jueves, 27 de febrero de 2020

Nuevas atribuciones de escultura genovesa en el sur de España



Extracto del Artículo publicado en 
LABORATORIO DE ARTE 31 (2019), pp. 441-454 


José Miguel Sánchez Peña 
Museo de Cádiz. España
hout.mg@gmail.com

        El presente estudio trata en líneas generales de la llegada a Cádiz y a otros lugares de la provincia y de Andalucía, en el siglo XVIII, de esculturas de madera policromada de procedencia genovesa.

     Pero también, y a lo largo de esa centuria, llegan a Cádiz escultores genoveses que se asientan en la ciudad instalando sus talleres y realizando esculturas. Las obras de estos adquieren enseguida una
gran fama y difusión, y tienen como destino no solo la ciudad de Cádiz, sino también diversos puntos de Andalucía. 

INTRODUCCIÓN 

      La existencia de esculturas lígneas de procedencia genovesa en la ciudad de Cádiz es un hecho ya estudiado y documentado; fue el historiador Hipólito Sancho de Sopranis pionero en el tema, al abordarlo con una serie de artículos en el periódico La Información del Lunes, que se editaba en Cádiz ese día de la semana a mediados del siglo pasado[1]. Le siguió el historiador Enrique Hormigo Sánchez,  quien aporta información sobre artistas genoveses y saca a la luz al desconocido Domingo Giscardi, uno de los escultores genoveses con mayor número de obras en Cádiz[2]. Años después, se trata el tema con mayor profundidad con sendos estudios publicados en Génova (1991)[3] y en Cádiz (2006)[4], a los que siguen artículos en prensa y revistas como resultado de la continua aparición o identificación de esculturas genovesas. 

      Un selecto y no muy abundante número de estas esculturas policromadas comenzaron a llegar desde Génova en el primer tercio del siglo XVIII, y no solamente a Cádiz, sino también a diversos lugares de la provincia e incluso de Andalucía. Como ejemplos destacados tenemos en la capital el Arcángel San Rafael de la iglesia de San Juan de Dios[5] y la Virgen del Carmen de Portacoeli, del convento del Carmen[6]; en San Fernando (Cádiz), el Crucifijo de la Salud[7] y la imagen de San José con el Niño[8], en el convento del Carmen de esta ciudad; y, en Antequera (Málaga), en la iglesia de San Pedro, una imagen de la Inmaculada[9]. En fechas más recientes hemos identificado varias imágenes de procedencia genovesa: en el convento de las carmelitas descalzas de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), una Inmaculada[10]; en la catedral de Jerez, otra imagen de la Inmaculada[11]; en Puente Genil (Córdoba), una Virgen de los Ángeles[12], y, en la iglesia de San Mateo de Tarifa, una imagen de San Francisco de factura y procedencia genovesa, una obra de gran calidad que adscribimos al taller de Anton María Maragliano.[13] Son algunos ejemplos concretos, cuyo elenco a buen seguro se irá ampliando con el paso de los años. 

      En el tercio central del siglo XVIII, tras el fallecimiento de Maragliano, se produce la llegada a Cádiz de un elevado número de escultores ligures que se establecen en la ciudad. En realidad, son continuadores del estilo y la técnica de Maragliano; a ello hay que añadir la descendencia de estos artistas, nacidos en Cádiz, hijos de padres genoveses, lo que garantizaba una continuación de los talleres. 

     Del mismo modo que llegan esculturas procedentes de Génova, como ya hemos citado anteriormente, muchas obras realizadas en Cádiz por los artistas genoveses tienen como destino diversos puntos no solo de la provincia sino también de Andalucía. Podemos hablar de casos concretos como el Crucificado y las tallas de pequeño formato de San Servando y San Germán de la ermita de la Oliva de Vejer de la Frontera (Cádiz)[14]. En la parroquial de Nuestra Señora de la O de Rota (Cádiz), se encuentra una Sagrada Familia, obra de tamaño académico del genovés Domingo Giscadi[15], autor también de la imagen de Santa Ana con la Virgen niña de la ermita con esa advocación de Chiclana (Cádiz)[16]. En el convento de los capuchinos de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), se venera una destacada imagen de San Antonio de Padua con el Niño, que procede de la localidad de San Fernando. Es obra del escultor nacido en Cádiz, hijo de padres genoveses, Juan Gandulfo.[17] Recordemos que el escultor Juan Gandulfo realizó diversas obras para la iglesia mayor de San Pedro y San Pablo de esa misma ciudad. También debió de gozar de cierto prestigio cuando realizó trabajos para el oratorio de la Santa Cueva de Cádiz. Al mismo tiempo aparece registrado como perito, tasando junto a otras personas -relojero, pintor, mercader de libros, etc.- en el reparto de bienes de don Marcelino Martínez Junquera en Cádiz, figurando como maestro escultor[18]

