Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos 2001
Guillermo GARCÍA JIMÉNEZ
En la plaza de la Merced de Málaga existe un monumento dedicado a los "Mártires de la Libertad" que fueron fusilados junto al general Torrijos el día 11 de Diciembre de 1831, tras haber fracasado la insurrección de este constitucionalista contra el absolutismo de Fernando VII.
Grabados en bronce, en las cuatro caras del monolito, figuran los nombres de los 49 hombres que ofrendaron sus vidas en Málaga en aras de la Libertad. En el número 12 de la inscripción principal en bronce vemos el nombre de don Francisco Ruiz Jara, nuestro paisano, cuya participación en aquella aventura se acredita por oficio del general realista González Moreno de fecha 14 de diciembre de 1831 ordenado fuesen sentadas las partidas mortuorias de los ejecutados, y en el número 6 de dicha relación de fusilamientos consta lo siguiente:
"Don Francisco Ruiz Jara, de cuarenta y seis años de edad, natural de Alcalá de los Gazules, casado con Doña Teresa Zavala. Fue el primer ayudante de la Milicia Nacional de Madrid. Dio poder para testar a don Manuel Arejula."
Hagamos ahora un breve estudio del ambiente socio-político en que habría de desarrollarse el intento liberal de Torrijos, sobre todo en la zona del Campo de Gibraltar y en la provincia de Málaga.
Tras el Trienio Liberal nuestro país cayó en la llamada "Década Ominosa", en la cual Fernando VII nos condujo a un radical absolutismo que impidió la construcción de una España moderna y progresista. Existía, por tanto, una clandestina y soterrada lucha en apoyo de las libertadas que amparaba la Constitución de Cádiz de 1812. Destacados políticos y militares -algunos desde el exilio- mantenían encendida la tea de la insurrección contra aquel monarca.
Don José María Torrijos Uriarte, prestigioso militar de la Guerra de la Independencia, se había visto obligado a refugiarse en Gibraltar. Y bajo aquel clima de efervescencia liberal, en febrero de 1831 se inició un primer intento anti fernandino en el Campo de Gibraltar encabezado por el general Manzanares (aparte de anteriores rebeliones como la de Riego y Quiroga), acción que fracasaría ante la actitud pasiva de algunas ciudades de esta zona que no secundaron aquella rebelión. Manzanares huyó hacia Sierra Bermeja perseguido por el ejército realista y dada su diezmada tropa, y ante fracaso militar, se suicidó en la indicada sierra. De los campogibraltareños capturados en aquel descalabro, 46 fueron ejecutados en los siguientes pueblos: 15 en San Roque, 12 en Jimena, 10 en los Barrios y 9 en Campamento (1).
A pesar de esta derrota la conjura liberal seguía adelante y desde Gibraltar se emitían consignas al Teniente coronel de Artillería don Juan López Pinto y al ex ministro de la Guerra don Francisco Fernández Golfín, ambos liberales. Torrijos, desde su destierro, marcaba las pautas a seguir para un nuevo y cercano pronunciamiento en toda la nación, y cuyo punto de partida sería la zona del Campo de Gibraltar, Ronda y Málaga, una vez conseguido el apoyo de los militares liberales que mandaban las tropas de guarnición de tales zonas.
En este ambiente de exaltación es muy posible que el alcalaíno don Francisco Ruiz Jara, miembro de la Milicia Nacional (Cuerpo cívico para la defensa de la Constitución), se incorporase rápidamente al movimiento liderado por Torrijos, ya que el hecho de que su nombre figure grabado en lugar relevante junto a los idealistas que acompañaban al general en tan trágico suceso, nos induce a pensar que nuestro paisano debió ser un personaje importante en la lucha de los constitucionalistas contra las felonías de Fernando VII.
La puesta en marcha del plan de Torrijos tocaba a su fin y él, vehemente y soñador, confiaba en la victoria por las muestras de adhesión recibidas en su exilio y la correspondencia mantenida con ilustres nombres del liberalismo español, pero no contó con que la traición les acechaba.
Con todo preparado para iniciarla insurrección, en la noche del 30 de noviembre de 1831, en dos pequeñas goletas, Torrijos y los suyos zarpan del puerto de Gibraltar rumbo a las costas de Málaga.
Los pueblos del litoral estaban alertados por el Gobierno realista, el cual, bien informado por traidores, había montado discretamente un plan de rechazo de los rebeldes. Y cuando Torrijos esperaba que estos pueblos se unieran a su causa, sólo encontró a las tropas del Rey frente a ellos para combatirles y apresarles. Ante este revés la expedición se vio obligada a un desembarco forzoso en la playa del Charcón, cerca de Fuengirola, y desde allí intentar acercarse a la serranía malagueña.
En una peripecia desproporcionada entre las escasas fuerzas del general liberal y las numerosas tropas del gobierno concentradas, aquellos infelices avanzaron entre la maleza y el terreno abrupto hasta que pudieron coronar las alturas del Caserío de La Alquería, en las estribaciones de la sierra de Cártama, donde se parapetaron, ya con una moral de derrota, Torrijos sólo confiaba en conseguir una capitulación honrosa que salva guardase sus vidas como, hipotéticamente, se le había prometido.
Pero una vez conseguida la rendición, el Gobierno no tuvo compasión con ellos ni hizo honor a sus promesas. No era extraña tanta doblez y maldad en una sociedad esperpéntica como aquella que solía gritar, "¡Vivan las caenas!" y todos los detenidos fueron condenados a muerte, sentencia que se cumplió pocos días después a la orilla del mar, en la playa de San Andrés, de Málaga, el domingo 11 de diciembre de 1831, tras un calvario de afrentas y humillaciones a la dignidad de aquellos hombres, cuyo delito había consistido en luchar por una España más fraterna y civilizada (2).
NOTAS
(1) Juan Ignacio de Vicente — Revista BENARAX — Los Barrios. Número 11— Año 1995
(2) Principal fuente de información: Revista JABEGA — Diputación Provincial de Málaga — Número 40 — Año 1982.
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