lunes, 3 de septiembre de 2012

El Santuario. Aproximación descriptiva (II)



LOS EDIFICIOS 

     El conjunto del Santuario se nos aparece de repente, como un impresionante cortijo andaluz, que deslumbra por su blancura y sorprende por su extensión. El edificio que aparece situado entre olivares y tierras bajas y bordeado por la cañada real, se organiza en torno a ese gran eje central que constituye la Iglesia, que orienta su entrada hacia el oeste, dando la fachada principal a la cañada real que pasa a sus pies, ya que, como mencionamos en otro capítulo, era el acceso originario al conjunto. Es por eso que actualmente cuando el visitante accede al Santuario, se encuentra con la cabecera de la Iglesia y no con la puerta de entrada, (es decir, se sitúa de espaldas al visitante). 

     Como decíamos, la Iglesia sería el centro del conjunto, pues alberga en su interior el principal punto de atención: la Imagen de Nuestra Señora de los Santos. Inmediatamente al lado de la Iglesia y contigua a ésta, se sitúa el patio del aljibe, llamado así por el pozo que hay en su centro y por el aljibe del subsuelo. Dicho patio debe de ser de una época posterior a la Iglesia. A su alrededor, se articulan los «cuartos» o habitaciones que en un principio tenían como misión dar cobijo a peregrinos y visitantes y que ahora se utilizan para el disfrute privado, previa subasta pública, de los mismos en los días de romería y octava. 

El patio del santuario antes de 1950.
Es destacable los rosetones entre los arcos, espacio hoy ocupado por azulejos con un viacrucis.

     En el lado oeste de dicho patio está la puerta de entrada que comunica con el patio de en medio, bastante posterior al anterior, formado por la casa del santero y los muros de las cocinas. Dependencias que se sitúan en un nivel inferior y que también tienen entrada por la cerca, siendo en ellas donde se hace el famoso rancho de la romería y donde los que van de acampada, convivencia, etc., preparan sus comidas. 

     A continuación aparece el patio exterior o patio de entrada, que no es más que el cerramiento a media altura de parte de la explanada de acceso. 

Entrada al patio de enmedio
(fotografía posiblemente tomada por Quijano en 1926)

     En la explanada y a su lado izquierdo según se accede, se situaban una hilera de cuartos que debido a su mal estado fueron derribados hace aproximadamente una década, y en su lugar ahora existe una balaustrada que permite una preciosa vista de la cerca y del campo colindante. Siguiendo con la descripción de la explanada nos encontramos con el actual bar, antigua escuela rural construida a fines de los sesenta. Igualmente, no podemos olvidar que es en esa explanada donde se colocan los puestos de la romería y la octava. 

     Por el lado norte y lindando con el olivar, existen más cuartos adosados a la Iglesia, que no tienen comunicación con el patio del aljibe y que se les conoce popularmente como cuartos “fuera del ambiente”. También y al lado de la puerta de la Iglesia, está la casa que actualmente habita «Domingo» el hijo de una antigua santera, que actualmente vive solo. 

     El Santuario responde pues a una clara estructura organizativa, a medias entre los monasterios medievales (recogida y cobijo de peregrinos, patio-claustro-Iglesia, cocinas colectivas, etc.) y los cortijos andaluces (cal, flores, frescor, etc.).

Romería en 1926. (fotografía de Quijano)
 Puede verse la hilera de cuartos derribados en la década de 1980

LA IGLESIA 

     Pasemos ahora al estudio de la iglesia: de sus orígenes constructivos, nada sabemos. Al igual que el Santuario, del que forma parte principal, debió de comenzar a edificarse en el siglo XV. (Fernando Toscano lo sitúa hacia 1440), aunque la traza actual debe de ser del siglo XVII, pues repite los mismos detalles arquitectónicos que aparecen en las reformas efectuadas en la Parroquia de San Jorge (1637) y en la construcción de la Iglesia de la Victoria a comienzos del mismo siglo. Hoy, la Iglesia se encuentra en buenas condiciones, aunque quizás las techumbres exteriores necesitasen una urgente reparación, consistente en la sustitución de las vigas en mal estado y en la colocación de las tejas que faltan. 

     Nos encontramos que es un edificio de no muy grandes dimensiones edificado en planta de cruz patriarcal, sobresaliendo mínimamente el crucero de la única nave que tiene la Iglesia. Sobre los gruesos muros se levanta la bóveda de medio cañón de la nave central, que en su unión con el minúsculo crucero soportan una cúpula de media naranja rebajada sobre pechinas, y a continuación el presbiterio elevado en dos gradas sobre el nivel de la Iglesia. Las bóvedas se cubren por fuera con una cubierta de tejas a dos aguas, y las cúpulas (de la Iglesia y del camarín) a cuatro aguas. En cuanto a la traza ya hemos mencionado que debe de ser de mediados del siglo XVII, aunque debió de ser la consecuencia de las reformas efectuadas en la primitiva ermita. 