      Las esculturas realizadas por los maestros genoveses tienen todas unas características comunes, formales, estilísticas y sobre todo técnicas, que las diferencian del resto de las escuelas coetáneas[19]. Las imágenes que llegan de la Liguria están ejecutadas la mayoría en madera de tilo, e incluso en abedul, utilizándose grandes bloques o troncos, o, lo que es lo mismo, tablones de gran escuadría. Las que ejecutan los artistas ligures en Cádiz se hallan realizadas en madera de cedro, que era un tipo de madera muy abundante en Cádiz en esa época, procedente de las Indias, y en algunos casos en madera de ciprés según hemos comprobado. Cuando a finales de la centuria escasea el cedro, ya que decae la importación de maderas de las Indias, se utiliza el pino. El tilo es una madera muy propensa a ser atacada por los xilófagos en climas húmedos y calurosos. El cedro, al contrario, es indemne ante este problema, muy apto para la talla, pero en algunos casos puntuales presenta “la pudrición parda”, producida por un hongo y la acción de la humedad unida a los ambientes calurosos, húmedos, oscuros y con poca ventilación. Los escultores genoveses utilizan ojos de cristal -cuarto de esfera-, que van colocados por el exterior, y se superponen los párpados de pasta. En las imágenes de talla completa se observan estofados de gran riqueza polícroma, con abundancia de la técnica de “la barbotina”, en relieve. Esta labor la realizan de forma indiferente tanto doradores genoveses
como españoles residentes en Cádiz, alcanzando altas cotas de calidad y maestría como puede comprobarse. 

      Finalmente hemos de decir que la aparición de esculturas, especialmente las de pequeño formato, es continua y van identificándose muchas obras. En este sentido hacemos diversas propuestas de atribución de una serie de esculturas polícromas que hemos ido identificando desde hace tiempo. 

NUEVAS ATRIBUCIONES 

Virgen con el Niño. Iglesia parroquial de San Jorge, 
Alcalá de los Gazules (Cádiz) 

       La imagen de la Virgen con el Niño que preside en la actualidad un retablo en el crucero, lado del evangelio, de la parroquia de San Jorge de Alcalá de los Gazules (Cádiz) parece ser que procede del extinto convento de Santo Domingo de la misma localidad[20]. Se trata de una talla que por sus rasgos morfológicos, técnicos y estilísticos podemos atribuir al escultor genovés Domingo Giscardi[21]


      La imagen de la Virgen aparece sosteniendo al Niño con su mano izquierda, como es usual en las imágenes de esta temática de escuela genovesa, mientras que en la derecha sostiene un cetro. El conjunto se sitúa sobre un trono de nubes, y en la imagen son visibles los pies, que calzan sandalias, siguiendo la secular costumbre de los maestros italianos. La cabeza se cubre parcialmente con un tocado, y el manto descansa sobre el hombro izquierdo; la figura destaca por su actitud hierática. Los ropajes, túnica carmín y manto azul, con rica decoración estofada y policromada, ofrecen plegados que dejan entrever volúmenes, como brazos y  piernas. La figura del Niño aparece bendiciendo con su mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene el globo terráqueo rematado con la cruz. 



      Ambas imágenes repiten conocidos modelos del escultor, tanto en los rostros como en la indumentaria de la Virgen. De hecho, el rostro recuerda a los de las imágenes de los grupos de Tobías y el Ángel existentes en las iglesias gaditanas de Santiago y San Antonio. En cuanto a la figura del Niño, la talla y disposición del cabello nos remite a los ángeles lampareros de la Palma o los del Sagrario de San Francisco, ambos en Cádiz. 



Fecha de recepción: 30 de septiembre de 2018 
Fecha de aceptación: 1 de julio de 2019 



NOTAS

(Fotografías del autor del artículo)

[1] Los artículos citados se publicaron en La Información del Lunes en 1958, dentro de una serie dedicada al arte en Cádiz. 

[2] HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique: “Las obras en Cádiz del escultor genovés Domingo Giscardi”, Anales de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz, 4, 1986, pp. 87-95. 

[3] ARANDA LINARES, Carmen; HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Scultura lignea genovesa a cadice nel settecento. Opere e documenti. Génova, 1993. 

[4] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa. Artífices del Setecientos en Cádiz. Cádiz, 2006. 

[5] Ibidem, pp. 98-100. 

[6] Además de estas dos obras citadas, la primera por el historiador Ratti, tenemos las imágenes de San Francisco de Asís y de San Jerónimo en la capilla del Pilar de San Lorenzo, entre otras imágenes importadas. ARANDA LINARES, Carmen; HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Scultura lignea..., op. cit., pp. 69-70; FRANCHINI GUELFI, Fausta: “Documenti per la Scultura Genovese del Settecento”, Atti della Societá Ligure di Storia Patria (Nuova Serie), XXIX (CIII), Fasc. I, 1989, pp. 425-446; y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa., op. cit., pp. 101-103. 

