sábado, 29 de julio de 2017

Crónicas del ambiente alcalaíno (IV)



Ismael almagro Montes de Oca

     Continuamos con la serie de crónicas alcalaínas con la que apareció en el periódico  local "El Castillo de Alcalá" en su número 7, edición del 26 de enero de 1918. A las ya habituales notas sobre viajeros, nacimientos, defunciones, etc, añadimos además otra sección que se publicaba en el rotativo alcalaino, titulada "Palmas y Pitos" en el que el, bajo el pseudónimo de "Don Perfecto" se daban pinceladas relativas a nuestra localidad en tono jocoso y con ironía, acompañadas de los correspondientes PITOS, si la noticia era negativa y de PALMAS, si era positiva:

"Del ambiente alcalaíno

Viajeros. —Estuvieron en Paterna y regresaron a ésta, D. Joaquín Muñoz y su esposa D. ª Carmen Caballero.

— Han llegado a esta ciudad en viaje relacionado con trabajos profesionales, los señores D. Vicente Solves de Gamboa y D. Enrique Rodríguez Ortega. 

Enfermos.- Ha sufrido una leve recaída en su enfermedad, nuestro estimado amigo D. Martín Román.

- Se encuentra bastante aliviado la grave enfermedad que ha venido sufriendo, nuestro querido D. Domingo Moreno Acevedo.

- Hemos visto completamente restablecida a la respetable Sra. D.ª Rosalía Pastor González.

Nacimientos.- Ha dado a luz un hermoso niño, la esposa de nuestro estimado convecino y amigo D. Vicente Fernández.

Nuestros parabienes a los padres.

Defunciones. — Ha dejado de existir D. Bartolomé García Vera.

Envíanos nuestro más sentido pésame a su atribularla familia.

Sepelio. — Dio motivo a una verdadera manifestación de duelo la inhumación de las restos de la virtuosa y joven señora D.ª Rosalía Montes de Oca de Durán.

       Las cintas del féretro eran llevadas por los señores D. Manuel Armenta, el teniente de los carabineros D. Manuel Serrano García, D. Antonio Serrano de la Jara, D. Antonio Puelles y Puelles y D. Mariano y D. Julio Toscano Delgado de Mendoza.

      Una vez más enviamos a la atribulada familia de la finada nuestro más sincero pésame.

Religiosas.- Siguiendo antigua tradición visitó nuestra amada Patrona el convento de Santa Clara y el Beaterío de Jesús María y José la víspera del regreso a su Santuario.

       Asistieron los señores diputados eclesiásticos y civiles, hijas de María y numerosos fieles.

       La procesión resultó lucidísima.


Palmas y pitos.

—. Por fin, es decir: por... los barrios altos, hemos visto un sereno.

(Palmas).

—El Señor Alcalde ha ordenado que se haga desaparecer el urinario de la calle José Tizón, que era un foco infeccioso (el urinario ¿eh?) y una cosa bastante inmoral.

[Se repiten las Palmas)

— El Señor Alcalde ha ordenado el cierre de las escuelas, para evitar de este modo que tome mayor incremento la epidemia variolosa.

(Se oyen palmas frenéticas).

—A El Castillo de Alcalá se le ha dado un sitio en las casas consistoriales (¡pero no de concejal, que conste!) para que hagamos nuestras informaciones con comodidad.

(Palmitas y varias reverencias)

—Según nos informan, al Señor Alcalde no le disgusta esta sección y hará de forma que toda sean...

(Palmas.... palmas...)

—Los niños ya andan por ahí poniendo parches, escena bárbara que se repite lodos los años.

(Pitos).

- En la torre de la Iglesia mayor hay un sitio que está pidiendo a golpes de reloj y desde hace unos cuantos años, una esfera.

(Pitos, muchos pitos... pi...pi...)

—Una pregunta: ¿para qué sirven los osarios que hay en el cementerio? 

Lo preguntamos, porque siempre que se nos ofrece penetrar en ese lugar santo, recordamos la consabida copla andaluza: <<Cuando entre en el camposanto —pisé un hueso sin querer..>>

(Pitos, pitos y más pitos.)

—El camino del cementerio cada vez se está poniendo más imposible, más intransitable.

(Pitos y flautas)

— ¿El Señor Alcalde ignora que hay unas estampitas con bastos, copas, espadas y oro de las que muchos se sirven para desplumar a unos cuantos ignorantes?

(Pitos, pitos y si hace falta, que pite hasta el sereno)


—El funciona no Telégrafo, pero el alquiler sigue pagando el pueblo de la casa y la puerta de la luz, a entender si así nos ven.

(Topí... topi... para el que tenga la culpa). 

—Aún no ha bajado las escobas y las calles siguen sin barrerse.

(Pitos que se oyen en el frente occidental).

—¡Señor Alcalde, por Dios: no nos obligue usted a pitar tanto; mire usted que esto va a ser unas 10 de la noche continuas!

Don Perfecto"


domingo, 16 de julio de 2017

Un nuevo personaje para la galería de alcalaínos ilustres


Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos 1995

Guillermo García Jiménez


      Como asiduo lector de libros históricos, y por mi vinculación y contacto con Sanlúcar de Barrameda (mi hijo Paco está casado con una sanluqueña y mi nieto, Guillermo García Santos, nació allí), ha llegado a mis manos la obra de un sabio historiador de aquella ciudad: Juan Pedro Velázquez Gaztelu, Marqués de Campoameno (1710-1784). El libro se titula: HISTORIA ANTIGUA Y MODERNA DE SANLUCAR DE BARRAMEDA, y como transcripción de un manuscrito que se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, ha sido editado por la Asociación A.S.E.H.A. de Sanlúcar, el año 1992.

      Me ha llenado de satisfacción conocer a través de la obra indicada que el padre de este famoso escritor había nacido en nuestro pueblo, y fue, también, un personaje de alcurnia y abolengo en aquella lejana época.

       Por tanto, me es grato daros a conocer la interesante biografía de este paisano nuestro, y para ello copio la semblanza que Manuel Romero Tallafigo ha trazado de él en dicho libro. Dice así:

LOS PADRES DEL HISTORIADOR

       Creo que es importante dibujar el perfil humano y cultural de los padres de Juan Pedro Velázquez Gaztelu, para entender y valorar algunos sesgos en la labor historiográfica del hijo.

      Su padre, hombre de letras, el licenciado Juan Alonso Velázquez Gaztelu y Morales (1675-1738), natural de Alcalá de los Gazules, estudió leyes en la Universidad de Sevilla, ejerció en Madrid como abogado en los Reales Consejos y casó por poderes en 1703 con la sanluqueña Juana, hija de un lebrijano hijodalgo. Este suegro se había establecido en Sanlúcar y por dote matrimonial había recibido a perpetuidad el oficio vendible tras la incorporación de Sanlúcar en 1646 a la Corona Real, de primer regidor en el concejo de Sanlúcar. Sabemos que su yerno Juan Alonso, padre de nuestro historiador, se convertiría en uno de los cosecheros principales de Sanlúcar y gran exportador de frutos y vinos a América, en especial Nueva España. No sabemos si las fincas le llegaron al abogado por el casamiento con la hija del hacendado Luis de la Peña o por herencia o empresa suya. Suponemos más bien lo primero, y algo de lo segundo.

     En efecto, este lebrijano, abuelo materno de nuestro historiador, y que se llamaba Luis de la Peña y Vela (1652-1728) se había casado tres veces, con una lebrijana, primero, y dos sanluqueñas después. La segunda de estas, abuela de nuestro historiador, llamada Andrea de Perea y Castillejo, era la hija mayor del capitán Juan Roque de Perea que fue regidor perpetuo de Sanlúcar, oficio, que como ya hemos dicho, dio en dote a su hija, para que fuera transmitido, primero a su yerno y luego a su nieto, nuestro historiador, pues así de permanentes, de generación en generación, eran, antes del sistema constitucional, los oficios municipales comprados a la corona en el año 1.645. El abuelo lebrijano de nuestro historiador yace enterrado en el convento de la Victoria de Sanlúcar.


