sábado, 9 de julio de 2016

El Hospital de la Misericordia


Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos 2016

Fuensanta Guerrero Marín

        Hace algunos años, cuando tuve el honor de pregonar la fiesta de San Jorge, ya os decía que la Plaza que lleva su nombre podía preciarse de haber pasado de ser, hasta la reconquista en 1264, un espacio reservado a las armas para erigirse, por la vía de la progresiva incorporación de edificios con nuevos usos, en el escenario de todas las actividades económicas, políticas y religiosas de Alcalá de los Gazules, siendo así como albergaba en su derredor la Parroquia; el antiguo Cabildo; la Casa Matriz o generalicia de la congregación Con que quiso premiarnos el Padre Viera; un antiguo palacio, reconvertido en convento y más tarde en escuela. Sin embargo, al retratar el ágora de los días grandes del calendario alcalaíno, olvidé entonces referirme a un edificio que, desde estas líneas, quiero ubicar tanto en el espacio que ocupa en la Plaza como resaltar, aprovechando que este año el Papa Francisco ha promulgado 1.4,8ala convocando al Jubileo de la Misericordia, "Misericordiae Vultus", el rostro de la Misericordia, como este edificio, gracias a la generosidad y donaciones de nuestros antepasados, pregonaba con su nombre y en su hacer: Asistir a los enfermos. 

La gestación de la Plaza de San Jorge.

       Tras la conquista cristiana en 1264 y muy especialmente a partir de 1273, en que Alfonso X concedió la condición de villazgo, comenzaría a generarse en torno al castillo una incipiente ciudadela o bastión defensivo frente a la frontera con el reino Nazarí que perduraría hasta los momentos previos a la conquista de Granada, pues recordemos que la vecina población de Jimena permaneció en manos musulmanas hasta 1480.

      En esta primitiva ciudadela, a la que en ocasiones se denomina “villa vieja”, que tenía forma de cuadrilátero "...delimitado por murallas de argamasa morisca coronadas de merlones e interrumpidas de trecho en trecho por torres cuadradas...“, el castillo o alcazaba almohade constituía el principal edificio, al menos hasta fines del siglo XIV, en que adosada a un muro de aquel, se empezó a edificar la actual Iglesia Parroquial de San Jorge consiguientemente, a gestarse ante ella una incipiente plaza que se desarrollaría a partir de fines del siglo XV, cuando la población perdió su carácter de frontera y se produjo la llegada de colonos que, atraídos por los Privilegios, Ordenanzas y Transacciones, empezaron a construir sus viviendas -hasta colmatar el espacio intramuros-, siguiendo dos ejes de crecimiento a partir de la Plaza, en dirección hacia las puertas de la villa. Por una parte, el eje "San Vicente-Puerta del Sol" y por otra el de "Plaza de San Jorge-Puerta de la Villa", formando un perímetro elíptico que se irá desarrollando concéntricamente, rodeando y envolviendo al núcleo, a la antigua plaza de armas.

      Así pues, la Iglesia se erige en el elemento confirmador de todo el núcleo, aunque pronto se ubicarían en sus proximidades otras casas que le ayudarían a delimitar. Al sur, la Casa Ayuntamiento, construida en 1553 sobre la muralla en la que se abrirá la conocida como Puerta Nueva o del Sol y, a su lado, el Hospital de la Misericordia, con su correspondiente capilla, hospital éste que también ocupará la parte inicial de la calle principal o de la Carrera. que se abrirá frente a la puerta principal de la Iglesia, partiendo de la esquina de la plaza en que se unen los lados sur y oeste. La fachada de la Casa Palacio de los Enríquez de Ribera, entonces Señores de la Villa, ocuparán gran parte del lado oeste, entre la aludida calle de la Carrera y la de las Monjas. llamada entonces de los Toros, que quedará delimitada en el lado norte por la Casa Rectoral a la que se unirá la conocida como "Puerta de San Vicente o de los carros", prosiguiendo la muralla por todo el frente norte hasta concluir en el Castillo, si bien es de destacar que entre la aludida muralla y la Iglesia existía entonces otra calle a la a la que abrían puertas los edificios anexos al muro de la Iglesia, en el lado del evangelio, conocidos como “capilla de Santa Águeda” y “Corral del Concejo”, así como el acceso al Cementerio, que ocupaba tanto la trasera de la Parroquia como una buena parte de la actual cerca del Beaterio, mientras que el espacio donde se erige esta Institución religiosa local en el frente este de la Plaza, existían algunas dependencias anexas al castillo, puede que alguna pequeña Iglesia y viviendas de particulares.

       Así las cosas, tres siglos después de la gestación de la Plaza, cuando Madoz hace la descripción de Alcalá en su "Diccionario geográfico…” en el año 1845, nos dice que "...la Plaza principal, llamada antes de San Jorge y ahora de la Constitución, es cuadrilonga, de 50 varas de largo y 28 de ancho...” descripción que, sin embargo, es distinta de la realidad actual, al habérsele incorporado tanto una gran parte de la antigua calle que conducía hasta el Castillo como el espacio del antiguo corral del Concejo y otras dependencias anexas de la Parroquia, siendo así, según la describe la arquitecta María Rosa Navarro, como nuestra Plaza constituye "Bellísimo conjunto, en forma de ele irregular, limitada en uno de sus lados por el propio recinto amurallado. No olvidemos que en los bajos del edificio se abre la Puerta Nueva o del Sol. Concentraba los edificios más característicos de la organización ciudadana: la Parroquia, la Casa del Cabildo, Palacios de los Nobles, Casa Rectoral... al tiempo que servía como atrio de la Iglesia Parroquial y a las necesidades del Mercado y socio-recreativas. (Manuel María de Puelles y Centeno en "Recuerdo de mi Juventud" nos expresa como a mediados del siglo pasado, cercándola con carretas, la Plaza era ocasional plaza de toros). De ella partían todas las primitivas calles y en sus proximidades se encontraban dos conventos, el de Santa Clara y la Congregación de Jesús, María y José". 

      Para finalizar nuestra descripción de la Plaza nos centraremos en la fachada oeste, que, como hemos dicho parece estuvo ocupada originariamente, por el frente del Palacio o Dependencias Señoriales que eran, a un tiempo, residencia de los señores en sus ocasionales visitas a la villa como sede de las dependencias administrativas y viviendas de los administradores señoriales, pero que, a mediados del siglo XVI, cuando se decidió convertir el vetusto edificio en convento de monjas de clausura, parece ser se segregaron de aquel Pues no parecía lógico que el recogimiento que precisaba un convento tuviese fachada a una plaza que, como obligado pulmón vital del pueblo, era escenario de las ruidosas fiestas populares, del zoco, del mercado, de los alardes, de las Procesiones y de los juegos ecuestres. 


El hospital de la Misericordia.

      Si bien esta constatado que existieron dependencias dedicadas al cuidado de los enfermos tanto en las culturas griegas y romana, e incluso antes, lo cierto es que con el cristianismo habrá un cambio en el concepto de aquellos, sustentado tanto en la teología del Cristo Médico (San Ignacio de Antioquia: Carta a los Efesios, VII,2) como en la teología y pastoral de las obras de misericordia: “estuve enfermo y me visitasteis cuando lo hicisteis con mis hermanos enfermos” (Mt, 25, 36,4) iniciándose un procedimiento de evolución que haría que, en nuestro país, en los inicios del Renacimiento, tendiese a proliferar un determinado tipo de centros donde se cuida y alimenta a los enfermos que todas las ciudades y pueblos de cierta importancia querían tener y que justifica que el 15 de enero de 1514 Bartolomé Sánchez, quisiese fundar e implantar en nuestro pueblo una institución de este carácter, iniciativa a la que, apenas dos años más tarde, en marzo de 1516 se incorporaría igualmente como fundadora y sobre todo como financiadora, Catalina Aguayo, viuda de Martín de Olvera, a los que hoy recordamos dando su nombre a la calle que se iniciaba a las puertas mismas de su Hospital [1]

      De este modo, gracias a las generosas aportaciones de ambos fundadores el hospital se hizo realidad en un edificio de tres plantas de altura, baja más dos pisos, como se aprecia en la fotografía que acompaña a estas líneas, siguiendo un modelo muy generalizado en su época que daba mayor altura a la inferior que a las superiores. Una realidad en lo físico y con bienes[2] suficientes para el sostenimiento de las doce camas que albergaba en su interior y distribuidas entre la enfermería principal de la primera planta, donde también se ubicaban las dependencias del enfermero y del Capellán, como en la de males contagiosos de la segunda, mientras que en la planta baja se ubicaba la vivienda del administrador[3] el depósito de cadáveres y la sacristía de la contigua Capilla, conocida con el mismo nombre del Hospital y en la que se daba culto a una imagen de Cristo, muy venerada en la ciudad.