[7] ARANDA LINARES, Carmen; HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Scultura lignea., op. cit., p. 68; MANZANO BELTRÁN, Pedro: “El Cristo de la Salud”, en Iconografía y Arte Carmelitanos. Madrid, 1991, p. 144; SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa., op. cit., pp. 100-101; y SANGUINETI, Da- niele: Antón María Maragliano. Génova, 1998, p. 191. 

[8] MANZANO BELTRÁN, Pedro: “Breves noticias sobre esculturas italianas en la iglesia conventual de Ntra. Sra. del Carmen de San Fernando (Cádiz)”, Anales de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz, 8, 1990, pp. 119-129. 
 
[9] ROMERO TORRES, José Luis: “Inmaculada”, en Tota Pulchra (El Arte de la Iglesia de Málaga). Málaga, 2005, p. 222. 

[10] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: “Esculturas Genovesas en Cádiz”, Anales de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz, 13, 1995, pp. 165-170. 

[11] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: “Una Inmaculada genovesa en la Catedral de Jerez”, Diario de Cádiz, 28-12-2015, p. 47. 

[12] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa..., op. cit., pp. 106-107. 

[13] Hace años identifiqué esta imagen como obra del taller de Maragliano, cuya información trasladé al profesor Daniele Sanguineti, que la dio a conocer. Procede de un convento desaparecido de Tarifa. SANGUINETI, Daniele: Anton Maria Maragliano 1664-1739. Génova, 2012, p. 338; y PATRÓN SANDOVAL, Juan Antonio: “El Convento Franciscano de San Juan de Prado”, Aljaranda, 54, 2004, p. 29. 

[14] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa..., op. cit., pp. 159-160. 

[15] Ibidem, p. 146. 

[16] Ibid, p. 130. 

[17] http://www.islapasion.net/arteehistoria/hermandadesextinguidas_mosig27.html; y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa., op. cit., pp. 170-182. 

[18] AHPC (Archivo Histórico Provincial de Cádiz), leg. 1869, s. f., 19-2-1777. 

[19] Para más información sobre la técnica de la escultura genovesa, véase ARANDA LINARES, Carmen; HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Scultura lignea..., op. cit., pp. 49-58; SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa..., op. cit., pp. 59-75; y SANGUINETI, Daniele: Anton Maria Maragliano, op. cit., pp. 88-96 y 141-160. 

[20] El examen de la imagen se ha hecho con la misma colocada en el altar, lo que no ha permitido verla de cerca, y no hemos podido averiguar el tipo de madera que se utilizó, que suponemos será cedro. Mide un metro de altura aproximadamente. Agradecemos a don Gabriel y a don Ismael Almagro Montes de Oca la información y facilidades otorgadas para fotografiar y estudiar esta imagen. 

[21] SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa..., op. cit., pp. 125-146.

viernes, 14 de febrero de 2020

De héroe de Cuba a maestro en Alcalá



Ismael Almagro Montes de Oca 

      La pincelada de Historia de hoy servirá para acercarnos, de manera breve, a la figura de Nemesio Maceiras y Apellaniz, un zamorano que llegó a Alcalá a finales del siglo XIX para ejercer el cargo de maestro. 

     De su vida apenas conocemos datos, tan solo que nació en 1843 y que fue voluntario en la guerra de Cuba, donde tuvo una brillante actuación. En agradecimiento por sus servicios, le fue concedida una plaza de maestro en nuestra localidad, donde falleció el 28 de octubre de 1901 a la edad de 58 años. El ayuntamiento alcalaíno acordó correr con los gastos del nicho para el enterramiento de tan destacada figura: 

“Resultando altamente meritorios los servicios prestados a la Integridad de la Patria en la Isla de Cuba por el Sr. Nemesio Maceiras y Apellaniz, e infinitos los perjuicios que por tan bello ideal se le irrogaron al mismo, el que falleció el dia veinte y ocho del pasado mes; el Ayuntamiento a propuesta de su Presidente accidental y queriendo dar una prueba de la consideración y aprecio que en esta Ciudad se tuvo a tan buen español; acordó: Conceder a su viuda a perpetuidad el nicho que hoy ocupa el Sor. Maceiras, librando las ciento veinte y cinco pesetas, valor de dicha propiedad, con cargo al capitulo de imprevistos.”[2] 

      Nemesio Maceiras había llegado a Alcalá en mayo de 1899, tomando posesión el día 12 de dicho mes del cargo de auxiliar suplente de la escuela pública elemental de niños denominada de “San Jorge” por orden del Gobernador civil de la provincia.[2] 

      Posiblemente aparejado a la llegada en enero del año siguiente del maestro Santos A. Valencia y Madre para ocupar la plaza de director de dicha escuela[3] , plaza que había obtenido por oposición el año anterior,[4]  se produzca el cese de Nemesio en dicha escuela, y al quedarse sin trabajo, decide abrir una escuela privada con el título de “El Salvador”. 

