 de mayo de 1761). Don Juan Cano, Cura Párroco, fue entonces el apoderado; los albaceas, Diego y Francisco de Viera. La difunta quedó sepultada en la Parroquia, con el oficio y entierro que se acostumbraba a los padres de los clérigos, por serlo su hijo D. Diego, “capellán del Clero de esta Villa”. Doña María tiene a lo que parece dos actas de defunción, al L.6, f.27, difíciles de lectura por desvanecimiento de la tinta, curiosamente las mismas circunstancias que concurren en las actas finales de Juan Ángel de Viera, L. de 1751, folio 237 v. y 238 v. Es tema a estudiar un día.

Partida de defunción de María Márquez Arjona,
madre de Diego de Viera con fecha 13 de mayo de 1761

        Esta falta de referencia al primer Diego, nos llevó a buscar su partida de defunción o de la confirmación, con resultados negativos, en los Índices correspondientes de la Parroquia, nada encontramos al caso por Diego, ni por Ángel, ni por Bonifacio (entonces se confeccionaba el índice por nombres). Pero, como también era habitual que los niños fallecidos fueran registrados bajo la palabra Párvulos, sin nombre propio (solo con el nombre y primer apellido del padre), también apuramos esta posibilidad, sin hallazgo del que interesa bajo la letra P y en los años oportunos de la investigación.

       Tal vez el Diego primero falleció pronto, acaso recién nacido, y estos fallecimientos prematuros, tan frecuentes en aquellos tiempos, llevaban a los archiveros a desconocer o prescindir de la inscripción. Años enteros hemos visto, por índices, en que no figura fallecido ningún párvulo, y luego a veces existe lista de párvulos, agrupados, comprensivas de varios años, lo cual justifica lo que hemos dicho. Pudo ocurrir este fallecimiento fuera de Alcalá, o darse alguna otra causa que explique la omisión registral. Es cierto también que algunas líneas son ilegibles, sobre todo por el mal estado de la tinta.

       Igual resultado negativo obtuvimos de las Confirmaciones. Sólo aparece, en el período que nos ocupa, la administración del Sacramento en la Visita realizada por fray Tomás del Valle, Obispo de Cádiz, dominico. Confiere la Confirmación en el templo dominicano de Alcalá de los Gazules el 1 de Mayo de 1740. Si corresponde al futuro Beneficiado, como parece, la referencia que ya registramos en el libro Historia de la Congregación-Beaterio..., Diego de Viera recibe la confirmación con ¡un año y medio de edad! Lo permitiría quizá entonces la disciplina eclesiástica..., y la benignidad de dispensar del Obispo. (Hemos conocido un caso análogo en Alcalá: Doña María Martínez Soto, señora de Guerra, fue confirmada en 23 de Abril de 1924, por el Obispo de Cádiz don Marcial López Criado, cuando, según resulta de su nacimiento y de esta nota de inscripción de su matrimonio, tenía dos años y tres días de edad.)

       En la partida de bautismo de 1738 -la auténtica del Siervo de Dios- actúa como ministro del Sacramento D. Juan de Ceballos, Beneficiado y Cura. Este alcalaíno tiene testamento otorgado en 12 de julio de 1774, donde manda enterrarse en la Iglesia Mayor y con el ritual que se usaba con los sacerdotes.



       Los padrinos bautismales de Viera son los alcalaínos Manuel Jarillo y su mujer, Doña Ana María Repilado, también vecinos de la entonces Villa. Manuel, a 24 de Octubre de 1737, dio a su mujer el Poder necesario para otorgar el testamento de aquél; ordenó sepultura en el Hospital de la Santa Caridad y Escuela de Cristo, de la que era Hermano. Parece deducirse que la piadosa Escuela de Cristo radicaba entonces en la Iglesia de este Hospital de la Misericordia, con especial dedicación a sus enfermos. Las herederas del póderdante y de su mujer fueron sus tres hijas llamadas Isabel Maria Jarillo, Mariana Matheos Jarillo e Inés María Jarillo Repilado. Este apellido Matheos nos recuerda el de Dª Andrea Matheos, la primera mujer de Juan Ángel de Viera, en los instrumentos de la viuda de Jarillo de su apoderamiento en 1737 (y del mencionado testamento, en 7 de agosto de 1769), firma como testigo instrumental; e igualmente cuando la citada Mariana hace su poder testamentario a su marido Juan Caballero, en 16 de marzo de 1754, uno de los testigos fue Juan Esteban Ángel, el hermano mayor de nuestro Beneficiado. Debe de existir, por consiguiente, alguna relación de parentesco entre estos Jarillo y los Viera, quizá por vía de la primera mujer de Juan Ángel de Viera.
   
        Acabamos aquí estas investigaciones. Nos obligan a una rectificación importante: don Diego nació el 19 de noviembre de 1738. Atención, pues, al cambio si procede en la fecha del busto, de su lápida, de los libros, incluido el nuestro propio... Es la servidumbre y mérito de la Historia, que no desdeña cualquier obligada rectificación, aunque nos duelan los usos adquiridos.

   
        Pero, en rigor, también debemos alegrarnos de hallar la verdad. Cualquier circunstancia biográfica exacta que toque a personalidades señeras, interesa a todos, pues se trata de seres que llegaron por senderos insignes a ser como partes y elementos del alma de la tierra, personalidades que “con ellas y en ellas, todos tenemos cierto linaje de convivencia y condominio” (Rodríguez Marín).

       En definitiva, sirvamos a la fidelidad del saber, que equivale a honrarnos todos. Como ya dijo Polibio, sin verdad no hay Historia, y sin Historia -sugirió Dilthey-, tampoco hay verdad humana que nos valga. La razón puede reconocerse a sí misma en la Historia, en la que hace y escribe. Sobre esta línea abierta persistimos, hasta hoy, retornando y avanzando en este decir radicalmente humano. Y en él, mal hermeneuta será el que crea que pueda quedarse con la última palabra.


NOTAS

(6) N. Ma. Cambiazo, “Memorias para la biografía... de Cádiz” t. I, Madrid 1829, p.42

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