Ismael Almagro Montes de Oca
Hace varios años, cuando empecé a investigar sobre la epidemia de fiebre amarilla que asoló Alcalá en 1800, el mundo entero miraba con temor hacia África, preocupado por la expansión del virus del Ébola, que amenazaba con convertirse en una pandemia mundial de consecuencias imprevisibles. Hoy la situación se repite, más dramática si cabe, con la pandemia del coronavirus. Imagínese esta situación excepcional que estamos viviendo hace dos siglos, cuando no se contaba ni con medios técnicos modernos para controlar la más mínima epidemia ni con la medicina actual para ponerle remedio. Resultado: el CAOS. La gente huyendo al campo, el pueblo despoblado, las tiendas desabastecidas, los enfermos casi desatendidos y abandonados a la voluntad de Dios, a quienes se encomendaban todos en rogativas y procesiones varias, ante la inutilidad de la multitud de remedios medicinales y caseros para evitar el contagio y que hoy, vistos desde la distancia temporal, nos resultan irrisorios, pero que en su día creyeron eficaces, pues muchos de ellos eran recomendados por los propios médicos.
Alcalá se vio especialmente afectada durante el siglo XIX por sucesivas epidemias que mermaron su población. Así, en 1800, 1802, 1804 y 1820 (60 fallecidos) fue la fiebre amarilla la que hizo estragos, mientras que en 1834 sería el Cólera quien dejara 158 víctimas. Posteriormente, en la década de 1840 fueron frecuentes los episodios de calenturas y tabardillo y en 1854 sería nuevamente una epidemia de cólera morbo la que se cobrara 288 fallecidos. Esta misma enfermedad se volverá a reproducir en 1864-65 y finalmente en 1892, tendrá lugar última epidemia del siglo, frenada ya su virulencia por la utilización de las vacunas.
Pero de todas ellas, la más mortífera fue la primera del siglo, la de 1800, que según las fuentes estudiadas produjo más de 800 muertes entre los habitantes de Alcalá en apenas 3 meses. Y, sin embargo, pese a ser la más dañina, apenas sabemos unos cuantos datos sobre la misma. Es por ello por lo que me he propuesto arrojar luz y dar a conocer cómo se desarrolló y las consecuencias que tuvo esta epidemia, que es sin duda, por el número de víctimas, el episodio más negro en la Historia de Alcalá.
Es difícil saber con exactitud el número de habitantes que tenía Alcalá en torno a 1800 pus aún no se elaboraban censos. En la segunda mitad del siglo XVIII se va produciendo un aumento gradual de la población ya que las fuentes hablan de 3040 habitantes en 1769 y 3867 en 1782. [1] Varios años después, en 1789 la población alcalaína rebasaría ligeramente la cifra de los 4000 habitantes [2] Ya entrado el siglo XIX, Sebastián de Miñano, en su Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, publicado en 1826, establece la población en 5113 habitantes. A la vista de estas cifras, no resulta descabellado pensar que en el cambio de siglo nuestro pueblo contara con una población en torno a 4500 habitantes.
Tal como era costumbre, en el primer cabildo de 1800 tiene lugar la toma de posesión de los nuevos cargos en el Ayuntamiento para dicho año, que habían sido nombrados por la Duquesa de Medinaceli, dueña jurisdiccional en cuya Casa se incluía el Ducado de Alcalá, eligiendo para cada puesto a uno de los dos candidatos propuestos. Conviene aquí precisar la composición del Ayuntamiento o Concejo en esta fecha, puesto que se convirtieron en los actores principales durante la trágica epidemia.
El Cabildo alcalaíno estaba presidido por el Alcalde mayor o Corregidor, cargo ejercido por D. Manuel Simó y Solano. Nacido en Granada el 29 de octubre 1753, había iniciado su carrera en 1769 al obtener beca de Colegial Jurista en el Real de los Apóstoles San Bartolomé y Santiago, donde estudia durante cinco años Súmulas, Lógica y Ética. Durante los tres años siguientes estudia Jurisprudencia Civil para cursar posteriormente un año de Derecho Canónico. En 1773 obtiene el grado de Bachiller en Leyes por la Universidad de Granada. Durante 4 años es miembro de la Academia de Jurisprudencia práctica establecida por el Colegio de Abogados de Granada, ejerciendo de Juez y abogado. En diciembre de 1779 ingresa como abogado en la Chancillería de Granada. El 28 de agosto de 1784 toma posesión como Corregidor de la Villa de El Coronil, nombrado por el Duque de Medinaceli, donde permanece hasta enero de 1787 en que es promovido a la ciudad de Denia, en Valencia. Allí permanece hasta marzo de 1793, siendo nombrado el 28 de abril de dicho año corregidor de la Villa de Espera, desde donde pasa en 1799 a ejercer en nuestra localidad.
Existen además dos alcaldes ordinarios, equivalentes a los actuales tenientes de alcalde, o como aparecen denominados en las actas de la época, alcaldes de 1º y 2º voto, además de seis regidores o concejales. El encargado de mantener el orden y manejar las milicias será el alguacil mayor, mientras que el escribano de cabildo hará las funciones de secretario.
En el cabildo de 5 de enero toman posesión de sus respectivos cargos los nuevos alcaldes y concejales, recogiendo el acta todo el protocolo de aceptación de los nuevos capitulares, bajo la fórmula del juramento en defensa del Misterio de la Purísima Concepción:
“Sre. titulo de nuevos capitulares
En este cav.do por el Señor Correxor Presidte se manifestó un titulo que expresó haverlo puesto en poder de su mrd. Dn Alonso de Mendoza y Peña Admor del Exmo. Sr. Jurisdiccional de esta villa, el qual es despachado por la Exma Sra Da Juaquina de Benavides Pacheco de la cueva…se sirve nombrar por Alcaldes de primer voto y segundo a los señores Dn Juan Benitez Valverde y dn Diego Maria del Manzano; para Alférez mayor y Algl mor a dn Rafael de Velasco y dn Jose Antonio Coronado y pa Rexidores a dn Franco Caballero xarillo, dn Jose Arias Ximenez, dn Gonzalo Guimaran, Dn Jose Benitez del canto, dn Franco Cid Noble y dn Christobal Muñoz; Y enterados dhos Señores de la indicada elección y encontrándola conforme con su propuesta; Acordaron se guarde, cumpla y execute en todas sus partes, uniéndose a este Libro capitular dho titulo y respecto de hallarse citados ante diem por el caballero Algl mayor las Personas nombradas y que están aguardando en la Pieza de esta Essna de Gobierno, existente en esta casa capitular, que se vaxe a ella por el presente Essno. y dándoles el correspte recado de urbanidad los conduzca e introduzca en esta sala de Acuerdos y en ella precedidas de las solemnidades y ceremonias acostumbradas se le reciba a cada uno en sus respectivos empleos: Mediante lo qual y verificada dha dilixa. precedida la aceptación de cada uno en sus respectivos empleos y el Juramento de la defensa del Misterio de la Pura y limpia Concepcion y el de exercer su oficio con la fidelidad corresponte y guardar el debido sigilo en los asuntos que se traten y acuerden por el dho Sor. Presidente se entregaron los Vastones a dhos señores Alce Dn Juan Benitez y no se hizo a el dn Diego Manzano por hallarse ausente de esta, a el Alferez mayor y Algl mayor y a todos se les dio la correspondiente posesion, que tomaron quieta y pacíficamente y sin contradicion alguna”
Tras la toma de posesión, los miembros del nuevo Ayuntamiento llevan a cabo una votación para elegir entre los vecinos a los que han de ocupar distintos cargos en la administración pública. Como muchos de ellos intervendrán de alguna manera en el desarrollo de los acontecimientos durante la epidemia, recogemos a continuación la lista completa de cargos [3]:
- Corregidor y Presidente: Manuel Simó y Solano
- Alcalde ordinario de 1º voto: Juan Benítez Valverde
- Alcalde ordinario de 2º voto: Diego María del Manzano
- Alférez mayor: Rafael de Velasco
- Alguacil mayor: José Antonio Coronado
- Regidores: Francisco Caballero Jarillo, José de Arias Jiménez, Gonzalo Guimaranes, José Benítez del Canto, Francisco Cid Noble y Cristóbal Muñoz
- Síndico provisor: Francisco de la Jara
- Síndico general: José Suarez
- Escribano: Miguel Manin de la Bastida
- Diputados de Millones: Juan Benítez Valverde, Alcalde y Manuel Simó, corregidor
- Padre general de menores: José Antonio Coronado, alguacil mayor
- Diputados de cartas: Señores Jueces con la misma forma que el año anterior
- Diputado de guerra: Alcalde
- Diputados de Montes: Rafael de Velasco y José de Arias
- Diputados de fiestas: Juan Benítez, Alcalde y José de Arias,
- Diputados de obras: Gonzalo Guimaran y Gonzalo Muñoz
- Diputados de campo: Rafael de Velasco y José de Arias
- Promotor fiscal: José Suarez
- Cirujano: Vicente Guillen, que lo era anteriormente
- Procuradores del número: Ildefonso de Zurita, Juan Manuel de la Cuesta, Francisco Corona y Pablo Villoslada y Morales
- Veedores de viñas y olivares: Bartolomé de Oliva y Juan Antonio Camacho
- Veedores de panes: Juan de Mora y Juan de Soto
- Veedores de huertas: Diego Pérez y Francisco Benítez de los Ríos
- Veedores de Molinos: Alonso Guerrero y Antonio Guerrero
- Alarifes de Albañilería: Antonio Pedrero y Francisco Escalona
- Alarifes de carpintería: Juan Vicente Periañes y Antonio Ulloa
- Tesorero de Millones: Juan de Morales Márquez
- Receptor de carnicería: Juan Manuel de la Cuesta
- Mayordomo de Propios: Francisco Durán Troyano
- Receptor de bulas: Francisco Durán Troyano
- Receptor de papel sellado: Juan Marchante
- Fiel de la Alhóndiga: Francisco de Paula Román
- Diputado del Pósito: José Antonio Coronado, alguacil mayor
- Depositario del Pósito: Juan de Morales Márquez
- Médicos: José Sánchez Aznar y Lorenzo Rodríguez
- Fiel de carnicería: Ildefonso de Zurita
- Diputado de caballería: Gonzalo Guimaran, regidor
- Encerrador: Juan de la Cruz Cortegana (lo era anteriormente)
- Alcaide de la cárcel: José Suarez, que lo era anteriormente (se le concede para mayor seguridad de la cárcel, la casa sobre ella, mientras tenga este cargo) [4]
Pero volvamos al origen de la epidemia. Tradicionalmente se atribuye al navío americano El Delfín la introducción de la epidemia en Cádiz, donde arribó el 6 de julio de 1800 tras 24 días de viaje con 12 marineros y 22 pasajeros a bordo, falleciendo en el transcurso de la travesía tres individuos de su tripulación, aunque otras fuentes también apuntan que pudo introducirse a bordo del navío El Águila, que arribó en Sanlúcar el 30 de junio procedente de la Habana, habiendo fallecido cinco hombres en la travesía, pasando parte de su población a la capital gaditana.
Sea como fuere, la fiebre amarilla, también conocida como vómito negro o prieto comienza rápidamente a hacer estragos entre la población gaditana, ante la indecisión de los médicos, que encontrándose una enfermedad casi desconocida, no se ponen de acuerdo sobre si es de origen contagioso o estacional y queriéndole restar importancia, pierden un tiempo precioso para atajarla con medidas como el aislamiento, de tal modo que no será declarada la epidemia hasta primeros de agosto, ante la elevada mortandad que estaba ocasionando.