     En los años cincuenta del presente siglo, se agranda el espacio interior de la Iglesia, pues se recupera el dedicado a las puertas interiores de madera cuya estructura es retirada. 

     La Iglesia tiene tres puertas. La más utilizada es la puerta que da al patio del aljibe y que es la entrada que todo el mundo practica, pero que no es la principal. Esta puerta no tiene motivos ornamentales ni arquitectónicos dignos de destacar y sólo merece la atención el gran portón de madera con clavos de bronce y su artístico enrejado de la parte superior. Justo enfrente está la llamada puerta del olivar, que es la puerta que menos se utiliza en el Santuario y que tiene como función aligerar el tránsito de personas dentro de la Iglesia en los días señalados,. (Por cierto tenemos que comentar la leyenda que existe sobre las marcas de unas manos grabadas sobre el escalón de la entrada. Dicha leyenda cuenta que estas manos son las de un ladrón que intentó robar a la Virgen). En cuanto a la tercera puerta, la de la entrada natural y principal de la Iglesia, como queda expuesto, está situada a los pies de la misma, orientada al oeste. Forma parte de la portada de la Iglesia, siendo ésta muy simple en su composición pues estaría dotada de tres cuerpos o partes fundamentales: la puerta propiamente dicha, que es muy sencilla y no presenta ningún detalle ornamental; un segundo cuerpo compuesto por una pequeña cornisa y la ventana del coro y el tercer nivel formado por la espadaña y el cuerpo de campanas. En esta espadaña se repite el modelo constructivo de la existente en la Iglesia de la Victoria de Alcalá. La podríamos fechar en el siglo XVIII y conjugaría la alternancia de líneas curvas y rectas tan propias del neoclásico. Alberga el cuerpo de campanas con dos grandes en la parte inferior y una más pequeña coronando el conjunto. 

     Una vez entramos en la Iglesia nos encontramos un precioso recinto que sorprende por su recogimiento y el carácter intimista que transmite. Una única fila de bancos de madera ocupa la nave central hasta el altar mayor. A la altura de las dos puertas laterales se eleva el coro con balaustrada corrida y campanillas en las esquinas. Al coro se llega por el patio del aljibe a través de los cuartos superiores. En él no hay nada destacable, quizás un viejo armonio. 

     Junto a las puertas laterales aparecen sendas pilas de agua bendita, hechas en mármol y actualmente vacías. 

     En la puerta del olivar, a la derecha entrando, se sitúa el pastorcillo, pequeña imagen policromada, de unos 40 cms de altura al que se viste con diferentes ropas y al que los peregrinos “obsequian” con cigarrillos y monedas que depositan en la bandeja que hay a sus pies. 

A ambos lados de la nave y pegada a los muros, se coloca una sillería corrida de madera de pino con incrustaciones en caoba. Es precisamente en esta parte de la nave, donde cuelgan de sus muros los famosos exvotos que dan merecida fama al Santuario. 

 
      Estamos pues, sin lugar a dudas ante la colección de exvotos más importante de Andalucía. Su calidad es tal que merecería un estudio monográfico por sí sola. 

     Pero, ¿qué es un exvoto?. Salvador Rodríguez Becerra y José M. Vázquez Soto, definen el exvoto diciendo que “...Cuando la promesa hecha a un ser sobrenatural ha tenido satisfacción, a juicio del individuo o grupo que la formuló, sé expresa por medio de un regalo o don materializado en un objeto perdurable y entonces recibe el nombre de EXVOTO es decir, por voto...” 

     En Alcalá, la inmensa mayoría de ellos, son tablas y lienzos pintados, con una antigüedad que oscila entre el siglo XVIII y nuestros días. La temática es de lo más variada, desde accidentes a enfermedades, sin olvidar todo tipo de problemas humanos, siendo la Virgen el centro de la promesa, acompañada ocasionalmente por el Nazareno u otros santos. 

     Algunos de los cuadros son de una calidad extraordinaria, pues sus autores llegan a dominarla composición, la perspectiva, el color, los tonos, etc... 

     Así, se pueden encontrar “series” de cuadros del mismo autor. Aunque tampoco podemos olvidar que la gran mayoría son realizados por personas con pocos conocimientos artísticos, lo que nos lleva a cuadros de unas características casi “naifs”. 

     Otro aspecto importante, es que en las pinturas vemos reflejados los distintos tipos humanos de nuestro pueblo a través del tiempo, por lo que la colección adquiere un valor histórico y antropológico impresionante. 

     Volviendo a la descripción del conjunto, en esta zona central pende del techo una magnífica araña de cristal regalo de Don Miguel Fernández Rodríguez. 

Crucifijo en altar del pequeño crucero

     Aprovechando el pequeñísimo crucero se sitúan en cada extremo sendos altares: en el lado del evangelio un altar de baja calidad que alberga la imagen de un crucificado de excelente factura y que nos inclinamos a pensar, pertenece a la Escuela Granadina. Así varios objetos de culto a ambos lados. Junto a éste hay dos cuadros que están tan oscurecidos que casi no se puede adivinar lo que nos enseñan, aunque por su simbología parece que representan a los evangelistas. En el lado de la epístola existe otro altar de baja calidad en el que se enmarca un cuadro dedicado a San Francisco, con la leyenda en la parte superior de Charitas. Al igual que en el otro altar hay dos cuadros de las mismas características. Pensamos que sería interesante una restauración de los cuatro cuadros, pues intuimos puedan tratarse de obras de indudable valor. Sobre la mesa del altar existe un pequeño niño Jesús vestido al que los visitantes tienen gran devoción. 

Niño de la fertilidad

     De la cúpula pende otra magnífica araña de iluminación, regalo de Don Francisco y Dña. Margarita Serrano. 

     Precisamente, durante el mes de Mayo de 1994, cuando se estaban realizando tareas de limpieza y encalado de paredes, al llegar a la pequeña cúpula del crucero, se desprendieron algunos trozos del enlucido, dejando al descubierto lo que parecían ser unas pinturas. Avisados los miembros de la Hermandad y viéndose la importancia del hallazgo, se pusieron en contacto con un equipo de restauradores dirigido por los Licenciados en Bellas Artes, D. Ricardo Llamas León, y D. Miguel Ángel Pérez. Este equipo trabajó durante los meses de Julio y Agosto y una vez terminada dicha restauración, no podemos más que decir que el resultado ha sido espectacular. 

     La cúpula se nos aparece como una maravillosa manifestación barroca de luz y color. Se organiza en un programa iconográfico que se repite en cada una de las ocho lunetas de la que consta. La composición, de abigarrada y colorista decoración floral, sirve de enmarque al verdadero tema central del programa: ángeles, de estilo claramente barroco, que portan los atributos marianos cubiertos por coronas. 

Según opinión del Profesor Llamas, las pinturas son de excelente traza, aunque desgraciadamente no tenemos constancia de su autoría. 

Siendo todo esto de extraordinario valor, la sorpresa vino después, cuando haciendo diferentes catas se comprobó que las pinturas llegaban hasta las paredes de los paramentos latera- les. Con todo, sólo se dejó al descubierto la cornisa, y las cuatro pechinas. Y es en éstas donde nos aparece la sorpresa mayor, con las imágenes de las cuatro evangelistas perfectamente realizadas. Aparecen con sus símbolos tradicionales (tetramorfos), y cada uno con sus características propias. 

     El conjunto pictórico puede ser datable a principios del siglo XVIII. 

Cúpula de la iglesia

     También durante el verano se sustituyeron las vidrieras de la iglesia, de escaso valor. Las nuevas; que recogen tema alusivo a la coronación de la Virgen, han sido donadas por D. Antonio Galán Ahumada, y realizadas en los talleres sevillanos de Cristalería «El Arenal». 

     En cuanto al altar mayor, cabe decir, que se organiza en torno al foco de atención que supone la visión de la Virgen desde la Iglesia, gracias al gran vano central que comunica el altar con el camarín. Para compensar el desnivel existente desde la altura del camarín hasta la mesa del altar, nos encontramos con cinco escalones, antaño utilizados —hasta 1950— para la bajada o descenso de la Imagen antes de cualquier procesión. Desde el citado año de 1950, fecha en la que se hizo la escalera de bajada desde el camarín al exterior, estos cinco escalones no son utilizados para su fin original y en la actualidad sirven como escala para la colocación de candelabros, jarras, y otros elementos ornamentales. 

     A ambos lados del vano se coloca a San Pedro y San Pablo, fácilmente identificables por sus símbolos. Fernando Toscano quiere ver aquí la representación, por medio de estos dos santos, de toda la Iglesia, o lo que es lo mismo, de todos los santos, lo que encajaría perfectamente con el nombre de la imagen. 

     Por encima del vano se sitúan dos ángeles que sostienen una corona real colocada encima de un medallón con la leyenda “Sanctus, Sanctus, Sanctus”. 


     Sobre la mesa del altar existe un precioso sagrario de metal sobredorado y a ambos lados la bandera y el estandarte de la Hermandad. 

     Completa todo el conjunto la nueva mesa del altar y los asientos para los sacerdotes, todos ellos elementos de fechas recientes. En las esquinas hay sendos ángeles con lampadarios de plata que se creían de regular mérito artístico, pero que aprovechando la presencia de los restauradores de los frescos de la cúpula, fueron restaurados, adquiriendo su original belleza, con unas tonalidades espléndidas y de un gran valor artístico. En conjunto, el retablo no tiene un gran valor artístico ni por su elaboración ni composición y nos atreveríamos a sugerir una restauración consistente en la limpieza del polvo y en algunos arreglos de pequeños desperfectos que afean el conjunto.

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