Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos, año 1995
Fernando Toscano de Puelles
UN PROLOGO «BENEFICIAL»
En viejo número de esta veterana publicación dedicamos a la Iglesia Parroquial de San Jorge y a su Coro unas breves referencias, luego aumentadas en el primer Cuaderno de Temas Alcalaínos, y también explanadas por M. Ramos con abundancia de Ilustraciones. Allí mismo se hizo otra sucinta mención del origen y algunos rasgos del Cuerpo de Beneficiados, por lo que prescindimos ahora de repetir los datos. Más útil parece dar a conocer las novedades halladas en el Archivo Histórico Provincial acerca de los benefactores de esa joya de nuestro templo que es el Coro, todavía no estudiado con la profundidad que se merece su mérito intrínseco y el interés de su construcción. Esta pieza es verdaderamente presea principal del templo alcalaíno. Los nuevos datos, aunque sigan dejando importantes lagunas, fijan con certeza el capítulo de los patrocinadores de la obra coral, tal como actualmente la contemplamos. Son noticias que deben conservarse para formar acervo y poderlas integrar en el futuro.
En varias ocasiones ya notamos el destacado influjo —no sólo eclesiástico, sino social— que presentan en la Historia local los Beneficiados de estas Iglesias de Alcalá, como solían calificarse. Diez sacerdotes, permanentemente consagrados al servicio de los fieles y del culto litúrgico, Curas administradores de los sacramentos, capellanes y encargados de la Fábrica (de la custodia, conservación y mejoras de los aspectos materiales y funcionales del templo).
El relieve especial de algunos de estos sacerdotes —por ejemplo, el Siervo de Dios Diego de Viera, Fundador del Beaterio, o don Lorenzo Villanueva, defensor de la población en las entradas y ocupación francesa— hubo cercana ocasión de señalarlo, pero tal papel relevante se extiende en realidad al conjunto del suceder histórico y a casi la generalidad de los Presbíteros ejercientes del Beneficio o prebenda eclesiástica. Lo que vamos a ofrecer es otra confirmación de la gran huella de los Beneficiados en campos tan específicos como la Beneficencia y el Arte, eso sí, actividades cultivadas siempre en función de la fe y el ideal religioso.
Surgen estos otros Beneficiados a mediados del siglo XVIII, y en su conjunto dotan, conciben y llevan a feliz término la ampliación y el exorno, en cotas muy levantadas estéticamente, del Coro parroquial. En verdad que no fueron ellos, los clérigos, en exclusiva: hubo algunos laicos también cooperadores, pero fueron los Beneficiados, fundamentalmente, los extremados en la generosidad y el trabajo. Tampoco se partió de la nada: preexistía otro coro de menor entidad. Pero por la perseverante dedicación de una familia de clérigos, consanguíneos casi todos, se logra transformar un recinto modesto en el embellecido y práctico que se usó más de dos siglos y aún nos ha quedado como vestigio de una época de esplendor.
Adelantemos ya que estos Beneficiados son: primero, don Bartolomé Muñoz Morillo; después don Cristóbal Muñoz de Medina, sobrino del anterior; a más distancia y con funciones secundarias figuran don Diego Muñoz, hermano de don Cristóbal; don Diego Urbano, don Juan de Cárdenas y don Alonso Vicente Pérez. Todos Beneficiados, como decimos: miembros de ese ilustre Cuerpo instituido por la Santa Sede para sólo alcalaínos, según lo impetró don Fadrique Enríquez de Ribera, Señor Jurisdiccional de Alcalá.
Veamos las vicisitudes que protagonizaron respecto a la obra del Coro esta familia de los Muñoz y sus amigos.
PROPOSITOS RESERVADOS.
Quien concibe la idea de un Coro mejor e incluso inicia efectivamente su proyecto, parece ser el citado don Bartolomé Muñoz, hombre dotado de tenacidad, aparte de otras cualidades, como piedad y amor a su Iglesia, sobre todo. Tenía algunos bienes de fortuna, a los que allegó otros frutos de su proselitismo. En el seno de su propia familia -de arraigo en Alcalá- encontró los mejores colaboradores del proyecto.
Este tuvo primero cierto carácter reservado. Todo se deduce del Poder para hacer su testamento, que otorga en Alcalá el 15 de diciembre de 1724, a dos íntimos amigos y compañeros de Iglesia, don Diego Urbano de Agras, Beneficiado (como el poderdante) “y al Mayordomo que eso fuere de la Fábrica de las Iglesias de esta Villa, a ambos juntos y a cada uno in solidum para que lo que uno comenzare lo pueda fenecer y cumplir el otro”. Tal encargo está subordinado a un expresa declaración sobre el destino de los bienes: “instituyo por mi legítimo y universal heredero a la Fábrica de las Iglesias desta Villa para que los aya y herede con la bendición de Dios y la mía porque asi es mi voluntad”.
Don Bartolomé refrenda su vinculación al templo de su bautizo y donde desarrolla su ministerio ordenando lo que era habitual -según él mismo nota: “mi cuerpo sea sepultado en la Iglesia Parroquial del Sr. San Jorge desta Villa en el sitio y con el oficio que se acostumbra hacer con los demás Beneficiados mis hermanos”.
firma del principal impulsor de las obras del coro |
¿Qué pretendía don Bartolomé con ese legado, que se confía genéricamente al Mayordomo in tempore de la Iglesia Mayor? Nada puede concretarse, salvo la evidencia de que estaba destinado a favorecer al principal templo alcalaíno. Tres años después, el 20 de mayo de 1727, nuestro Beneficiado otorga nuevo Poder, en el que desaparecen como albaceas don Diego Urbano y el Mayordomo de Fábrica, sustituidos por otros dos Beneficiados: sus sobrinos don Juan de Cárdenas y Montes y don Cristóbal Muñoz. Este último es entonces uno de los Curas de las Iglesias —antes de crearse el oficio de Párroco, había varios Curas, todos subordinados al Vicario—. En ese renovado Poder, el único heredero de los bienes de don Bartolomé será el dicho sobrino Juan, pero a los dos albaceas y sobrinos les encomienda el otorgante su designio secreto, pues expresamente señala que las cosas relativas a su testamentaría se las tiene comunicadas a ambos Beneficiados y se estará en su cumplimento a “una memoria en papel común escripta y firmada de mano del otorgante.
Puede sospecharse, por tanto, que el plan primero, más o menos perfilado, ya existía, aunque comentado reservadamente entre los íntimos, y que ese plan pudo en años no tener cambio sustancial, respecto al proyecto originario, si no iba incluso perfilándose con caracteres más firmes, puesto que se registraba por escrito.
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