viernes, 15 de septiembre de 2017

El curato y la Parroquia (I)


Artículo publicado en la Revista "Apuntes Históricos y de nuestro Patrimonio 2005"

Fernando Toscano del Puelles



        De servidor constante y fiel de su Iglesia local es fácil de evocar a nuestro Viera, como lo permiten los documentos. Incluso en estrictas funciones pastorales, pues, además de Beneficiado, durante un tiempo fue Cura teniente del Vicario, interviniendo en servicio directo de las almas en tareas apostólicas generales, además de trabajos para el decoro del culto y del templo.

     Presentamos unas sencillas muestras:

      En 16 de junio de 1786 otorgó su primer testamento el Beneficiado a Félix Manrique (en realidad, D. Félix Jiménez de Vargas y Manrique). [1] Uno de sus albaceas es D. Diego Ángel de Viera, Beneficiado, “mi compañero”, con quien tuvo también una propiedad compartida, pues Manrique habitaba sus casas propias “en la Calle nueva de la Escalereta y lindan por abajo y la espalda con otras de Dª Inés Diosdado, (Esta señora diosdado, mayor de 50 años, enferma grave, testa en 27 de julio de 1793, ante García Troyano. Manda sepultarse en la iglesia de Santa Clara y encarga por su alma varias Misas) por la puerta con el Hospital de la Santa Misericordia de esta villa y parte del suelo de dichas casas es el horno de la Escalereta propio de Dn. Diego de Viera y Marquez, Presbítero y Beneficiado de dichas Iglesias.” [2]

        Entre sus encargos testamentarios, expresa que “por quanto siempre he tenido y tengo una grande devoción y afecto al Arcangel bendito señor dan Rafael, es mi voluntad que una lámina que está en la Iglesia Parroquial de esta dicha Villa del referido Santo, encima de la pila del agua bendita, se le construya y haga para adorno una repisa pequeña a la que se le dé de color y tambien algunos perfiles dorados poniéndole a sus lados dos cubilitos para poner la cera que alumbre a dicho Santo”.

       Conforme a esta su devoción, todavía dirá el Beneficiado Manrique respecto al Beaterio y a otra lámina (o cuadro) que posee de San Rafael: “Mando por vía de legado mejora o como más haya fugar en derecho, a el Hospital de Jesús, María y Josef nuevamente fundado por el dicho Dn. Diego de Viera también Beneficiado para curar a las pobres enfermas las citadas casas para que con lo que produzcan de renta se ayuden a costear una de las camas de dicho Hospital en la que se ha de poner la lámina que tengo del Señor San Rafael Arcángel mi Protector y Abogado”.

Testamento del beneficiado Félix Manrique

       El piadoso Manrique da a su admirado Viera otro encargo benéfico: “Ytt. También mando que el dicho D. Diego Angel por si solo separe doce pesos escudos reales de los que produxere el dicho mi caudal, y lo reparta por si solo los sábados de cada semana en pobres mendigos hasta que queden enteramente consumidos y extinguidos, en cuyo encargo no se ha de mezclar otra persona alguna, y tambien le relevo de dar cuenta de su distribución".

        Por último, D. Félix Manrique muestra su noble corazón comisionando a sus albaceas para que hagan llegar todo su caudal “para los pobres de solemnidad desta villa”, repartiéndolo “como acreedores a él”.

       Otro extremo de favor o actividad de Viera en las mejoras de nuestro templo principal lo tenemos en aquella su expresa intervención -expuesta en la obra sobre la Congregación Beaterio- acerca de ampliación, traslado y gran arreglo del Sagrario Parroquial. Aún se realizaba en 14 de octubre de 1790, fecha en la que el presbítero don Francisco de Oliva, pariente de Dn. Diego, mandó dar 3000 reales de vellón “para la obra de la Capilla del Sagrario que se está construyendo en la expresada iglesia Parroquia”.[3] Este mismo Padre Oliva, “Mandó el relox de campana que tiene en las casas de su morada a la Iglesia Parroquial de esta Villa”, reloj que asimismo debió instalarse posteriormente, en la entrada de dicha nueva Capilla, junto a la puerta de la Sacristía, donde permaneció hasta que, después de las obras realizadas hacia 1991, fue trasladado a la Victoria.

       No queremos dejar de referirnos al Oficio Divino, principal empleo de los Beneficiados. En el Coro, formando con sus compañeros, el Beneficiado rendía a Dios el solemne tributo de los adoradores, nada menos que en nombre de la Iglesia. Cantaba Viera los textos de esos venerables libros corales: gradual, vesperal, responsorial, antifonario, himnario... Era canto llano que se acompañaba de la voz de los sochantres cooperadores y del toque del organista (a su vez ayudado del modesto auxiliar al fuelle).

      De vez en cuando, según las solemnidades, capilla de cantores y ministriles ocupaba el recinto lateral en alto del coro, el de la schola cantorum.

        Pero el repertorio gregoriano siempre fue básico y obligado en canto y órgano, para toda celebración litúrgica: canto llano frente al figurado o mensural. La liturgia requería aquella presencia, pues la polifonía sólo solemnizaba las celebraciones especiales o de mayor importancia. Por esta cotidianidad del canto gregoriano, había llevado a considerársele el verdadero canto coral (no los cantos polifónicos), y sus libros, libros corales. Aunque el Coro principal era el compuesto por los Beneficiados, a estos Capitulares se unían los Curas y otros clérigos que lo tenían por deber: actuaban bajo la dirección práctica del que ejercía de Sochantre.

       Como decimos, en ciertas ocasiones, intervenía pequeña capilla de música, con voces de personas adultas y, en otros momentos, incluso con niños cantores (sobre todo en los ejercicios piadosos), con sus diversas voces. Era obligado en las funciones de Navidad, para los Villancicos.

      En su caso, todo este aparato realizaba por el templo y por la plaza las solemnes Procesiones. Y cuando ocurría la de la proclamación de la bula de la Santa Cruzada, consta que sonaba el atabal....

       Como se dijo en la muy citada obra sobre el Beaterio, D. Diego de Viera fue en determinado período de su vida uno de los Curas, auxiliares del Vicario para el cuidado y cura de las almas. 

      Sánchez Herrero, hablando de nuestra zona gaditano-xericiense, indica que, en la Edad Media, el Vicario era el encargado de la administración de los sacramentos, siendo como verdadero Párroco. “En las parroquias podía haber varios beneficios dotados y por ello varios beneficiados, a uno de los cuales se le encargaba la administración de los sacramentos, denominándosele indebidamente cura, y capellanes”. [4]

       Este oficio y nombre de Cura se admitió luego y hasta confiriéndose a varios sacerdotes simultáneamente, siendo a veces denominados Tenientes de Cura, siempre en concepto de auxiliares u subordinados del Vicario o Párroco. 



NOTAS

[1] Véase Archivo Histórico Provincial, Protocolos de Alcalá de los Gazules ante el Escribano Público don Rafael María González de Lora, t. 222, fs. 11-15 

[2] Segundo testamento de Manrique, en 10 de noviembre de 1792; Archivo Histórico Provincial, Protocolo de Alcalá de los Gazules, tomo 286 

[3] Testamento ante don Rafael María González de Lora, escribano público de Alcalá de los Gazules 

[4] SÁNCHEZ HERRERO, José; "Cádiz medieval", en la obra Cádiz v su provincia. Ediciones Gever, tomo II, Sevilla 1984, página 198. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario