Gabriel Almagro Montes de Oca
Aunque pasan los días e intentamos asumir la realidad, la verdad es que se nos hace muy duro pensar en D. José Gallego, en pasado.
Le recuerdo cuando llegó al “Convento”, en la década de los setenta, después de algunos años ejerciendo en Setenil de las Bodegas, que creo fue su primer destino, y viene a mi memoria como un profesional vocacional, entregado y preocupado por sus alumnos; como un verdadero “Maestro”, con la hondura y la significación del término. Pero no es una percepción personal, me consta, que los centenares de alcalaínos que pasaron por sus clases, primero en la SAFA y luego en el Colegio Público Juan Armario, también lo piensan. Como lo pensaban los padres de aquellos alumnos, hace muchos años, en una época en que no eran frecuentes las reuniones de padres ni las tutorías con el profesor, en que le escuché destacar al padre de un alumno de D. José Gallego, como le mandaba una nota o hacía por verle para informarle de alguna cuestión que le preocupaba sobre la evolución del niño: un profesional excepcional.
Andando el tiempo, en el año 80, coincidimos en la Junta de Gobierno que refundaba la Cofradía del Nazareno de la que se convertiría en Hermano Mayor en 1983, de la que podríamos contar infinidad de vivencias, que no podemos recordar sino con una sonrisa y reconociendo el ejemplo que siempre representó para los más jóvenes del grupo, pues como bien dicen sus hijos Pilar y Alejandro en artículo recogido en el Libro “Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Cuatro Siglos de Historia”: “...le fue imposible desvincularse de su faceta de docente a la hora de dejar huella en aquel grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, que tantas ganas e inquietudes presentaban. Ser aplicados en el esfuerzo y en el trabajo, compañerismo, superación, estar siempre dispuestos ante cualquier necesidad que surgiese… no dejan de ser los valores que a lo largo de muchos años como maestro ha mostrado a generaciones de alcalaínos. ¿Cómo no iba a quedar algo de ese respeto y de esa forma de hacer las cosas en ellos?”
Dos décadas permanecería Pepe Gallego al frente de la Cofradía, como ejemplo permanente, generando ilusiones, compartiendo, viviendo en hermandad. Veinte años en los que cristalizaron los proyectos de restaurar imágenes, adquirir pasos acordes a nuestras necesidades y adecuar la Cofradía a la estética que queríamos tuviese nuestra estación penitencial. Y todo ello, al tiempo que se construyó la Casa Hermandad, entre otras realizaciones y acciones que sólo requerían echarse la cruz al hombro, para ayudar donde hiciese falta y a quien hiciese falta y vuelvo a citar nuevamente a sus hijos "… siempre intentó inculcar valores como la generosidad, el respeto, la importancia de unir esfuerzos, el sacrificio de estar siempre dispuestos ante cualquier cosa que haga falta…algo que sin duda sabemos es sello y distinción de los nazarenos de Alcalá".
En 2014 el Consejo Local de Hermandades y Cofradías decidió nombrarme Pregonero de la Semana Santa y aún sabiendo lo poco que le gustaba a Pepe Gallego hablar en público le pedí que fuera mi presentador, buscando su arrope y colaboración, le dí entonces las gracias con unas palabras que me pide el corazón repetir hoy:
Gracias Pepe, mi “Hermano Mayor” en el sentido literal de la palabra, al que desde hace tres décadas, he acudido siempre, en la certeza de que encontraría cuanto necesitase, porque en ti se hace verdad lo que nos dice el Evangelio de Lucas (LC 6.43-45): “No hay árbol bueno que dé frutos malos… cada árbol se reconoce por su fruto… El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón” y eso es lo que has hecho tu a lo largo de toda tu vida como magnífico profesional; alcalaíno comprometido con su pueblo y con sus gentes; extraordinario amigo, ejemplar Hermano Mayor y mejor persona.
Si Pilar y Alejandro en el artículo antes citado, refiriéndose a la Cofradía nos decían: “Hoy, aquello que comenzó, continúa con la fuerza de las cosas que nacen del esfuerzo y el entusiasmo de cristianos comprometidos. Las historias como las personas, permanecen en el tiempo en tanto su recuerdo no se olvida, su enseñanza se atesora y su aliento pervive en nuestro corazón”, nosotros hoy, no podemos sino decir que D. José Gallego, no sólo es parte de esa historia, sino que definitivamente se ha erigido en un ejemplo a seguir para toda la familia nazarena.
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