viernes, 19 de octubre de 2012

Un yacimiento romano en Peña Batida (I)


     Extracto de la Memoria de actuación arqueológica preventiva del proyecto de conducción de agua a Alcalá de los Gazules del abastecimiento gaditano desde Paterna inserto en el Anuario Arqueológico de Andalucía 2006 publicada por la dirección de Bienes culturales de la Junta de Andalucía

RAMÓN FERNÁNDEZ BARBA 
 JUAN JOSÉ CÍSCAR MALIA

INTRODUCCIÓN 

     En este trabajo se muestran los resultados obtenidos en la actividad arqueológica preventiva, control arqueológico de los movimientos de tierra, llevados a cabo durante la ejecución de los trabajos para la instalación de la conducción de agua desde Paterna de la Ribera hasta Alcalá de los Gazules; dentro del Proyecto “Conducción de agua a Alcalá de los Gazules del abastecimiento gaditano”. TM. de Paterna de la Ribera y Alcalá de los Gazules, Cádiz. Donde se ha documentado un yacimiento desconocido hasta el momento; denominado Yacimiento de la Peña Batía. 

      El proyecto consistió en la construcción de una canalización de tuberías de agua de unos 14,5 kilómetros de longitud, discurriendo por dos términos municipales: la tubería parte de la estación de tratamiento de agua que se encuentra situada justo a la entrada de la pueblo de Paterna de la Ribera. Dicha tubería discurre en su mayoría del trazado paralela a la carretera que une Paterna de la Ribera y Alcalá de los Gazules, termi­nando en las inmediaciones de Alcalá de los Gazules. Uniéndose a una tubería preexistente que lleva el agua a lo alto de la peña donde se encuentra situada dicha ciudad. La tubería recorre en su mayoría de trazado el término municipal de Alcalá de los Gazules, tan solo durante sus, aproximadamente, cinco primeros kilómetros permanecen los trabajos en término municipal de Paterna de la Ribera. 

Peña Batida


EL YACIMIENTO DE LA PEÑA BATÍA 

    Durante el transcurso de las obras para la conducción de las tuberías de aguas del abastecimiento gaditano desde Paterna a Alcalá, se documentó la existencia de un yacimiento que hasta el momento no se tenía noticia alguna de él. 

     El yacimiento se encuentra enclavado en el límite del término municipal de Alcalá de los Gazules con Paterna de la Rivera, en una zona que está clasificada por su valor ecológico. 

     El día 12 de marzo de 2007 tras el desbroce inicial se documentaron una serie de materiales cerámicos en superficie ya que era imposible practicar la inspección superficial por la gran cantidad de vegetación y la gran altura a la que llegaba,. En su mayoría forman parte de galbos de varias formas de recipientes cerámicos. Se documentan, además, varios fragmentos de tégulas, pero ninguna estructura. 

Situación del yacimiento

     En estos momentos se procede a detener la máquina y a dar parte a la sección de arqueología de la Delegación Provincial de la Junta de Andalucía en Cádiz, solicitándoles una inspección inmediata con el fin de que determinasen cual sería la mejor solución a adoptar para salvaguardar el yacimiento recién descubierto. 

     Una vez protegida la zona se procedió a recolectar diversas formas cerámicas para poder llevar a cabo un pequeño estudio de ellas y poder identificar el yacimiento. Como no se veía clara la ubicación del yacimiento ya que lo que se documento fueron materiales cerámicos y constructivos dispersos por la ladera de la peña a ambos lados pero rodados, mucho más rodados por la parte trasera de la peña. Subimos a la cumbre de la peña y al llegar a ella documentamos lo que parece ser la base de cimentación de una estructura que debió emerger en todo lo alto de la peña, cosa que no es de extrañar dada la localización estratégica de la zona y la magnífica vista de los campos del alrededor. Dicha cimentación estaba compuesta por sillares de piedra unidos con argamasa arenosa. La parte superior de la peña presentaba cierta planicie, no se pudo realizar una inspección visual de superficie ya que estaba cubierta con un frondoso manto vegetal. 

     Todo ello nos hizo pensar que realmente el yacimiento estaba en lo alto de la peña, pero ya que no se realizó excavación se protegió toda la zona. En la parte delantera que daba a la carretera se apreciaba en superficie muchos más materiales que en la trasera. 

     Mientras esperamos la llegada de la inspección de los técnicos de la Delegación, discutimos con el responsable de la obra las diferentes posibilidades de cambio de dirección de la zanja para no tocar el yacimiento; se nos plantean dos posibilidades: por un lado desviar la traza por detrás de la peña y por otro pegar la traza a la peña por donde aflora el nivel natural. Una vez realizadas las comprobaciones pertinentes por parte del arqueólogo inspector, se decide que la solución mejor es pegarla a la peña lo máximo posible, pasando por una zona donde aflora a superficie el nivel natural en forma de roca ya que la solución de pasarla por detrás desvía en demasía la traza de la zanja y además detrás de la peña se documentan materiales cerámicos muy rodados. 