     Este cargo de regidor, pues, lo tomó también su yerno, el alcalaíno esposo de su hija Juana, y padre de nuestro historiador, el mismo año del casamiento, y quedó además, ya establecido en Sanlúcar, además de cosechero de vinos, como Abogado peculiar de la ciudad, como contador de los servicios de millones o impuestos sobre el consumo, cargo este último que compró a su cuñado en 1.708. Luego ejercería como alcalde mayor, en función de su formación jurídica, en 1.717 y 1719, y como corregidor interino también en 1.719. En los años treinta la ciudad le encarga la redacción de unas ordenanzas municipales, que fueron aprobadas en Cabildo, con grandes elogios de los regidores, como aptas para llevarlas a la aprobación del Real y Supremo Consejo de Castilla. El manuscrito borrador de las tales ordenanzas ya se había perdido en 1.750 cuando su hijo, Juan Pedro, las buscó para ayudarse a la redacción de la Historia de Sanlúcar: «Pudiendo sólo decir que pocos años después, se me pidió con instancia, por un juez (a quien tenía gran cuenta que no hubiese ordenanzas, y que desordenó más él sólo en los 19 años que aquí estuvo, que los descuidos de un siglo entero) el borrón que hizo nuestro padre, el que le entregué jovialmente, y nunca lo restituyó, como otros muchos papeles importantes».

      El padre de nuestro historiador también sirvió con sus conocimientos jurídicos a los duques de Medina Sidonia (1722-1724) hasta que la contaduría y la administración ducal pasó a Madrid. En 1.729, cuando Felipe V incorporó a la Corona el Puerto de Santa María, para llevarlo a cabo, Juan Alonso acompañó como secretario y jurista al gobernador de Sanlúcar de Barrameda, Francisco de Escobar y Bazán.

     Juan Alonso Velázquez Gaztelu, el padre, también sería corregidor y alcalde real del Puerto de Santa María, correspondiéndole recibir en ella al rey Felipe V y su familia. Luego siguió en Sanlúcar como consejero de gobernadores y regidor; obtuvo carta de hidalguía en 1.732 y murió en Sanlúcar en 1.738. Fue enterrado bajo las bóvedas de las gradas del altar mayor en el lado de la Epístola, de la Parroquia de Nuestra Señora de la O en Sanlúcar.

      He aquí, pues, algunas interesantes facetas de la biografía de un ilustre alcalaíno que vivió entre los siglos XVII y XVIII.

sábado, 8 de julio de 2017

La toma de la Sauceda



Ismael Almagro Montes de Oca

       El 15 de diciembre de 1937 “Nosotros” periódico de la Federación anarquista Ibérica, publicaba una crónica recordando la toma de la Sauceda por parte de las fuerzas del bando nacional, entre los que habían participado muchos falangistas de Alcalá, acaecida un año antes. En aquella época la Sauceda era un núcleo de población en la que se calcula que vivían alrededor de 2000 personas y cuyo alcalde, tras la victoria del Frente Popular en las elecciones del año anterior era un alcalaíno, Miguel Pérez Pérez. Tras la sublevación se convirtió en lugar de refugio para muchos republicanos de los pueblos de los alrededores, que tras ser arrasado este "Guernica andaluz" tuvieron que huir hacia Málaga, en zona aún republicana. He aquí la crónica:



"Los facciosos tuvieron que movilizar seis mil hombres, apoyados por tanques y aviación, para tomar el lugarejo de la serranía de Ronda

¡LA SIERRA HAY QUE TOMARLA!

      Nada más típico en la sierra de Ronda que este lugarejo de La Sauceda cuyo pardo caserío se confunde en la lejanía con los abruptos picachos que lo rodean, dando la sensación de una fortaleza abierta en la roca viva. Sus tres mil habitantes sabían de todos los sinsabores y de todas las angustias, para mal vivir entre aquellos riscos en constante lucha con los vientos y las nieves, los lobos y las zorras. Pocos cuadros de sembraduras, árboles sin fruto, carrascales, romeros y tomillos por toda vegetación. La necesidad de vivir tornaba la alegría de aquella gente en rebeldía constante contra todo lo que significaba abuso de mando, señoritismo y autoridad presta a la coacción y a la venalidad. Allí se rechazaba todo eso. Por cuatro rutas abiertas a pico entre precipicios se llegaba de los Gazules, Jerez de la Frontera, Jimena y Cortes a la Sauceda. Los caciques de Ronda jamás las cruzaron para ir en busca del censo en época de elecciones. Era inútil. Los serranos de La Sauceda votaban siempre contra la “Guardia civil” ... Los tricornios desviaban prudentemente las líneas de vigilancia a ellos encomendadas, para no llegar ni aun siquiera a los arrabales donde se les hacia la cruz como a Satanás... Conocían la bravura de aquellos serranos y las coladas trágicas de sus callejas pinas cuando se atrevieron a ir a buscar a los Flores Arocha, a Flores Jiménez, al veterano "Pasos Largos" y a tantos otros que se lanzaron al monte, perseguidos por la Justicia y que siempre encontraron cobijo contra los tricornios...

