martes, 9 de octubre de 2012

El Castillo de Alcalá (II)




ACTUACIONES ARQUEOLÓGICAS 

     El castillo de Alcalá de los Gazules ha sufrido el deterioro que el tiempo del olvido socava en las estructuras. Desde la voladura de las defensas por las tropas napoleónicas hasta la construcción de unos depósitos de agua en el entorno inmediato del castillo, los escombros y desechos se han acumulado en el interior de la torre del homenaje. Como se adelantó, ha sido en este espacio hacia donde se han enfocado las actuaciones arqueológicas. 

     Desde un principio los objetivos que orientaron los trabajos arqueológicos se fundamentaron desde la observación del espacio. La primera tarea sería desescombrar y limpiar, lo que puede dar la impresión de ser un ejercicio que aporte escasos resultados y, sin duda, ingrato. Nada más lejos de la realidad. El concepto de diacronía en arqueología, y por extensión en la Historia, arranca desde nuestro presente y desciende hasta niveles naturales, y entre la superficie y los estratos más profundos existen otros intermedios que permiten comprender como se han desarrollado el proceso de deterioro de la torre y por extensión del castillo. De este modo, identificar los diferentes paquetes de relleno y derrumbe ha permitido reconocer los dos niveles estructurales del primer y segundo piso de la torre. Este reconocimiento enlaza con otros dos objetivos, recuperar de forma sistemática los elementos culturales, ya sean cerámicos, metálicos, óseos o cualquier otro soporte, y documentar las estructuras y contextos de interés que las excavaciones vayan poniendo al descubierto. 

Torre del homenaje del castillo

      Antes de presentar los resultados obtenidos es obligado reseñar, aunque sea de un modo sintético, cómo se ha trabajado, qué metodología se ha utilizado, porque en todo momento se ha intervenido con criterios de índole científica y sistemática. 

     La intervención arqueológica se ha basado en los criterios de excavación en área abierta, es decir, ha sido considerada toda la superficie como un único plano de trabajo (CARANDINI, 1997; ROSKAMS, 2003). Esto fue posible gracias a que nos hallábamos en un contexto cerrado, el interior de la torre del castillo. Los restos de pavimento indicaban las transiciones de un nivel de habitación a otro. Así mismo, el trabajo de extracción se desarrolló a partir de niveles artificiales, dado el enorme cúmulo de derrubios y las continuas remociones del pasado que indicaban la presencia de niveles revueltos. 

     Toda la tierra era revisada antes de ser retirada del lugar de excavación y del mismo modo todos los elementos constructivos (sillares, ladrillos, morteros, principalmente) fueron también controlados, con el objeto de localizar trazas decorativas o de otro tipo. Además de ir recabando datos sobre tipologías y modelos de dichos elementos constructivos, que pudiesen acercarnos a concretar cronologías relativas. Todos aquellos sillares y ladrillos que presentaban un estado de conservación aceptable se reservaron para futuras intervenciones de consolidación-restauración que tuviera lugar en la torre del castillo. 

     Si bien el planteamiento inicial de la excavación se centró desde un principio en el interior de la torre (sector I), pronto hubo que ampliar la superficie a excavar, porque se localizó el acceso (sector II) a las diferentes plantas de habitación de la torre. 

Detalle de la segunda planta del interior de la torre del homenaje

Sector I. Interior de la torre del castillo 

     La primera tarea que se imponía realizar era la limpieza y desbroce de toda la superficie de actuación, incluidos paramentos verticales y coronación de muros y la zona de habitación más alta de la torre (segunda planta), de la que tan sólo quedan restos del pavimento y huellas de las estructuras constructivas en las paredes conservadas. 

     Esta limpieza inicial dejó al descubierto un cúmulo de materiales y tierra, fruto del desmoronamiento de las estructuras constructivas superiores. Entre todos los escombros destacaban grandes restos constructivos, unos procedentes de la cubierta y otros de elementos de sustentación, destacando un pilar en un excelente estado de conservación y grandes fragmentos de arcos de ladrillo. 

     Entre los restos estructurales de derrumbe llamó especialmente la atención un gran fragmento de suelo, que sólo conserva el mortero, situado próximo al muro interior suroeste. Su posición era claramente secundaria, ya que aparecía en una situación casi vertical, lo que da idea de las grandes tensiones sufridas por el edificio. 

Vista general de la planta baja de la torre, mitad sur
     Los morteros medievales no se conocen muy bien, no obstante, no hay ningún proceso técnico destacable en este período. Varían mucho de un sitio a otro y de época en época. Son frecuentemente de mediocre calidad, poco homogéneos y construidos sin la base característica de las construcciones romanas; en el interior, en las paredes hay frecuentemente cavidades. Estas características eran las observadas en los morteros conservados en el interior de la torre. 

     Durante la retirada de materiales la aparición de ladrillos de adobe era constante, buena parte de ellos en perfecto estado de conservación. Éstos estaban presentes en toda la construcción, en pareces, pilares, arcadas, pavimentos... El módulo es quizás el aspecto más interesante, ya que es constante en todos los hallados: 27x13,5x4 cm. Estas medidas están registradas en otros lugares como Huelva, Málaga, Medina Sidonia, Jerez de la Frontera, Badajoz, Montemolín, Évora, Aroche, etc. (PAVÓN, 1996). La cronología de estas construcciones oscila entre los siglos XI y XIV, coherente, por otro lado, con los antecedentes del castillo de Alcalá de los Gazules. 


     Los productos cerámicos recogidos durante las primeras excavaciones correspondían en buena parte a momentos modernos, quizá todos se puedan adscribir al siglo XIX. Esto es bastante razonable, en tanto que la utilización de este espacio llega hasta los comienzos de ese siglo. No obstante, a pesar de ser materiales relativamente recientes, pensamos que su estudio no resta un ápice de interés. Primero, aunque ha sido tradicionalmente una cerámica denostada en muchas excavaciones arqueológicas, creemos que debe ser tenida en consideración, ya que también forma parte de nuestro pasado; y segundo, porque nos ayuda a conocer formas cerámicas más antiguas, dada su prolongada perduración como bien de consumo. 

     Una vez retirado el grueso del material de derrumbe, se imponía conocer la organización estructural del interior de la torre, al menos el de la planta baja, que es la que mejor se conserva: 

Vista general de la planta baja de la torre del homenaje, mitad norte

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