Oficialmente no será hasta el 29 de agosto cuando lleguen a nuestro pueblo noticias sobre la epidemia en un escrito remitido por el conde de L´Haye de Saint Hilaire, Comandante General del Campo de Gibraltar, jurisdicción de la que dependía Alcalá, en el que insta a cortar toda comunicación con la ciudad de Cádiz para evitar que la enfermedad se propague, viéndose dicho oficio en el cabildo del día 31 de dicho mes:
“En este cavildo se acordó asimismo de conformidad a que mediante las graves enfermedades y peores resultas que se están experimentando en la ciudad de cadiz como es notorio en este Pueblo y a mayor abundamiento lo manifiesta asi a esta Justicia S. Sra. el Señor comandante gral interino de la ciudad y campo de San Roque con fecha veinte y nueve del que acaba en el que tambien lo hace para que se tomen las mas eficaces providencias a fin de cortar toda comunicación con dha Ciudad…”[5]
Sin embargo, la enfermedad ya ha penetrado en Alcalá, antes incluso de que se tomen las primeras medidas, pues en un listado de fallecidas en el Beaterio que se conserva en el Archivo Parroquial de Alcalá se anota un fallecimiento el día 24 de agosto:
“En Alcalá de los Gazules, en veinte y quatro de Agosto de mil ochocientos: falleció en la epidemia Elvira Maria Dueñas, hija de Antº Bentura Dueñas y de Juana Naranjo” [6]
Tras conocer las órdenes del Comandante General del Campo de Gibraltar, los miembros del ayuntamiento alcalaíno deciden tomar medidas, siendo la primera, tal como solía ocurrir en casos de calamidad, acudir a la patrona para pedir su intercesión, acordándose además suprimir lo que hoy conocemos como Romería en el Santuario y trasladando a la Virgen al pueblo, para así evitar la afluencia de foráneos:
“…siendo la mayor que siempre se ha experimentado, el dia del dulce nombre de Maria a la magnífica festividad que se le hace en su Santuario a causa de la concurrencia de distintas personas de todos los pueblos comarcanos y particularmte. de la isla y cadiz desde luego se dertermino por este Cuerpo que pa evitar los perjuicios que por ello se le pueden originar a la salud publica se traiga a esta villa (se traiga a esta dha Va) a la referida nuestra Señora Patrona por medio de procesión que este Ayuntamiento junto con el venerable clero y su común de vecinos en forma de penitencia haga para que en esta Parroquial se celebre dha festividad annual y al mismo tiempo los señores Beneficiados y Curas de la misma que lo tengan a bien las tardes del Novenario qe tambien se le hará a nuestra Señora, predicará el que tenga por conveniente, a fin de que asi uno y otro Cuerpo concurran a rogar y suplicar a nuestra Señora libre a todo el vecindario y deemas de la epidemia que en dha ciudad se esta experimentando, asi de hambre peste y Guerra y para todo ello se le pase el oportuno oficio al seño vicario ecleciastico Dn Martin cumplido, en inteligencia de que por este cuerpo, no se nombran como se ha acostumbrado, Diputados particulares mediante la situación de las cosas y evitar gastos de comida y deemas para lo que el Pueblo no puede concurrir, mediante la pobreza que se está experimentando pues todos los Yndividuos de este cuerpo deben de ser Diputados”.[7]
En el mismo acta se hace alusión a “los soldados que están acordonando a el Pueblo” lo que nos indica que ya antes de tomar decisiones en este cabildo, parece ser que se tomaron algunas providencias, posiblemente el mismo día de recibirse las órdenes del Conde L´Haye de Saint Hilaire. Asimismo, se determina que los propios regidores se turnen en la vigilancia de las entradas del pueblo junto a los soldados para reconocer a las personas y decidir quién puede pasar y quién no:
“Sre. qe los Rexidores se pongan en las entradas y salidas del Pueblo.