     Por un cuestionario que le pide el juez municipal Agustín Marchante, siguiendo órdenes superiores, sabemos el número de alumnos que Nemesio Maceiras tenía matriculados en 1901: 

“Cumpliendo lo dispuesto por V. S. en su decreto marginal tengo el honor de manifestarle que los alumnos matriculados en la escuela particular <<El Salvador>> que dirijo son 49 y la asistencia media diaria de 47. 

Alcalá de los Gazules 18 Agosto 1901”[5] 

      Desconocemos donde estaba situada esta escuela, pero Nemesio vivía en el nº 10 de la calle Fernando de Casas junto a su esposa, Aurora Ruiz Acosta, que era natural de la localidad cubana de Cienfuegos en 1863.[6] 

      Lo curioso de toda esta historia es que, a pesar de premiar su heroísmo en Cuba con la plaza de maestro en Alcalá, Nemesio Maceiras había sido desterrado entre 1895 y 1898 desde la ciudad de Matanzas en Cuba, seguramente por simpatizar con la Revolución (recordemos que su mujer era cubana). Como les sucedió a otros muchos, debió ser deportado sin sentencia firme y sin posibilidad de defensa. 

      Es desterrado a Ceuta, donde permanece hasta que en julio de 1897 el general Weyler le concede el indulto y le autoriza para regresar a Cuba con motivo del cumpleaños del Rey[7] , regreso que nunca tendrá lugar, pues como hemos visto, las autoridades provinciales quisieron limpiar su nombre concediéndole la plaza de maestro y posteriormente el ayuntamiento alcalaíno quiso rendirle homenaje costeando su última morada. 




NOTAS

[1] Archivo Municipal Alcalá de los Gazules. Actas de Sesiones del Ayuntamiento pleno 1901-1902. Libro 9 folio 67 vto. Sesión del 18 de noviembre de 1901 

[2]  AMAG. Actas de Sesiones del Ayuntamiento pleno 1899-1900. Libro 7 folio 57 vto. Sesión del 22 de mayo de 1899 

[3] AMAG. Actas de Sesiones del Ayuntamiento pleno 1899-1900. Libro 7 folio 144 vto. Sesión del 20 de enero de 1900 

[4] Gaceta de Instrucción pública. Periódico semanal. Año XI nº 435 pág 4. Edición del 15 de diciembre de 1899. 

[5]  AMAG. Correspondencia y comunicaciones 1901 

[6]  AMAG. Padrón habitantes 1898-1901 legajo 192 folio 30 

[7] Así consta en la relación de indultados publicada en La Correspondencia de España, en su edición del 9 de julio de 1897. Año XLVIII Número 14399 pág. 1 y en la del Siglo Futuro del mismo día n.º 6.722 pag. 2

viernes, 7 de febrero de 2020

Alcalá de los Gazules en la Antigüedad



Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos y de nuestro Patrimonio 2017

Eloísa Toscano Gracia


INTRODUCCIÓN

       Si viajásemos al pasado y nos planteásemos construir una ciudad, el terreno donde se asentaría sería un elemento clave, por tanto, la elección de una zona apropiada no sería una cuestión menor que tratar con ligereza. Tendríamos muy en cuenta la existencia de una serie de elementos, entre los que podríamos destacar la visibilidad del terreno, la defensa natural del mismo, la cercanía del agua o la existencia en ese lugar de una población anterior.

      Pues bien, en el caso de nuestro pueblo contamos con todas estas deseadas características geográficas: altitud máxima de 210 metros sobre el nivel del mar, que aporta gran visibilidad y dota a la población que ocupara la Coracha de una defensa natural; abundancia de agua potable, pues contamos con un buen manantial en el propio cerro en el que se asienta nuestra ciudad, ya que se trata de una formación kárstica, algo que se observa no sólo en la existencia de este manantial sino también en las características covachas que salpican la Coracha[1]; además, los habitantes de esta zona podrían aprovechar los recursos naturales provenientes de la caza y madera de la sierra, las canteras del Aljibe y las cosechas y ganadería de la vega del río Barbate. Sin lugar a dudas, los musulmanes supieron apreciar todas estas características a la hora de asentarse pero, ¿le dieron los romanos la misma importancia a nuestro cerro?