     
       Ni que decir tiene que el Hospital, a lo largo de sus casi cuatro siglos de existencia, desarrolló una importante labor asistencial y social, así como atender solo a hombres fue lo que movió al Padre Viera a fundar, muy cerca de allí, otro Hospital para Mujeres[4], bajo la advocación del "Amor de Dios” que aún perdura como Residencia para Mayores.

      Pero volvamos al Hospital de la Misericordia, que, como muchísimas instituciones similares, se vio afectada por lo dispuesto en la Ley de 1 de mayo de 1855, conocida como “Desamortización de Madoz" y con la que el Ministro de dicho nombre, al ver que el Estado estaba totalmente arruinado y endeudado, trató de conseguir dinero apropiándose de lo que no era suyo y confiscando bienes Comunales, de los Propios de los Ayuntamientos, de Instituciones de Enseñanza, de los Hospitales -como es nuestro caso- y de un largo etcétera.

       Es cierto que la Ley asumía el compromiso de que, con los fondos obtenidos por la venta en pública subasta de dichos bienes, se iba a cubrir el déficit del presupuesto del Estado, a amortizar la Deuda Publica, así como a realizar obras públicas de interés y utilidad general, además de compensar a quienes había expropiado entregándoles bonos de "deuda", pero la realidad se demostrará bien distinta.

      En ese contexto, una vez se desamortizan los bienes que sostenían el Hospital, este pasó a depender de la Junta Municipal de Beneficencia, siendo así como el Ayuntamiento se convierte en el principal sostenedor del Hospital, aunque a fines del siglo XIX ya se encontraba en un estado decadente, por lo que pronto dejaría de estar en uso, siendo así como fue demolido en la década de los años cuarenta del pasado siglo y una parte de su suelo integrado en la Plaza San Jorge, mientras otra parte era destinada a albergar un edificio de viviendas promovido por funcionarios municipales de la época y la Capilla después de casi un siglo sin uso religioso, reutilizada para otros usos por parte del Ayuntamiento, logrando mantenerse en pie hasta los años ochenta del pasado siglo XX cuando, aprovechando las obras de rehabilitación de la Casa del Cabildo, fue incorporada a aquella, a modo de anexo lateral y con puerta completamente independiente.



La Capilla de la Misericordia 

       Como hemos expuesto, entre la Casa del Cabildo y el Hospital, se erigía una pequeña capilla, en la que se daba veneración a un Cristo bajo la misma advocación de Misericordia del que nos decía Sánchez del Arco “que inspira mucha devoción al vecindario” y sobre el que tenemos noticias relativas a que durante la Santa Visita Pastoral realizada a Alcalá, el 4 de septiembre de 1793, por el entonces Obispo de la Diócesis de Cádiz, Don Antonio Martínez de la Plaza[5] lo erigió en titular de una Cofradía de Caridad que fundó bajo el título de "Santo Cristo de las Misericordias", a la que otorgó unas reglas bastante simples, compuesta de los siguientes 11 artículos:

".. 1º. - El estatuto de ésta Hermandad se dirije a cuidar de cadaveres de los cristianos difuntos para conducirlos a el sepulcro de lo que se ha visto hace grande necesidad en esta villa.

2º. - No ha de haber en ella numero filo de hermanos sino que se admitirán todos los que quieran ejercitarse en esta piadosa obra sin distinción de personas.

3º.- Ha de haber un Hermano Mayor que sera nombrado en cada año y a éste pertenecerá el nombrar ocho hermanos cada mes, que deberán estar encargados de asistir a todos los entierros de los que quieran ser conducidos por la hermandad a la sepultura.

4º. - Si el difunto fuere pobre que lleva entierro inferior a el que llaman de cuatro acompañados. no llevarán los hermanos por su asistencia estipendio alguno, pero si, cuando sea de cuatro acompañados o superior.

5º.- Este estipendio lo cobrara el hermano Colector, que se nombrara en cada año a el que deberá acudir la parte de el difunto para llamar a la hermandad y de cargo de éste será el llamar a los ocho hermanos de mas para pasarle aviso que hay entierro.

