sábado, 2 de junio de 2012

Una Imagen de San Sebastián en Alcalá

 
  Artículo publicado en la Revista Apuntes Históricos del año 1982.


Margarita Toscano San Gil

La Imagen de San Sebastián objeto de este estudio, se encuentra en la Iglesia Parroquial de Alcalá de los Gazules. Esta localidad está situada a 55 kilómetros de la capital de la provincia, en la zona de la serranía gaditana comprendida entre la Sierra de las Cabras y Sierra Momia. La Iglesia Parroquial bajo la advocación de San Jorge, es un edificio de apariencia exterior gótica, cuyo interior se reformó en el siglo XVIII, a base de tres naves longitudinales y crucero (1). El retablo más próximo al crucero en la nave de la derecha es una obra tosca de carpintería pintada en rojo con tallas doradas, que preside un cuadro dieciochesco de tema mercedario; a ambos lados de éste hay dos pequeños lienzos muy deteriorados con un cierto aire manierista romano y en la parte superior se encuentra la tabla con la representación de San Sebastián.


Altar de la Merced, con la tabla de San Sebastián en la parte superior

El párroco de esta iglesia, reverendo padre Hermida, nos llamó la atención acerca de esta pintura y nos facilitó los documentos referentes a ella, que se encuentran perfectamente catalogados en el archivo de la iglesia de la Victoria. En el libro primero de Mandatos de Visitas, se recoge la referencia detallada de todo lo que contenía el edificio el veintiséis de marzo de 1588 cuando lo inspeccionó el visitador general del Arzobispado de Cádiz, don Felipe de Obregón. Allí se dice: ”luego visitó otro altar que nombra del bienaventurado San Sebastián donde halló su imagen pintada en un tablerico quadrado al óleo hecho de muy buena mano con su corona dorada que dizen truxo el duque de Alcalá el viejo cuando vino de Roma...”.


Libro de visitas 26 marzo 1588- Archivo Parroquial de Alcalá







El duque al que se refieren los documentos debe ser Per Afán de Ribera, marqués de Tarifa, conde de los Molares y primer duque de Alcalá, por concesión de Felipe II en 1558; en el mismo año fue nombrado virrey de Nápoles, y sería en uno de sus viajes posteriores a España cuando trajo esta imagen de San Sebastián, pues según se deduce de los documentos en el año 1588 ya se encontraba en Alcalá. El apelativo de viejo con que se le cita aquí, puede deberse tanto a su longevidad, ya que murió a los ciento cinco años de edad, como a haber sido el primero que llevó este título nobiliario; de cualquier modo la fecha del documento impide atribuir la donación del cuadro a los posteriores duques de Alcalá y ofrece además unas referencias cronológicas y topográficas que son de gran importancia para su catalogación.


Se trata de una figura algo menor que el natural, colocada de frente, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda y la mirada alta. El rostro es bastante inexpresivo, sin que delate el dolor del martirio que sólo queda de manifiesto por la flecha que atraviesa su cuello. El santo se representa como de edad madura, con el pelo largo formando un casquete esférico sobre la cabeza y la barba recortada también en forma curva. El cuello es grueso y fuerte. Lleva una túnica interior de malla negra y encima un manto violáceo prendido sobre el hombro izquierdo con una fíbula de perlas y con un pliegue caído sobre el pecho. Los ribetes de la túnica y el manto, y la ornamentación del vestido, están hechos a base de líneas doradas. La cabeza está rodeada por un nimbo dorado sin decoración y tras él se dibuja el tronco de un árbol del que sobresalen dos ramas cortadas a la altura del cuello. La tabla mide 32 centímetros de ancho y 45 de alto y se aprecia alrededor de los cuatro lados una zona sin pintura, que indica que la obra conserva sus dimensiones originales.


La obra se encuentra en mal estado de conservación, debido en parte a la humedad de la pared sobre la que está apoyado el retablo. En muchos puntos la pintura se ha desprendido, quedando al descubierto la preparación, se observan muchos agujeros de carcomas y una grieta central en la parte baja que debe corresponder a la unión de los dos tableros de soporte. Sería conveniente proceder a la limpieza y restauración de esta obra, dada su antigüedad e interés.


Las representaciones iconográficas de San Sebastián son escasas en el arte medieval. El culto a este santo se inició a partir de la peste del 680; se le representaba viejo y barbudo o como un soldado romano. A partir del Renacimiento, el tipo iconográfico varía; aparece como un muchacho imberbe vestido o desnudo (2).


