Ismael Almagro Montes de Oca
El 2 de mayo de 1917, Diario de Cádiz, en su edición de la tarde, publicaba una crónica escrita por un tal FABIO narrando una visita realizada al Beaterio de Jesús, María y José el mes anterior:
“El sol pone su pincelada de oro en las verdinegras paredes de los vetustos edificios que circundan el convento; la risa argentina y cascabelera de las pequeñuelas que, como bandadas de gorriones, invaden la plaza, rompe la monotonía gris de la mismas y pone en el ambiente una ráfaga de alegría sana y juvenil.
Es la hora de la salida del colegio; encaminamos nuestros pasos hacia él.
La hermana portera nos recibe, conduciéndonos a una salita rectangular de lucientes y enjalbegadas paredes; transcurren varios minutos; reina un silencio de tumba, tan solo interrumpido por el tic-tac del reloj en su marcha desesperante; la atribulada faz de un Cristo parece revelar los dolores de sus llagas palpitantes.
Unos pasos quedos, rítmicos, suaves se aproximan; es una Hermana con la que cambiamos un saludo.
Le manifiesto mis deseos de visitar el convento, de conocer la organización interna de esta fundación a la que tanto he oído alabar; la Hermana, después de decirme que la Sra. Superiora se halla indispuesta, me invita a seguirla.
Después de cruzar un pasillo salimos a un alegre patio empedrado con pequeños guijarros; es es el destinado al asueto de las colegialas durante las horas de recreo; en el centro un arriate circular sirve de base a un corpulento naranjo.
En galerías cubiertas se alinean simétricos los pupitres para la escritura; las salas destinadas a al enseñanza son tres, amplias y grandes, con mucha luz y ventilación; llama mi atención las sillas minúsculas que hay en la sala de párvulas, verdaderos juguetes propios para completar el mobiliario de una casita de liliputienses.
Subimos al piso superior, donde se halla instalada la enfermería para mujeres; consta de una sala con ocho camas, otra para enfermas particulares y otra para infecciosas, a más del comedor y el cuarto de vestuarios, con sus roperos de nogal protegidos con tupidas mallas metálicas, afin de que la ropa tenga la necesaria aireación.
La sala de infecciosas comunica con la celda de la enfermera de guardia y todas las dependencias están orientadas al Mediodía, recibiendo luz y ventilación en abundancia por amplios ventanales, desde los cuales se atalayan las enhiestas cumbres de las correderas, que parecen tocar el cielo con sus rocosos picos.
Este pequeño Hospital no está aun terminado; aun queda mucho que hacer para terminar las reformas que poco a poco, debido a los escasos recursos de que dispone la fundación, se le van haciendo; la cuestación que hace pocos meses hicieron las hermanas por Andalucia y el festival que en Agosto último organizaron distinguidos jóvenes de la localidad a beneficio del Beaterio, no fueron suficientes para dar cima a la importante obra; solo sirvieron para darle más actividad, mas no en la forma que era de desear.
Pasamos a la Sala de labores, colmena laboriosa donde las alumnas ponen de relieve su paciencia en las raudas incomprensibles de los encajes complicadísimos.
Cuando entramos en ella, una educanda interna, bella y morena, estaba inclinada sobre su labor como los rojos claveles en los floridos vergeles sevillanos al recibir la caricia de la brisa bienhechora; sus manos pálidas, exangües se mueven vertiginosamente lanzando de una a otra los torneados palitroques del mundillo, que en histórica danza parecen un conclave de fadas, movidas por mágico impulso en noche de sábado.
Hacemos a la Hermana algunas preguntas; y por ella nos enteramos de estos detalles; el Beaterio de Jesús María y José, da enseñanza gratuita a más de ciento veinte niñas, sin distinción de clases sociales, y sostiene el hospital que ya dejamos descrito; todas estas necesidades tienen que cubrirlas con las escasas rentas de la fundación, teniendo sus administradores el raro privilegio de comunicar a la renta una verdadera electricidad, pues parece increíble que con tan pequeños recursos puedan hacer frentes a tamañas necesidades.
¿A qué adjetivar la labor altruista, desinteresada de este puñado de corderos del Señor? Ella por si misma se recomienda; el Beaterio es la casa de todos; sus puertas a todos están abiertas, lo mismo a la dama acomodada que a la humilde lugareña.
Una y otra moldearon y fundieron sus almas en los crisoles del convento en el que las Hermanas fueron para ellas madres cariñosas y en cuya exquisitez y ternuras vieron abatir sus alas de crisálidas, las que luego fueron y serán modelo de madres y esposas.
Al marcharnos pasamos por la pequeña iglesia del convento; una penumbra suave la envuelve; la luz mortecina de una lámpara al reflejarse en las doras molduras arranca a estos irizados destellos y las notas dulces del piano al mezclarse con los cánticos litúrgicos de las Hermanas en el coro, se elevan ofrendando al Todopoderoso un himno de infinita ternura.
FABIO
Alcalá y Abril de 1917”
NOTAS
Las fotografías no se corresponden con el artículo publicado en 1917
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