6º.- El estipendio debe irse depositando en poder de un tesorero, que lo custodiará hasta que la Hermandad determine su distribución. El nombramiento de este Tesorero será anual hecho por la Hermandad, a quien dará cuenta a el fin de el año.

7°.- Habrá Junta de los hermanos, además de la anual, siempre que el Hermanos Mayor la convoque.

8º.- Se apuntarán en un libro todos los Hermanos, de los vivos tendrá siempre una lista el Hermano Mayor para designarlos en cada mes como va dicho.

9º.- En cada una de las Juntas se leerán estas breves constituciones luego que se hayan evacuado los puntos que en ella se deban tratar, o antes, para que ninguno los ignore.

10º. - Cuando mueran alguno de los hermanos, asistirán a su entierro todos los demás que lo sean.

11º.-Las resoluciones de las juntas plenas, se escribirán en un libro formado para esto, y las firmarán el Hermano Mayor y un Secretario, cuyos nombramientos serán también anual.

Todo lo cual así se determinó en la primera mencionada junta y se remite a el Ilmo. Sr. Obispo como se previene en el citado decreto de Septiembre de el presente año 1793".


       Desconocemos la vigencia de dicha Cofradía, aunque intuimos que no debió ser muy extensa, pues, hasta donde conocemos actualmente, las referencias son escasas. Sin embargo, a lo que merece que le dediquemos unas líneas siquiera es el devenir que pudo acontecer con dicha imagen, partiendo del hecho de que la Iglesia de la Misericordia debió cerrar al culto a fines del siglo XIX, momento en que gran parte de la misma fue ocupada con los equipos del telégrafo, de modo que dicha imagen bien pudo pasar, provisionalmente a la Parroquia hasta que el 1 de enero de 1912, tras casi medio siglo cerrada y después de haber sido objeto de una importante rehabilitación, con sustitución de la cubierta incluida, se reabrió al culto la Iglesia de la Victoria.

       Esta reapertura coincide, al mismo tiempo, con la desacralización de la antigua Veracruz o Soledad y motiva un importante trasiego de imágenes entre las distintas iglesias alcalaínas, pues la llegada del Cristo de la Veracruz a la parroquia propiciaría que el Cristo de la Misericordia se trasladase hasta la Victoria.

       Imagen estilísticamente interesante, merecería un estudio que intentase aclararnos su autoría, pues, si bien hay quien le asigna un origen sevillano, lo cierto es que recuerda bastante a la escuela granadina de principios del siglo XVII[6]. Sea como fuere, lo cierto es que desde la Victoria se erige ante nosotros para recordarnos su origen como titular de la capilla de un antiguo hospital donde el corazón se volvía a quienes sufrían algún tipo de miseria, como sobre todo para transmitirnos el mensaje que según el Papa Francisco es el más fuerte de lo que lleva implícito Jesús y que no es otro que la Misericordia.


NOTAS

[1] Respecto de dicha calle que si bien se denomina oficialmente como “Sánchez Aguayo”, no es menos cierto que histórica y popularmente se conoce como Carrera, pues tal era su cometido tras la Reconquista y bien pudiera el Ayuntamiento redenominarla como “Carrera de Sánchez Aguayo” pues así permitiría aunar tradición y oficialidad al tiempo que permitiría distinguir a los dos fundadores y evitar, como puede pensarse, que los apellidos Sánchez Aguayo son de una misma persona cuando la realidad, como queda expuesta, es bien distinta. 

[2] Bienes que serían desamortizados en la de Madoz de 1855 y convertidos en bonos de deuda pública que, aunque pasaban a la propiedad del Ayuntamiento, eran gestionados por el Estado, podían venderse y convertir en dinero. 

[3] Nos consta que a finales del siglo XIX en estas dependencias se instalaría el telégrafo. 

[4] En el que atender a las mujeres enfermas de acuerdo al mandamiento cristiano de Misericordia y Amor al prójimo. 

[5] Antonio de la Plaza había nacido en Granada el 6 de marzo de 1736, ordenado sacerdote después de haber desempeñado numerosos cargos en Granada y Almería, fue nombrado Obispo de Canarias en 1785, pasando en 1790 a Cádiz en la que se mantendría hasta su fallecimiento en 1800 

[6] Así recuerda bastante a imágenes de Alonso de Mena y Escalante y a otras de Bernabé de Gaviria entre el grupo de continuadores de la obra de Pablo de Rojas.

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