La representación más antigua se conserva en la iglesia de San Pietro in Vincoli de Roma, es un mosaico bizantino del siglo VII en el que el santo muestra en sus manos la corona del martirio (3). En la cripta de Santa Cecilia del cementerio de San Calixto en Roma, hay un fresco también del siglo VII, en el que el santo aparece vestido con toga (4). Del siglo XI, conocemos varias representaciones de San Sebastián, un fresco en San Bastianello mártir con corona (5), en San Saba y Santa María Pallara sur de Palatín y en la Gruta de los Angeles de Magliano Pecorareccio, en la que aparece con nimbo, cabello y barba blanca y vestido de soldado romano, incluso coge su manto sobre el hombro con una fíbula de perlas (6). En estas dos últimas representaciones la imagen es muy semejante a la de Alcalá. Ya en el siglo XIII, tenemos el fresco de San Giorgio in Velabro de Roma, obra de Pietro Cavallini, en la que aparece el santo con barba y vestido de guerrero con espada y escudo (7). En el resto de las representaciones del santo anteriores al Cuatrocento, nos encontramos ya con escenas completas de su vida en la que empieza a destacar el momento del martirio, como en los frescos de A. Gaddi en Santa María Maggiore y en San Ambrosio de Lorencia. En las pinturas de Nicoletto Semitecolo para la biblioteca de la Sala Capitular de Padua, tenemos cuatro escenas de la vida del santo: juicio, martirio, muerte y entierro, representado joven y con barba (8) como ya será normal en todos los artistas posteriores del Renacimiento.


No creemos necesario hacer una referencia más detallada del resto de las representaciones de San Sebastián vestido, como la del retablo de Marzal de Sás en Puebla de Válbona (Valencia), porque tanto el estilo como la procedencia de nuestra tabla invitan a buscar sus orígenes en ámbitos más concretos.


Tabla de San Sebastián en la Parroquia de San Jorge

El San Sebastián de Alcalá de los Gazules es la primera imagen en la que aparece la flecha como símbolo del martirio, símbolo que será el más característico en todas las representaciones posteriores del personaje; en cambio aparece vestido con traje militar a la moda bizantina, como en algunas de sus representaciones precedentes. A partir del Cuatrocento el santo aparecerá desnudo y asaeteado. El cuadro de Alcalá de los Gazules, parece ser punto de unión entre las representaciones más antiguas vestidas y con la corona como símbolo del martirio y las posteriores desnudas y asaeteadas.


Estilísticamente esta tabla tiene muchos rasgos que nos recuerdan a los mosaicos bizantinos: el nimbo dorado, la gran fíbula de perlas que recoge su manto semejante a la de los mosaicos de Rávena y las decoraciones doradas del manto y la túnica, nos hace pensar que el pintor que la realizó conocía perfectamente la técnica de los mosaicos bizantinos y quizás la representación de San Pietro in Víncoli de Roma. Por otra parte se observa el dominio de la pincelada y el estilo imperante en el Trecento. La composición se basa en grandes líneas circulares que delimitan cada zona del color: el áurea dorada, el casquete oscuro de la cabellera, los límites del rostro, la barba encanecida, el cuello y los pliegues de la túnica, que orientados en direcciones opuestas concentran la atención en el rostro del santo.


No parece aventurado intentar establecer con mayor precisión el autor de esta tabla. Debe ser un artista muy próximo al círculo de Cavallini o Cimabue, en los momentos que aún se alterna el mosaico de tipo bizantino con la pintura al fresco para las grandes decoraciones interiores. Nuestra obra perteneció posiblemente a la predella de un retablo desaparecido, lo que ha hecho posible su conservación independiente hasta nuestros días. Hay que ver en ella el pincel de un artista romano del que quizás no se conozcan otras obras, que por la precisión en el dibujo y el avanzado naturalismo debe tener un puesto destacado entre los antecedentes directos del Renacimiento Italiano.


NOTAS


     Las fotografías no se corresponden con el artículo impreso en 1982.

(1) E. Romero de Torres, Catalogo monumental de España- Provincia de Cádiz, vol. 1, Madrid 1933, págs. 441 y 44.

(2) L. Reau, Iconographie de l'art chretien. lconographie des Saints, vol. III, París, 1959, págs. 1.190-1.199.

(3) J. Beckwith, Early christian and Byzantine art, London, 1970.

(4) R. van Marle, The developr nent of the Italian Schools of Painting, vol. I. La Haya, 1923, pág. 61.

(5) Ibidem, pág. 153.

(6) (R. van Marle, op. cit. pag. 169.

(7) R. van Marle, op. cit. vol. III, pág. 520.

(8) R. van Marle, op. cit. vol. IV, pág. 122.

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