       Si recurrimos a la etimología, el topónimo “Alcalá” hace referencia a algún tipo de fortaleza existente antes de la llegada musulmana. De este modo, sabemos que ya habría una población en nuestro pueblo anterior a los musulmanes; la cuestión aquí sería saber si esa población estaba asentada en nuestro cerro desde época visigoda, romana o prerromana.

VIAJE AL PASADO DE NUESTRO MUNICIPIO

- Alcalá musulmana

      El poblamiento musulmán no se cuestiona, a la vista están algunos de los restos que nos dejó esta población, como los tramos de muralla o la torre del homenaje. Así pues, retrocedamos aún más en busca de posibles pistas que nos dejaran pueblos anteriores.

- Alcalá visigoda

      La presencia visigoda en Alcalá queda constatada por algunos restos dispersos a lo largo del término municipal, como es el caso de Los Santos Nuevos[2]; sin embargo, en el caso de nuestro núcleo urbano no se conocen, a día de hoy, elementos típicamente visigodos. No obstante, es lógico pensar que, probablemente, en época visigoda y en los últimos años del Imperio seguiría existiendo una población en la Coracha, aunque la ciudad mostrase cierta decadencia respecto a periodos anteriores[3].

- Alcalá romana

      Pasemos, pues, a mencionar los vestigios estudiados en nuestro pueblo que avalarían la existencia de una población romana en la Coracha.

      En primer lugar, hay que recordar los restos del puente romano del río Barbate[4]. La presencia de un puente de estas características en tal lugar sólo puede explicarse ante dos posibilidades: la existencia de una calzada de gran importancia en este punto (un puente de piedra nunca está ligado a una calzada de poca importancia, donde se salvaría el obstáculo de un río de caudal temporal con un puente de barcas o un puente de madera), o bien la presencia de una ciudad cercana. También debemos hablar de los sillares y otros restos romanos en los niveles inferiores del castillo[5], dato del que se puede deducir la presencia de una edificación romana en este lugar. ¿Podría tratarse de una simple villa? Si seguimos las instrucciones de agrónomos romanos como Catón o Columela para la construcción de villae, éstas nunca debían situarse en la cima ni en llanuras que pudieran verse afectadas por las crecidas de un río, sino más bien a media ladera[6]. De acuerdo a esto, la construcción romana que hubiese bajo la torre del homenaje no sería una villa.



       En la construcción de la torre almohade se emplearon, al menos, tres lápidas romanas[7]; este hecho, sumado a la lápida romana encontrada en la Puerta Nueva, y que hoy adorna la cerca del Beaterio[8], nos hace pensar que existían enterramientos en las cercanías de la Coracha o, quizás, alguna necrópolis. La presencia de una necrópolis podría relacionarse con una villa asentada en nuestro cerro o, tal vez, con una ciudad.

       Es hora de pararnos en dos vestigios que resultan de especial importancia por la información que nos aportan en la búsqueda de un poblamiento romano de la Coracha: el nimphaneum de la Fuente de la Salada y el castellum aquae entre las calles San Juan de Ribera y Alfonso el Sabio. Ambos restos arqueológicos están relacionados con el abastecimiento de agua que, en el caso de nuestro cerro, no provendría en ninguno de los dos casos de un acueducto. Resulta necesario recordar que los romanos buscaban el agua limpia y pura para el consumo lejos de los núcleos de población, por tanto, pese a la cercanía de un río a la misma, el Barbate en este caso, el agua que abastecería la ciudad no se obtendría de aquí, sino de un lugar donde el pueblo y la contaminación proveniente de la actividad agraria y ganadera no afectase.

      Empecemos por la Fuente de la Salada, o nimphaneum, según apuntase ya Corzo en un primer estudio y ratificasen los arqueólogos Montañé[9]. Este yacimiento está compuesto por dos depósitos abovedados que guardan el agua proveniente del manantial que yace en el interior de nuestro karstico cerro. La amplia capacidad de estos depósitos nos lleva a pensar en una población de cierta importancia ya que, si este no fuera el caso, la otra explicación posible a semejantes depósitos monumentales sería la existencia de una villa de lujo en la zona, algo que resulta improbable. Los usos de estos depósitos también quedarían relacionados con la cercanía de una ciudad, ya que tanta monumentalidad en una construcción civil estaba relacionada con la propaganda política y la amplia capacidad de unos depósitos fuera de los límites de la ciudad podría estar vinculada con algún uso industrial del agua.

       Si atendemos a la ubicación y a las palabras de la Peña[10], el nimphaneum de la Salada respondería a una fuente aliviadero cuya finalidad principal no era otra que evitar que el manantial abundante del que obtenían el agua para el consumo rompiese por algún lugar no deseado. Estas fuentes aliviadero solían construirse cerca de los caminos de acceso a una ciudad con lo que, teniendo en cuenta la escarpada orografía de la cara norte de nuestro cerro y el lugar en el que se encuentran los pilares del puente romano, podríamos conjeturar que un camino de acceso a la ciudad coincidiría paralelamente con algunos tramos de la calle Nuestra Señora de los Santos.