      Sabían los serranos de La Sauceda los "métodos de orden" de la Guardia civil. Muchos de sus vecinos conocían el temple de las baquetas, de los mosquetones y de los vergajos supletorios, que dejaron huellas infamantes en sus espaldas por salir en busca de un atado de leña para calentarse en la invernada o a cazar un conejo.

      Por eso, cuando hasta la sierra llegó la noticia de que los tricornios se habían sublevado contra la República y merodeaban por los montes haciendo la competencia a los bestias salvajes, todo el vecindario de la Sauceda se alzó contra los facciosos, juramentándose para no dejarlos llegar hasta el lugar.

     La primera nueva que tuvieron los facciosos del decidido propósito de los serranos de La Sauceda fue a poco de Iniciarse la rebelión contra el Gobierno. Hasta mitad del camino del pueblo llegaron 300 moros y civiles. No dieron un paso más. Convirtiendo cada peñasco en un parapeto, desde las cortaduras en la pizarra de los barrancos, desde los nidos de los aguiluchos, los saucedanos atacaron con escopetas de caza, con cartuchos de dinamita, con pistolas viejas, con piedras inclusive, y allí se quedó para siempre la fuerza facciosa. A los ocho días los tricornios fueron enviados a Ronda con una nota que decía; "La Sierra hay que tomarla”…

LA TOMA DE LA SAUCEDA. FUSILAMIENTOS. UN ASESINATO INCONCEBIBLE

      Seis meses duró la heroica resistencia de los tres mil habitantes del caserío de La Sauceda. Todos los riscos, vericuetos, barrancadas y picachos eran portazgos por donde sólo se pasaba una vez con vida. Se perdió la cuenta del número de patrullas moras, legionarias, falangistas y civiles que allí sucumbieron. No había cuartel para aquellos bandidos que, en nombre del "generalísimo", entraban en los pueblos, asesinaban a los hombres, violaban a las mujeres y saqueaban las casas para después incendiarias.

   Pero comenzaron a escasear las municiones. No había pan, ni más alimento que la caza. Se reunieron los más significados defensores de La Sauceda. Acordaron, burlando la vigilancia facciosa, que el alcalde, con cinco hombres, marchara a Málaga a pedir auxilios para seguir la lucha. Así se hizo. Regresaron a la Sierra con la promesa de que la aviación leal llevaría elementos a determinados sitios; pero ya era tarde. Exasperados los fascistas por aquella terrible resistencia de los vecinos de La Sauceda, atacaron a fondo, organizando para ello cuatro columnas, integradas por seis mil hombres, con ciento cincuenta Carros de asalto, que entraron sembrando la muerte por las rutas de Alcalá, Jerez y Cortes, y llevando como avanzada varias escuadrillas de aviones lanzando bombas. La defensa fue increíble. Seis días duró. Los ataques eran durísimos y la resistencia se hizo imposible. El pueblo en masa organizó una maravillosa retirada a través de los montes. Hombres y mujeres, niños y ancianos, en una marcha espantosa, escalando alturas y salvando barrancadas pavorosas, lograron huir.

      Pero los facciosos consiguieron alcanzar a un núcleo compuesto de veinte hombres, tres mujeres y diecinueve niños. Todos, absolutamente todos, sin respeto para el sexo ni para la infancia, fueron fusilados en la plaza del pueblo, frente a la iglesia, mientras el cura los injuriaba, exasperado porque los condenados, al iniciarse la ejecución, alzaban el puño y daban vivas a la República... De todo el grupo capturado un solo hombre se libró de momento de la matanza... Lo reservaban los fascistas para saciar la refinada crueldad de su jefe, aquel Juan Espejo, el posadero de Jimena de la Frontera, que, lanzando carcajadas siniestras al contemplar la bárbara agonía de aquellos infelices, sujetó con sus manazas a su víctima exclamando: “A éste dejármelo, que le voy a afeitar por mis propias manos..."