tambien se trató y acordó en este cavdo que para llevar a debido efecto las providencias y determinaciones que por la Real Justicia de esta villa se han tomado a fin de cortar toda comunicación de forasteros asi de cadiz como de los demas Pueblos inmediatos mediante los perjuicios que se están experimentando, y se pueden originar a la salud publica en esta villa, a causa de que los soldados que están acordonando a el Pueblo no conocen las Personas y sujetos que deben y pueden entrar en él, se determina que los caballeros Rexs y diputados del común se pongan con dhos soldados en las entradas y salidas del Pueblo, para que como comisionados de la misma, celen y reconozcan los que puedan y deban entrar en el alternando para las noches unos con otros en inteligencia de que serán responsables si se experimentase de que entren algunos forasteros, ni frutos que conduzcan y por ellos perjuicio a este vecindario y asi se determinó” [8]
Aunque solo conocemos las órdenes, grosso modo, es muy posible que también se recibieran una serie de medidas para intentar controlar la epidemia, similares a otras que se tomaron e imprimieron en distintas ciudades. [9] Así, las tropas deben acordonar el pueblo en toda su circunferencia, a distancia de una legua (unos 5,5 kms.) marcándose claramente dos líneas separadas entre sí cien pasos, una para evitar que salgan los bloqueados dentro y la otra para evitar el contacto del exterior con los bloqueados. En el caso de Alcalá, aparte de soldados, seguramente por ser escasos para bloquear todo el perímetro, participan en el cordón muchos vecinos, construyéndose chozas para el resguardo en las tareas de vigilancia, tal como posteriormente declararía el Licenciado Miguel Moreno González: “las chosas qe se hicieron para los vecinos qe custodiavan el Pueblo” añadiendo además que los propios vecinos aportaron el material para su construcción: “los mismos avitantes condujeron de sus cortijos las castañuelas y demas materias que al efecto se les pidieron”. Este testimonio es refrendado por Francisco Villanueva, quien corrobora: “las cosas echas con palos y castañuelas que suministraron y condugeron los vecinos y labradores del campo”. Pero no solo se hace la vigilancia desde estas chozas sino también se utilizan los cortijos de la zona para alojar a la tropa, según el testimonio de otro alcalaíno, Domingo Sánchez Corona, quien expone: “…se hicieron varias chozas para impedir qe se infestase el Pueblo, la entrada de forasteros… y por otras partes del termo se acogieron las tropas en los cortijos”
Las medidas de contención propuestas son muy rigurosas, tanto que se publicarán bandos imponiendo la pena de muerte a los que se salten el bloqueo, aconsejándose a los jefes militares utilizar las armas de fuego e incluso la bayoneta como último recurso.
NOTAS
[1] TOSCANO DE PUELLES, Fernando; Sainz de Andino, el hacedor de leyes. 1987. Pág. 20. Recoge los datos de ANTON SOLÉ, Pablo; Situación económica y asistencia social de la Diócesis de Cádiz en la segunda mitad del siglo XVIII
[2] TOSCANO DE PUELLES, Fernando; Historia de la Congregación-Beaterio de Jesús, María y José. 1988. Pág. 36.
[3] ARCHIVO MUNICIPAL ALCALÁ DE LOS GAZULES. (AMAG) Libro Capitular de 1800. Cabildo de 1 de enero. Folios 3-4 vto.
[4] AMAG. Libro Capitular de 1800. Cabildo de 5 de enero. Folios 5-8 vto.
[5] AMAG. Libro Capitular de 1800. Cabildo de 31 de agosto. Folios 25 vto. - 27
[6] ARCHIVO PARROQUIAL DE ALCALA DE LOS GAZULES. Libro de funerales nº 8. Folio 108
[7] AMAG. Libro Capitular de 1800. Cabildo de 31 de agosto. Folios 25 vto.-27
[8] AMAG. Libro Capitular de 1800. Cabildo de 31 de agosto. Folios 27 y vto.
[9] REFLEXIONES ACERCA DE LA EPIDEMIA QUE REYNA EN CADIZ Y MEDIOS DE ATAJAR LOS ESTRAGOS DE UNA PESTE. Reimpreso por orden de la Junta de Sanidad. Mallorca 1800
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