       Pasemos ahora a desarrollar los datos que nos aporta el castellum aquae sobre una población romana en la Coracha. Este yacimiento está compuesto por cuatro depósitos, siendo uno de ellos de menor tamaño y con distinto aspecto a los otros tres. La función de este depósito menor, el tipo a bagnarola, era la de realizar una primera decantación del agua que se extraería del manantial mediante una galería de infiltración, siempre y cuando el agua oscilase entre cuatro y ocho metros de profundidad (en el caso de este depósito, la profundidad era de cuatro metros y medio). Una vez que el agua extraída era decantada, rebosaba de este primer depósito hasta otro depósito por medio de un sistema de canalización[11].

      El depósito tipo bagnarola, al igual que en el depósito de función similar hallado en la sierra de Aznar, muestra mayor elevación que las demás cisternas, aprovechando así la propia pendiente del terreno para el transporte del agua de una cisterna a otra[12]. Que la pila de decantación, la bagnarola, se encuentre en el mismo lugar que los depósitos de distribución y almacenaje nos habla de una ciudad de tipo medio, pues las grandes ciudades tenían la piscina de decantación separada de los depósitos de distribución[13].



       Otra pista que probaría la existencia de una ciudad romana es la propia utilidad del castellum aquae, que contaba con tres depósitos de los que saldría un emisario para las fuentes públicas, otro para edificios públicos como termas y un tercer emisario que abastecería de agua a las casas de aquellos particulares que hubiesen contratado el servicio, por supuesto, esto último era bien vigilado por los publicanos, es decir, los funcionarios que recaudaban impuestos[14]. Igualmente, relacionado con el castellum aquae, debemos mencionar la posible existencia de unas cloacas, algo que reafirmaría la idea de una ciudad romana bajo nuestros pies.

¿Alcalá prerromana?

      Una vez que hemos enumerado los restos que nos hablan de la posible existencia de una ciudad romana en el cerro de la Coracha, podemos apuntar varias pistas más que nos darían otro motivo por el que se ubicarían los romanos en nuestro cerro: la existencia de un poblamiento anterior en el mismo. Actualmente, no se han encontrado restos materiales que aseguren esta teoría, con lo que, la lectura de las siguientes líneas debe entenderse como una simple hipótesis más o menos plausible, pero no confirmada.

       Partiendo de los sillares que sustentan la torre del homenaje almohade, podríamos hablar de una construcción defensiva romana en este emplazamiento y, teniendo en cuenta las características de este enclave, quizás pudiésemos hablar de la existencia de un oppidum o castrum prerromano en este lugar, ya que estas fortificaciones solían erigirse en zonas elevadas y pedregosas, con amplia visibilidad y defensa natural del terreno.

      Además, el depósito tipo bagnarola del castellum aquae es un elemento constructivo típico de los pueblos prerromanos, de influencia cartaginesa. Solían estar excavadas en roca, aunque los romanos les hicieron mejoras posteriores cubriendo sus paredes de opus signinum, como es nuestro caso[15]. El hallazgo de este depósito podría significar el poblamiento prerromano de la Coracha, como ya quedara mostrado en el caso de Zahara de la Sierra, donde también se halló un depósito bagnarola[16].

     Los nimphaneum en ocasiones no son más que la continuación por parte de los romanos de cultos o usos anteriores a éstos[17]. Así pues, cabría preguntarse si la Salada tuvo un origen anterior al romano por remoto que nos parezca, algo que no sería tan descabellado ya que un acuífero como el de la Coracha rompería en forma de manantial por algún lugar (independientemente que hubiera o no una población asentada en nuestro cerro), pudiendo ser utilizado por moradores de esta zona anteriores a los romanos. “Efectivamente, el agua es sumamente necesaria tanto para la vida en sí como para nuestras satisfacciones y para el uso diario” palabras de Vitrubio que pueden aplicarse a cualquier sociedad, tanto anterior como posterior a la romana.

      Si recurrimos nuevamente a la etimología y pensamos que la ciudad romana de esta zona y mencionada en las fuentes, Lascut, coincide con la ciudad romana que se haya en la Coracha; la propia raíz del nombre de la ciudad ya haría referencia a una palabra de origen semita, por lo que Lascut tendría un origen anterior a los romanos, cosa que también avalan las monedas libio-fenicias de esta ciudad[18].

POSIBLE RECONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD ROMANA

       Comentados los vestigios que apoyarían la existencia de una ciudad romana en la Coracha, cabría preguntarse cómo sería la misma. Resolver esta cuestión no es tarea sencilla, ya que son pocos los estudios arqueológicos que se han hecho al respecto en nuestro pueblo. Pese a ello, partiendo de los datos que tenemos y del urbanismo romano clásico que conocemos, intentaremos hacer un ligero esbozo de lo que pudo ser el urbanismo de esta ciudad.

       En primer lugar, la ciudad se ubicaría en la zona más elevada del cerro, casi coincidiendo, tal vez, con el perímetro amurallado posteriormente por los musulmanes. Esto sería así en base a la ubicación del castellum aquae (solían estar dentro de la ciudad y cercanos a la muralla, aunque los restos de muralla anexos hoy a este yacimiento son de época almohade y no romana) y de la lápida romana de la Puerta Nueva (si podemos relacionar esta lápida con una necrópolis, hablamos sin duda de una zona fuera del límite de la ciudad y junto a algún camino de acceso a la misma).

       Suponiendo que el poblamiento de la Coracha sea prerromano, creemos que éste se encontraría en la zona más elevada, es decir, en las inmediaciones de la torre del homenaje, la cerca del Beaterio y parte de lo que hoy es el parque de la Coracha. Las construcciones de este oppidum ocastrum (según fuese su tamaño), responderían a un recinto amurallado con algunas habitaciones. Posiblemente, siempre y cuando la teoría de un poblamiento prerromano sea correcta, los hispanorromanos habrían efectuado algún cambio en la construcción anterior y habrían ampliado la ciudad anexa a los restos prerromanos. ¿Por qué anexa y no sobre la población prerromana? 

      Volvemos aquí al tema de la localización del castellum aquae y a una cuestión puramente pragmática: los depósitos se encuentran bastante más bajos que la zona del castillo, con lo cual, llevar el agua a esta parte resultaría más complejo por los casi veinte metros de desnivel que deberían salvar.

       Seguramente, cercano al castellum aquae se encontrasen los edificios públicos a los que abasteciera de agua, es decir, en las proximidades estarían las termas y fuentes públicas. Igualmente debemos creer en la existencia de cloacas, al menos bajo el trazado de las calles principales.

       Haciéndonos eco de las teorías que avalan el sincretismo religioso de distintas culturas, es probable que parte del solar que ocupa hoy nuestra parroquia fuese ocupado anteriormente por una mezquita, que hubiese aprovechado los restos de algún templo o edificio público romano. Si la fusión y asimilación de algunos elementos religiosos entre distintas culturas se hubiese cumplido en nuestro pueblo, el templo romano o edificio público se hallaría en el centro de la ciudad, que se vería atravesado por el cardo y decumanus maximus.

      La idea del centro cívico romano bajo parte de la plaza Alta no sería tan descabellada si pensamos que esta zona ya fue la plaza de armas medieval. En cuanto a la orientación del cardo maximus y decumanus maximus (habitualmente Norte-Sur y Este-Oeste respectivamente) que cruzarían el centro de la ciudad, debemos pensar que probablemente se vio influenciada por la propia geografía y orientación del cerro de la Coracha.

       La entrada a la ciudad romana, desde la calzada con rumbo a Oba (Jimena de la Frontera)[19], tomaría una dirección hacia el nimphaneum de la Salada y, una vez allí y por lo escarpado del relieve, podría seguir hacia la Puerta Nueva. La existencia de otras posibles entradas y caminos secundarios queda abierto a futuras investigaciones.

       Ya fuera del perímetro de la ciudad romana y próximo a los caminos de acceso a la misma se encontraría la zona de necrópolis, quizás aledaña al camino de la calle Miguel Tizón[20].

       Comentado todo esto, cabe preguntarse qué utilidad tenían los depósitos de la Salada, pues quedaban fuera del límite de la ciudad y ya existía dentro de ésta unos depósitos que cubrirían las necesidades de agua de la población. La utilidad de la Salada es clara en época musulmana, pues este pueblo no conocía la existencia de los depósitos del castellum aquae, pero ¿qué utilidad tuvo en época romana? Tal vez la cercanía de una zona industrial explique el motivo por el que se situó en este lugar y no en otro la fuente aliviadero y su monumentalidad. La idoneidad de esta zona para ubicar las industrias radica en la cercanía al camino de acceso a la ciudad y a la calzada, y en la proximidad del Barbate, al que se verterían los residuos originados a lo largo de la producción industrial.

        Volvemos a recordar que lo mencionado en este apartado no es más que una aproximación basada en los vestigios hallados y estudiados hasta el momento, a la orografía de la Coracha y a la planimetría típica de las ciudades romanas. La localización exacta de los elementos urbanísticos mencionados tendrá que esperar a futuros estudios arqueológicos e históricos que esperamos se realicen en nuestra localidad.



NOTAS

[1] PULIDO BOSCH, A. El karst y la karstificación y BENAVENTE HERRERA, J. Acuíferos y aguas subterráneas en Manantiales de Andalucía, coord. CASTILLO MARTÍN, A.

[2] CORZO SÁNCHEZ, R. La basílica visigoda de Alcalá de los Gazules. Estudios de Historia y de Arqueología Medievales, 1. Cádiz, 1981.

[3] Es importante recordar la crisis del siglo III y cómo afectó con virulencia a regiones como la Bética. Es a partir de este momento que los poderes locales van abandonando las ciudades para eximirse de las obligaciones fiscales cada vez mayores. La llegada de pueblos invasores también será un punto de inflexión a tener en cuenta.

[4] CORZO SÁNCHEZ, R. y TOSCANO SAN GIL, M., Las vías romanas de Andalucía. Sevilla, 1992.

[5] MONTAÑÉS CABALLERO, M. y MONTAÑÉS CABALLERO, S., Novedades: El Castillo de Alcalá de los Gazules, RAMPAS, 6. 2003. MONTAÑÉS CABALLERO, M. y MONTAÑÉS CABALLERO, S., El castillo de Alcalá de los Gazules. La recuperación de un patrimonio olvidado, Anuario Arqueológico de Andalucía. 2004. RAMOS ROMERO, M., Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz. Alcalá de los Gazules.Cádiz, 1983. ROMERO DE TORRES, E.,Catálogo monumental de España. Provincia de Cádiz (1908-1909). Madrid, 1934.

[6] CATÓN: Agr.1.1. y COLUMELA: 1.5.

[7] MADOZ IBÁÑEZ, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo I. Madrid, 1845.

[8] RAMOS ROMERO, M. Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz. Alcaláde los Gazules. Cádiz, 1983.pp. 161 ss.

[9] MONTAÑÉS CABALLERO, M. y MONTAÑÉS CABALLERO, S., La Fuente Salada de Alcalá de los Gazules. Dos mil años ofreciendo agua, Apuntes históricos de nuestro patrimonio: cuadernos de temas alcalaínos. Alcalá de los Gazules (Cádiz), 2003.

[10] DE LA PEÑA, J. M., “Sistemas romanos de abastecimiento de agua”, en www.traianvs.net el 20-11-2016.

[11] MONTAÑÉS CABALLERO, S. y MONTAÑÉS CABALLERO, M., Actuación arqueológica de urgencia. C/ San Juan de Ribera y Alfonso el Sabio. Alcalá de los Gazules (Cádiz), Anuario Arqueológico de Andalucía.2006.

[12] RICHARTE GARCÍA, M.J., Informe sobre la actividad arqueológica realizada en el yacimiento íbero-romano de la Sierra de Aznar (año 2000), Arcos de la Frontera (Cádiz). Anuario Arqueológico de Andalucía.2001.

[13] DE LA PEÑA, J. M., “Sistemas romanos …”pp. 253.

[14] GARCÍA QUINTAS, M. M. Algunas implicaciones jurí dicas sobre la conducción de agua a la Roma Antigua. Anuario Jurídico y Económico Escurialense. 2011. ARGENZIANO, P. De Aquaducta urbis Romae di Sesto Giulio Frontino. Atti del 1º Convegno Nazionale.2006.

15] RUÍZ ACEVEDO, J. M. Y DELGADO BÉJAR, F., Abastecimiento de agua en las ciudades prerromanas, Revista de Arqueología. 1992.

[16] COBOS RODRÍGUEZ, L. M. e IGLESIAS GARCÍA, L., Captación y almacenamiento del agua en el “oppidum” iberorromano de Zahara de la Sierra (Cádiz), Actas del Congreso Internacional AQVAM PERDVCENDAM CVRAVIT. Cádiz, 2010.

[17] MONTAÑÉS CABALLERO, M. y MONTAÑÉS CABALLERO, S., La Fuente Salada de Alcalá de los Gazules. Dos mil años ofreciendo agua, Apuntes históricos de nuestro patrimonio: cuadernos de temas alcalaínos. Alcalá de los Gazules (Cádiz), 2003.

[18] CORZO SÁNCHEZ, R. “Sobre la ubicación de algunas cecas de la Bética” NVMISMA. Revista de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Numismáticos, Madrid, enero- junio de 1982.

[19] CORZO SÁNCHEZ, R. y TOSCANO SAN GIL, M., Las vías romanas… pp. 73-74.

[20] ALMAGRO MONTES DE OCA, I., “Verdades y mentiras en torno al Bronce de Lascuta” en http://historiadealcaladelosgazules.blogspot.com.es/2014/11/verdades-y-mentiras-en-torno-al-bronce.html el 20-11-2016.