     Aquel desventurado era Francisco Castro Rodríguez, dueño del mejor comercio de La Sauceda y uno de los más heroicos defensores del pueblo. Meses antes de la rebelión tuvo un altercado con Juan Espejo porque le estafó mil pesetas en la compra de una partida de aceite.

      El posadero de Jimena de la Frontera no olvidó los insultos que Castro le había dirigido por su fechoría, y se dispuso a cobrarse la "cuenta"...

      Entre los falangistas de su pelotón cogieron al desventurado comerciante y, aun cuando éste, sospechando el martirio que le iba a dar su enemigo, se defendió cuanto pudo, le tendieron sobre una mesa de sacrificar cerdos y el sádico Espejo, riendo sin cesar, con un enorme cuchillo, de un solo tajo, le decapitó después de haberle vaciado el vientre de una cuchillada...

Restos de la ermita de la Sauceda (fotografia: https://www.lavozdelsur.es)


INCENDIO DEL LUGAR. CAPTURA DE OTRO GRUPO DE FUGITIVOS

      Una vez tomado el pueblo de La Sauceda, moros, legionarios, falangistas y guardias civiles, después de saquear las casas, incendiaron el lugar y emprendieron la persecución de los heroicos vecinos. Hasta la Sierra de Casares logró llegar, caminando de noche y ocultándose durante el día, un grupo de cincuenta saucedanos, que allí fueron copados por las tropas italianas, que ya se habían apoderado de Estepona.

     Todos los prisioneros fueron llevados a la cárcel de Algeciras, donde, apenas identificados, se ordenó su inmediato fusilamiento, sin tener en cuenta que entre los detenidos habla mujeres y niños.

     La víspera de Nochebuena a las diez, fueron sacados los prisioneros de la cárcel, y en dos camiones los llevaron al cementerio de Algeciras,

     Toda la ciudad se enteró del hecho. En el trayecto, los hombres iban dando mueras a Franco y vivas a la República, mientras las mujeres y los niños lloraban y pedían auxilio.

      Entre los que iban a ser el ejecutados figuraba Tomás Barea. A este vecino de La Sauceda, que estaba casado civilmente y tenía sus cinco hijos inscritos en el Registro civil y que siempre se había negado a bautizarlos, horas antes de la señalada para el fusilamiento le obligaron en la cárcel a contraer matrimonio eclesiástico y a bautizar a sus hijos. Después, todos ellos fueron a engrosar el grupo destinado a la matanza. Escoltaban a los dos camiones un capitán, un sargento y dieciocho guardias civiles. Ya en la puerta del cementerio el trágico cortejo, cuatro de los prisioneros, entre los que se encontraba Tomás Barea, lograron soltarse las ligaduras que les sujetaban, y, amparados en la oscuridad de la noche, se dieron a la fuga, mientras los guardias disparaban contra ellos sin cesar.

      De los cinco sólo se salvó Tomás Barea. Los restantes quedaron tendidos en la carretera. El fugitivo se detuvo para tomar aliento. Observó que los civiles regresaban al punto donde habían quedado los camiones con los prisioneros. Los siguió. A culatazos hicieron bajar a hombres y mujeres, y allí mismo, junto a las tapias del cementerio, los dejaron en montón, acribillados a balazos.

    Tomás Barea huyó enloquecido por el dolor y el espanto; llegó al puerto, se arrojó al agua y, medio muerto, consiguió llegar hasta la playa inglesa del Peñón de Gibraltar.

      En un sanatorio, perdida la razón, destrozado el organismo, convertido en un pingajo humano, ha habido necesidad de hospitalizar al desventurado."

Choza de la Sauceda (fotografia: https://www.lavozdelsur.es)

sábado, 1 de julio de 2017

Los alcalaínos Morales Maldonado: ¿estirpe soriana?



Manuel Carlos Ordás de Aranda.

       En la jerezana iglesia de San Mateo se halla una capilla armoriada[1]  que perteneció a una familia con amplia y distinguida presencia otrora en Alcalá de los Gazules: la de los Morales Maldonado, estirpe que vemos durante décadas al servicio de la casa ducal ocupando puestos de alta responsabilidad en el gobierno de sus estados.

