sábado, 31 de octubre de 2020

De Casta mora y de blasón latino


El presente artículo se publicó en la Revista "Fiestas y Velada en Honor de Ntra. Sra. de los Santos" en el año 1965, revista que sería el origen de la actual, Apuntes Históricos y de nuestro Patrimonio



Guillermo GARCIA JIMENEZ 


       Así comienzan unos versos maravillosos que se supone dedicó el poeta Ricardo León a este pueblo de la sierra, de rancia estirpe agarena y de acrisoladas virtudes cristianas. 

     Con razón en la fachada principal de sus Casas Consistoriales se lee: “LA MUY NOBLE, LEAL E ILUSTRE CIUDAD DE ALCALA DE LOS GAZULES” (título que le confirió Alfonso XI) ya que su historia se remonta a la época romana. Según Sánchez del Arco, los romanos denominaron REGINA un pueblo que ocupaba el sitio del actual Alcalá, reconociendo a sus hijos el derecho de ciudadanos de Roma. REGINA figura en la historia romana entre las ciudades que, afectas a la causa de los Pompeyos, se sometieron a César cuando vendó a Gneo en la batalla de Munda. Su partida de nacimiento, escrita y romana, se conserva desde 1866 en el Museo del Louvre de París. Es la famosa lápida Lascuta, primera inscripción romana que se conoce en España. Contiene un decreto en el que el general Paulo Emilio concede la libertad de los siervos de Lascuta, que pertenecía a Hasta. Está fechada en el Invierno del año 189 a. J. C. 

     Caído el Imperio romano, REGINA fue asolada por los pueblos bárbaros, vándalos y godos, que todo lo arrasaron y destruyeron. Bajo mantos de tierra quedaron escondidos sus mármoles preciados que denotaban la grandeza de sus edificaciones y cuya magnificencia se manifiesta en las lápidas y monedas que frecuentemente ha ido descubriendo el arado. Muchos años después, los campos de Alcalá fueron teatro de una gran desdicha: la caída del Imperio godo y el nacimiento del musulmán. 

     En su comarca (laguna de la Janda) se libró la famosa batalla que la historia llama del río Guadalete, en que quedó destrozado el poder del rey godo Den Rodrigo. 

     Triunfalmente el árabe Tarik en la batalla del Lago (como la conocen los escritores moros), perisigue a las diezmadas tropas visigodas a través del territorio alcalaíno y por una estrecha garganta que llaman Angostura de Algeciras (Boca de la Foz) desemboca en otros valles, pasa el Guadalete y cae sobre Astigia (Écija) venciéndoles nuevamente y desapareciendo totalmente la monarquía goda. 

    Alcalá fue ocupada por los "gazues" o "gacies" berberiscos, tropas mahometanas que se formaban para extender su religión por la fuerza de la espada y que acudían al servicio de sus reyes al llamarlos a la guerra santa. De ahí Alcalá de los gazues, que equivale a de los berberiscos de la guerra santa. 

    Los árabes consiguieron edificar una bonita ciudad sobre aquella roca llamada "la Coracha", con palacios, minaretes, acueductos, estanques y jardines, con ese sello exquisito y artístico que supieron imprimir a cuantas obras realizaron para recreo y esparcimiento de los moradores de sus pueblos, y para hablarnos del esplendor de aquella época nadie mejor que Ricardo de León, el cual nos dice en bella y cincelada prosa: "Penetrar en Alcalá cuando la hicieron su corte los príncipes moros, era como entrar por la puerta del paraíso". ¡Que de mezquitas y alcázares, acueductos y baños y perfumados jardines! Allí, donde hasta la respiración era un deleite, y un renovado placer el ejercicio de los sentido, cantaban los poetas disputando la palma a los ruiseñores, sonaba el eco perpetuo de la zambra y de lar fiestas; magos alarifes sembraban de arabescos los patios y tarbeas de los alcázares; corrían las aguas bulliciosas en fontanas y atanores, y a la sombra de los mirtos paseaban las más gentiles mujeres que los romances cuentan Zorayas y Jarifas, ociosas y enamoradas …” 

     De aquel esplendoroso pasado quedan vestigios imperecederos, como los canales de agua bajo tierra que atraviesan parte del pueblo, corredores subterráneos, huertas y molinos musulmanes, las ruinas de su castillo «la fabulosa Alcazaba» cuyos muros derruidos desafían el paso de los siglos y los fuertes vientos que le combaten por todos lados, cuevas con aberturas que conducen a un mundo de fantasía y misterio en las que nadie se atreve a penetrar y en cuyas entrañas tal vez se conserven cementerios romanos o reliquias y tesoros de los árabes 

     Largos años estuvo la ciudad en poder del infiel. Recien constituido el reino de Granada, Don Fernando El Santo subyugó a los moros de Alcalá que le rindieron vasallaje hasta su muerte, en que se alzaron de nuevo; más corta fue su independencia pues quedó conquistada definitivamente para Cristo por Don Alfonso El Sabio el día de San Jorge del año 1269. 

    La "Antigua Puerta de la Villa" señalaba la entrada a su recinto amurallado, trozos de cuyas defensas aún pueden verse sirviendo de muro de contención a la especial construcción de algunas de sus calles. 

    Después la ciudad fue extendiéndose hacia abajo, hasta cubrir por la parte de Levante toda la roca, y hoy ofrece la magnífica perspectiva de sus casitas blancas, escalonadas superpuestas unas sobre otras, como prendidas en un telón de fondo (la peña) en contraste maravilloso entre la blanca cal de sus paredes, el amarillo musgoso de sus tejados y el fondo azul purísimo de tu cielo, conjunto digno de ser copiado por el pincel de un artista. 

     Los amantes de lo arcaico y antiguo, no es ni en las calles limpias, recién pavimentadas, llenas de luz y del espléndido sol de Andalucía, ni en las modernas construcciones, donde deben buscar el encanto de este pueblo milenario. 

     Hay que adentrarse en la parte vieja de la población y extasiarse en muda contemplación ante las ruinas de su antaño hermosas mansiones, en el frontispicio de cuyos portales aún campea el escudo de armas de aquellos hidalgos que las habitaron, y no es difícil sugestionarse ante estas sombras del pasado y ver desfilar en nuestra imaginación hechos que debieron tener lugar, verbigracia, bajo aquel balcón cercano a la Huerta del sol que sólo conserva su parte inferior, en el que una linda dama escucharla embelesada las dulces estrofas de amor que le brindaba su galán en una noche de efluvios primaverales, cuando la luna, semiescondida tras los árboles del monte Larios, sumía la escena en suaves tonalidades de ensueño, y la brisa que subía "Coracha" arriba, traía los ecos de las guitarras que manos expertas teñían en el desaparecido barrio de Las Tendidas, aquel picaresco y festivo Sacromonte alcalaíno que nos legaron los árabes, y que podemos figurarnos estuvo emplazado ¡0h, alto poder de la imaginación! entre la actual Fuente Salada y la capillita de la Virgen de los Santos. 

     Rememorar ese pasado glorioso, es como sumirse en un dulce sueño, rebosante de emociones y recuerdos evocadores, del cual no nos quedan más testigos que estas piedras y estas ruinas, y este humilde emborronador de cuartillas, se ve obligado a enfundar su pluma, por falta de espacio, después de haberos traído como un hálito de vida de un ayer lejano en nuestro quehacer histórico. 


1 comentario:

  1. Gracias Ismael por esas historias que nos publicas de Alcalá tan interesantes, me encanta ojala muy pronto pueda leer más historias como esta que acabo de leer, un saludo

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