Restos de una estructura en la cima de la Peña

     Una vez solucionado el problema de por dónde se va a pasar la traza de la zanja, procedemos a intentar conocer lo mejor posible el yacimiento, generando un polígono perimetral de seguridad. 

     Se le envía la información a la Delegación de cultura de la Junta de Andalucía para que lo incluya en el catálogo de yacimientos del término municipal. Dicha información está compuesta por: mapa que geo-referencie el yacimiento y el polígono levantado con sus coordenadas UTM Huso 30. 


ESTUDIO DE MATERIALES ARQUEOLÓGICOS 

     Aunque los materiales arqueológicos hallados, cerámicos en su totalidad, son escasos y proceden de contextos superficiales o alterados, sí son significativos a la hora de establecer, al menos, la presencia de dos grandes conjuntos culturales. Por un lado, una serie de materiales cerámicos de tradición orientalizante o ibérica; y por otro, un conjunto de época romana, formado por restos de vasijas de tamaño y uso muy diverso y por materiales de construcción. Veamos con detenimiento estos objetos documentados sobre el terreno. 

1. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE TRADICIÓN ORIENTALIZANTE O IBÉRICA 

     Empezaremos este primer apartado tratando de un grupo de materiales característico de la tradición cerámica orientalizante: los vasos con decoración pintada. La aplicación de motivos decorativos pintados, organizados generalmente en bandas y líneas horizontales de distinta anchura, con espacios en reserva, en negro y rojo como principales colores empleados, es habitual en la cerámica fenicia oriental desde al menos el siglo IX-VIII a.C. (cfr. Lehmann 1996). En la Península Ibérica los primeros ejemplares hacen ya su aparición durante el siglo VIII a.C., en piezas como las llamadas urnas tipo Cruz del Negro. La decoración en bandas se animará en ocasiones con motivos figurados: vegetales, animales fantásticos, etc., conformando la decoración de carácter orientalizante más característica y conocida (por ejemplo, los grandes pithoi de la Casa-Palacio del Marqués de Saltillo). Este tipo de decoraciones tendrá una gran perduración en la cultura material cerámica de Andalucía, convirtiéndose en nota también característica de la llamada cerámica ibérica (Pereira y Deamós 1985). 


Los fragmentos documentados para el presente informe consisten en: 

a) Formas abiertas: 

     Cuenco en forma de segmento de esfera con borde sin diferenciar y labio simple (fig. 1, 1). No se conserva la base ni el arranque de la misma, aunque la cadencia e inclinación de la pared y otras formas similares conocidas en el ámbito de la Bahía de Cádiz sugieren que la base podría ser con pie indicado y fondo convexo. Las superficies del cuenco están alisadas, sus pastas presentan una coloración beige aunque con manchas grisáceas en la superficie. La presencia en la capa más externa de la superficie de un microestrato ennegrecido sugiere que la alteración del color en la pieza se deba, en parte, por una cocción oxidante de mala calidad. En el tercio superior del cuenco, próximo al borde, en su superficie externa, presenta decoración de dos bandas horizontales paralelas pintadas en negro. 

     Este tipo de cuenco es una forma muy frecuente en diversas producciones y acabados desde el finales del siglo VII a.C. y especialmente a lo largo del siglo VI a.C. -cuando lo encontramos dentro de las cerámicas grises orientalizantes y en las producciones comunes- hasta época romana. La simplicidad de la forma es la clave de su perduración y de su presencia en múltiples y dispares repertorios tipológicos, no siempre necesariamente relacionados. La aplicación de decoraciones pintadas en estos cuencos suele limitarse a lo que se observa en esta pieza: una o varias bandas estrechas horizontales en color negro o rojo, en la parte exterior del vaso y preferentemente en su tercio superior. Precisar una cronología se hace difícil por las perduraciones comentadas y lo común de la forma. En todo caso, es entre los siglos VI y IV a.C. cuando encontramos una mayor proporción de estos cuencos pintados en el entorno de Andalucía Occidental (cfr. Ruiz Mata y Vallejo 2002). 


b) Formas cerradas: 

- Galbo perteneciente a una vasija de cuerpo globular u ovoidal, a juzgar por la tendencia y trazado de su perfil (fig. 1, 2). Presenta pastas anaranjadas, con desgrasante de grano medio y fino de cuarzo y mica, posiblemente feldespato, visibles a simple vista en superficie. La superficie interior aparece sin tratar mientras que la exterior presenta decoración pintada en bandas. Puede apreciarse en el fragmento conservado una ancha banda horizontal de pintura roja que ocupa casi toda la superficie del galbo, una pequeña banda estrecha en negro, también horizontal y paralela a la anterior, situada coincidiendo con el límite con ésta. Por encima de ésta banda negra la superficie aparece en reserva, quizás para repetir la secuencia que vemos en el siguiente fragmento: banda ancha roja – dobles líneas negras en espacio en reserva – banda ancha roja. 

