sábado, 10 de febrero de 2024

El Hospital de la Santa Misericordia durante el siglo XIX (y II)





      La larga duración del Hospital de la Misericordia en Alcalá es otra característica llamativa en comparación con otros hospitales, pues la mala gestión de los mismos solía impedir la prolongación en el tiempo del establecimiento. Además, los decretos de Carlos III sobre la gestión de los hospitales hace que muchos desaparezcan, ya que la existencia de muchos pequeños hospitales que derivaban los enfermos a otros de mayor magnitud dificultaba la adecuada asistencia a los enfermos. 

      Pues bien, nuestro hospital parece sobrevivir a estos problemas de gestión: al principio, con las oportunas revisiones a las cuentas que hacía el obispo en sus visitas a la población (como en 1828, que detecta junto con el nuevo administrador, Diego Castellano, unos errores del administrador anterior[14] y, luego, con la gestión a cargo de la Junta de Beneficencia, al menos desde los tiempos de Madoz[15]. En términos generales y tras el estudio de los doce libros de cuentas que se conservan en el Archivo Municipal, el Hospital de la Misericordia no presentaba pérdidas anuales y, en caso de
terminar el año con números negativos, se trataba de pequeñas cifras que eran resueltas por el administrador. 

       En cuanto al personal que aquí desempeñaba sus funciones, podemos mencionar, de acuerdo al libro de cuentas de 1820, a un médico con un sueldo para ese momento de 264 reales; un cirujano, con sueldo de 132 reales; un enfermero, con 720 reales (es de suponer, por su sueldo, que el enfermero estuviese de manera permanente en el hospital); un sangrador, con 125 reales. 

       Además de estos sanitarios, también trabajaban de manera permanente un administrador, una lavandera y una cocinera. Cada año se contrataba también las labores de albañiles, cerrajeros, carpinteros (para el arreglo de la casa hospital y de otras propiedades) y sepulturero, notario o escribano, menos frecuentes en las partidas de gastos de los libros de cuentas.[16] 

       Los enfermos que acudían al establecimiento solían pasar entre tres y seis días ingresados. Los peores meses son los de septiembre y octubre, donde aumenta el número de pacientes, tal vez por las enfermedades propias del cambio de estación. Esto queda probado por los tratamientos empleados:
expectorantes y ungüento de estoraque (para la bronquitis). Otras recetas mencionan medicamentos como sulfato de plomo cristalizado, sulfato de quinina (antipalúdico), valeriana, crémor de tártaro (baja la presión arterial), belladona (antiespasmódico), flor de camomila, cloruro óxido de calcio,
morfina, aceite de ricino, cerato de Saturno (para los herpes), carbonato de magnesio (laxante), vejigatorio, aceites emolientes u olei castorei (eleva presión sanguínea) entre otros, además de las docenas de sanguijuelas que se seguían comprando cada mes a mediados de siglo. 

      Los alimentos comprados por el hospital también perseguían la recuperación de los pacientes, pudiendo destacar el abundante consumo de tocino, chocolate, bizcocho, aguardiente, huevos, aceite, manteca, vinagre, vino, fideos, garbanzos, arroz, especias, pan, almendras, azúcar, merengue, naranja, carne de ternera, de cerdo y pollo -alimentos empleados con los enfermos del siglo XIX en España.[17]

       En base a las medicinas y alimentos empleados, y a la descripción que nos deja Madoz y el médico De Puelles y Centeno, podemos decir que las enfermedades más frecuentes en el Alcalá decimonónico eran las fiebres intermitentes, enfermedades cutáneas, pleuresías agudas y erisipelas,
paludismo, neumonías, diarreas, catarros gastro-intestinales, tifus, tos ferina, difteria, ántrax maligno, pústula maligna y las afecciones cardiacas que parecían ir en aumento.[18]

       Algunas epidemias que padeció la población en el siglo XIX merecen ser nombradas aparte. Hablamos de las oleadas de fiebre amarilla y cólera morbo que sacudió a la población varias veces, destacando la epidemia de cólera morbo de 1854, que causó doscientas ochenta y ocho muertes (casi
triplicando la media anual de muertes en Alcalá para estas fechas). Ante la virulencia de esta epidemia, nuestro hospital, bajo la dirección del médico Miguel Centeno Arenas, no daba abasto, por lo que otros médicos de la localidad se sumaron a los esfuerzos por frenar esta oleada de muertes.[19]

       Acudiendo al libro de cuentas de 1854 observamos como el número de enfermos aumenta drásticamente en los meses de agosto (con treinta y un enfermos) y septiembre (veintisiete enfermos), prolongándose en muchos casos la estancia hospitalaria por más de diez días. Por supuesto, el hospital no dio abasto ante tanto mal, con lo que el resto de enfermos habrá que buscarlos diseminados por el término municipal, además de la población huida a cortijos y al Santuario.[20]

        Tristemente no existió un tratamiento específico para tratar la epidemia, sino que se “probó suerte” con antiflojísticos, antiespasmódicos, carminativos, sudoríficos, rubefacientes, tónicos, astringentes y revulsivos. Para finales del siglo, en cambio, se pensaba que el láudano, los enemas amiláceos y opiados, las infusiones calientes y la revulsión cutánea podían dar buenos resultados
junto con medidas preventivas como la higiene, hervir el agua y fumigar los campos.[21]

      Dejamos así, a modo de conclusión una tabla con los datos extraídos del libro de cuentas del año de 1854, en la que se observa el número de enfermos, media de días ingresados y maravedíes gastados en los cuidados de los mismos. Igualmente se reflejan los gastos en medicamentos, efectos y
cartas de caridad que se daban cuando algún alcalaíno viajaba fuera de la población para poder hospedarse y alimentarse durante su travesía. 

Cuentas del Hospital en 1854[22]


NOTAS

[14] AHDC, Sección Secretaría-Cancillería, leg. 808. 

[15] MADOZ IBÁÑEZ, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones
de Ultramar. Madrid, 1845. 

[16] AMAG, Beneficencia y Asistencia Social. Hospital de la Misericordia, leg. 408. Libros de Cuentas de 1820, 1850, 1852 y 1853. 

[17] DE LA FIGUERA VON WICHMANN, E., Las enfermedades más frecuentes a principios del
siglo XIX y sus tratamientos. Los sitios de Zaragoza. Alimentación, enfermedad, salud y propaganda. IFC. Zaragoza, 2009. P. 151-171. 

[18] DE PUELLES Y CENTENO, J. M., Como le quieran llamar: colección de artículos, discursos y
consejos. Cádiz, 1908. 

[19] GUERRERO MARÍN, F., La epidemia del Cólera Morbo de 1854. Apuntes históricos de nuestro
patrimonio: cuadernos de temas alcalaínos. Alcalá de los Gazules, 2002. P. 12-17. 

[20] AMAG. Hospital de la Misericordia. Leg. 408. Libro de cuentas de 1854. 

[21] DE PUELLES Y CENTENO, J. M., Como le quieran llamar: colección de artículos, discursos y
consejos. Cádiz, 1908. 

[22] Estos resultados han sido presentados por Eloísa Paula Toscano Gracia, Miriam Parra Valenzuela, Miguel Bernal Luque y José Luís Flores Rodríguez en una comunicación oral del III Simpósio Internacional da ANHE y I Simpósio Internacional de História de Ennfermagem da ESENFC, que tuvo lugar el 9 de noviembre de 2017 en Coimbra.

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