       No se conserva en Alcalá piedra alguna que nos hable de su presencia en ella, pero en Jerez de la Frontera sí tenemos dos testimonios de su estadía: uno, epigráfico, en el Cabildo Viejo, donde se nos menciona a un caballero de este linaje que ocupaba una regiduría perpetua cuando la erección del edificio; el segundo son las armerías sitas en San Mateo. Éstas se hallan por partida triple: primeramente, las armerías pétreas de Morales coronando la portada de su capilla; en segundo lugar, vuelven a hallarse, y en la misma capilla, pero en chapa relevada y policromada; finalmente, en el centro de la nave, en una lauda que presenta el escudo del linaje partido con el de Maldonado. Las armerías Morales que tenemos en San Mateo nos muestran: un moral, acostado de dos lobos empinantes, y una bordura con ocho cabezas de águila, adosadas dos a dos. Sus esmaltes nos los da Juan Moreno de Guerra: «La casa de los Morales en la collación de San Mateo, calle de Justicia, y sus armas: un moral en campo rojo y dos lobos empinantes al árbol atados con cadenas; orla [sic, por bordura] de oro [con] ocho cabezas de águila, según estaban en la capilla de esta familia en San Mateo…».[2] Volveremos más adelante sobre el tema de las armerías.

Armerías Morales, Capilla Morales Maldonado,
 Iglesia de San Mato, Jerez de la Frontera.

       La documentación más remota que conocemos de la radicación de la estirpe en Alcalá de los Gazules se remonta al segundo cuarto del siglo XVI, al año de 1538, en cuyo día 24 del mes de agosto vemos aparecer a Hernando de Morales Maldonado en una partida bautismal, como regidor.[3]  En Jerez de la Frontera los encontramos sólidamente instalados entre la nobleza local ya bien entrado el siglo XVI, de tal forma que vemos inscrito, en el año de 1575, el nombre de un miembro de la familia en la fachada del Cabildo Viejo: Baltasar Morales Maldonado, de quien nos aclara la inscripción que es Caballero Veinticuatro, Fiel y Executor. De muy poco después será la erección de su capilla de San Mateo, de la que conocemos se levanta entre 1573 y el final del siglo. De la historia familiar, en rápido repaso, podemos reseñar: sus regidurías alcalaínas; sus abundantes veinticuatrías jerezanas; sus lucidos entronques en ambas poblaciones; el ingreso de miembros del linaje en el Real Seminario de Nobles, de Madrid; que otro de sus miembros, don Diego, fue Gran Canciller de la Orden de San Juan en el siglo XVII;[4] que una de sus damas, doña Francisca, fue Marquesa de Casinas, etcétera. Pero así y todo, su historia parece principiar en el siglo XVI, pues de antes nada sabemos. ¿Cuáles serán sus orígenes? ¿Hidalgos? ¿O, por el contrario, no más que unos afortunados arribistas que han escalado socialmente? Veamos si es posible aportar algo más a la historia familiar y esclarecer sus orígenes. Para ello nos será sumamente útil la heráldica, esa atrayente y fértil disciplina que sigue siendo abiertamente despreciada por tantos y tantos historiadores.

       Hay una vieja estirpe Morales con raíz soriana que forma parte de esa curiosa institución que se llama Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, institución formada por los descendientes de caballeros que acogieron y defendieron al rey Alfonso VIII de Castilla en su niñez, y recibieron como regalo el conocido como “Privilegio de los arneses”. Trae este linaje[5] por armerías un cuartelado: 1º y 4º de oro, moral de sinople; 2º y 3º, de plata, tres fajas de sable. En un principio nada hay que ligue ambos linajes, pero vamos a ver si en realidad es así.

Rueda con armerías delos Doce Linajes de Soria,
Palacio de los Doce Linajes, Soria.
Rueda con las armas de los Doce Linajes.

      Si comparamos las armerías de arriba con las del linaje que estudiamos, veremos que coinciden en llevar el moral (elemento parlante de ambos emblemas), y también en el esmalte del campo en que va el árbol, amarillo u oro; pero nada vemos en los sorianos de los lobos que aparecen en el emblema de San Mateo, ni en éste vemos las fajas que presentan los otros.[6] De las armerías “sorianas” consideramos que el cuartel de las fajas se añade en tiempos que no podemos precisar al del moral en campo de oro, a sus armas parlantes, que consideramos la parte más antigua del emblema y la que podríamos estimar como principal,[7]  y del que ya hemos visto su aparición en las del linaje que investigamos. Pero ¿y los lobos? Sabido es que las armerías son susceptibles de enriquecimiento, de acrecentamiento, sumándose a los viejos muebles del emblema otros nuevos corrientemente por enlace con otros linajes, pero otras veces, las menos, por concesión regia. ¿Tendrá algo que ver un acrecentamiento con los lobos por los que nos preguntamos?

       Por otra parte, el historiador renacentista Gonzalo Argote de Molina nos refiere que unos caballeros sorianos bajaron al Santo Reino acudiendo a la llamada que les hizo el entonces Obispo de Jaén, don Juan: «el cual trajo consigo muchos caballeros de sus deudos a la guerra de frontera, de quien descienden los linajes de Morales, Santisteban, Vela, y Santa Cruz que en este obispado ha habido».[8] De estos Morales sorianos asentados en el Reino de Jaén surgió una rama que partió a la vecina Córdoba, y a ella perteneció el caballero Lope de Morales y Orozco, capitán de caballos, de oriundez soriana, pero procedente de Jaén y afincado en Córdoba, de donde fue veinticuatro de su cabildo. Este caballero parece ser que fue el primero de su linaje que añadió los lobos a sus armas, animales heráldicos procedentes de las armerías de su estirpe materna: la linajuda Casa de Orozco.

Armas OROZCO, sepulcro de La Malograda, Museo Provincial de Toledo

      En la ciudad califal se llamaron usualmente los de este linaje, Díaz de Morales, y sus armas todavía se conservan en algún que otro lugar. Las componen con el árbol (moral), cuatro lobos arrimados a él, y conservando las fajas. Fajas de las que hemos visto prescinden los asentados en Alcalá de los Gazules y Jerez de la Frontera.

Escudo en la Casa del Burro, Córdoba.

Guadacorte, 3/05/2017.



NOTAS

[1] La capilla nos presenta cuatro escudos de armas, pero en este escrito nos ceñiremos a tratar de los que corresponden al linaje de Morales. Los otros escudos son de Maldonado y de Mesa. 

[2]  Juan SPÍNOLA Y TORRES, Descripción de las Fiestas de Cañas y Toros celebradas en Jerez de la Frontera el año1630 con motivo del nacimiento del Príncipe D. Baltasar Carlos, edición a cargo de Juan Moreno de Guerra y Alonso, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1910, p. 28, nota 36. 

[3]  Archivo Parroquial de San Jorge de Alcalá de los Gazules, Libro 1º de Bautismos, f. 62. 

[4] Diego de Morales Maldonado ingresó en la Orden de San Juan el 26 de julio del año 1628, llegando a ser Gran Canciller en el 17 de febrero del año 1662. PARDO Y MANUEL DE VILLENA, A., y SUÁREZ DE TANGIL Y DE ANGULO, F., Índice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta) en el Gran Priorato de Castilla y León desde el año 1514 hasta la fecha, Madrid, Librería de F. Beltrán, 1911, pp. 88 y 89. 

[5] Éstos de Morales son en realidad dos de los linajes llamados “troncales”. Uno es el de los Morales Hondoneros y otro el de los Morales Someros, pero ambos llevan las mismas armas. 

[6] Se podría añadir a estas diferencias que los de Soria tampoco llevan la bordura que vemos en el templo jerezano, pero ésta estimamos que es solamente producto de un entronque de estos Morales que vemos asentados en Andalucía. Respecto al cuartelado, diremos que ninguna importancia tiene: puesto de moda a partir del que inaugura San Fernando (año 1230), su uso o no en nada altera las armerías de un linaje, pues tan pronto disponían sus armas en esta forma cuartelada, que dejaban de hacerlo. 

[7] No conocemos ningún caso en que el mueble parlante de un emblema se añada a otro más antiguo. Lo que conocemos es justamente lo opuesto: el elemento o mueble que da el carácter de parlante al emblema siempre forma parte de su substrato más antiguo. 

[8]  ARGOTE DE MOLINA, G., Nobleza de Andalucía, Capítulo XCIII, Edición de Manuel Muñoz Garnica, Jaén, Establecimiento tipográfico de Francisco López Vizcaíno, 1866, pp. 446-447. No nos lo dice el historiador, pero el obispo a la sazón lo era don Juan de Morales, cuyo pontificado transcurrió entre los años de 1335 y 1357.