- Galbo perteneciente también a una vasija de cuerpo globular u ovoidal (fig. 1, 3). Presenta, como en el caso anterior, pastas anaranjadas, con desgrasante de grano medio y fino de cuarzo y mica, quizás también feldespato, visibles a simple vista en superficie. Éstas no presentan tratamiento alguno al interior, mientras que al exterior están decoradas con bandas pintadas. Pueden apreciarse dos grandes bandas horizontales de color rojo vinoso oscuro, que no aparecen completas en su desarrollo vertical. Entre ellas, en un espacio en reserva que deja ver la superficie sin tratar, se trazan otras dos bandas, esta vez muy estrechas, igualmente horizontales y paralelas en pintura negra. 

     Tanto uno como otro galbo debieron pertenecer a una urna de tradición orientalizante, aunque no podemos precisar ni aventurar la forma de la misma a partir de la ínfima proporción conservada de las piezas completas. Urnas de estas formas y con esta decoración están presentes desde el siglo VIII a.C., como comentamos más arriba, hasta al menos el siglo II a.C., con perdu-raciones en época romana. Las piezas aquí estudiadas, dentro de las limitaciones lógicas por el estado y tamaño de los fragmentos que han llegado hasta nosotros, podrían centrarse entre los siglos VI y IV a.C., momento de amplia difusión de estas cerámicas en el Extremo Mediterráneo Occidental. 


     Acabaremos este primer bloque con una forma que, según parece, podría guardar relación con la tradición alfarera de raigambre púnica y orientalizante . Se trata del fragmento de una vaso cerrado con borde exvasado, de sección triangular, con cuello muy corto y estrangulado que da paso a una pared que traza un perfil de curvatura acusada, anunciando un cuerpo globular u ovoidal (figura 2, 1). Las pastas, cocidas en ambientes oxidantes, son de color beige claro, con desgrasante relativamente abundante de grano medio y grueso, de cuarzo y feldespato y restos de material calizo o calcáreo. El perfil del borde recuerda remotamente a las urnas de tradición fenicio-púnica que encontramos en ampliamente extendidas en los contextos del siglo III a.C., principalmente, en los ámbitos púnicos del Mediterráneo Central y Occidental (cfr. Ruiz Mata 1987: 309; Niveau de Villedary 2004: 286-287). Sin embargo, podemos observar que la tendencia que observamos en las paredes de estas vasijas es distinta a la apreciada en el borde documentado en la presente actividad. Los bordes de las urnas púnicas suelen presentar el labio ligeramente apuntado y el extremo externo del borde engrosado triangular algo más inclinado, ofreciendo generalmente una inclinación exterior de todo el borde más o menos acusada (cfr. Ruiz Mata 1998: 216-217; Niveau de Villedary 2004). Esta característica es el resultado de la evolución de las urnas del tipo Cruz del Negro y otras de tradición fenicia durante los siglos VI y IV a.C. (cfr. Ruiz Mata 1987; Ruiz Mata y Vallejo 2002). 

     El borde aquí estudiado presenta una tendencia más vertical del borde, en su conjunto, un estrangulamiento en el cuello mucho más breve y las paredes conservadas trazan más bien un cuerpo globular, similar al que encontramos en ollas de tradición púnica desde el siglo III-II a.C. (cfr. Ruiz Mata 1998: fig.217). Las características de la pasta tampoco concuerdan con las más decantadas y finas que hallamos en las producciones púnicas del siglo III a.C. (cfr. Niveau de Villedary 2004). 

     Ollas de características muy similares las encontramos dentro de las formas de la cerámica común romana, incluida en el tipo 1 de Vegas (1973: 11-13). Se trata de las ollas de borde vuelto hacia fuera, recipientes empleados para la cocción y preparación de alimentos, siendo de los más empleados y difundidos en todo el Imperio dentro de su categoría funcional. Aparecen, pues, estas vasijas, por todo el Mediterráneo con cronologías que abarcan desde el siglo I a.C. hasta el IV d.C. 

     A juzgar por la evolución del borde y por los ejemplos mencionados, podría encuadrarse esta pieza entre los siglo I a.C. y I d.C., faltando por ahora datos para una mayor precisión cronológica. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario