sábado, 4 de julio de 2020

Santo domingo (y II)



EL EDIFICIO HOY

       El templo actual consta de una sola nave central y ocho capillas laterales, de las cuales tres, y parte de una cuarta, están ocupadas por viviendas particulares (Ver plano). Esto es parte de lo que el templo debió ser en un principio, pues nos consta que en un momento indeterminado, entre 1750 y 1860, y por causas todavía desconocidas, se produjo el derrumbe de las bóvedas del crucero y de la cabecera del templo, reduciendo este a su estado actual, con una sola nave,- de unas dimensiones de 20,60 metros por 8 metros de ancho-, el edificio se cubre por cubierta, que incluye las capillas laterales, de teja sobre vigas de madera y tabla a dos aguas. Bajo ésta, dejándola oculta, una falsa bóveda de cañón con insinuación de arcos fajones y lunetos, de construcción muy posterior a su origen. A los pies de la nave central existió un coro sobre artesonado de cedro, apoyado sobre dos columnas de orden toscano, -que siguen en la Iglesia como única muestra visible de la existencia del coro-. 

      En su cabecera, el edificio se cierra con un muro construido, con posterioridad al derrumbe de las bóvedas del crucero y de la primitiva cabecera, con restos de los materiales del derrumbe, -piedras trabajadas: tambores de columnas, molduras de impostas y restos de las nervaduras de las bóvedas-, y en el que todavía es posible observar baquetones y molduras góticas del arranque del arco toral que ocupaba este lugar y que hoy están cegados por dicho muro. 

      A ambos lados de la nave central existen en la actualidad una serie de capillas, las cuales están intercomunicadas entre sí por pequeños pasillos, calados en los muros que las separan, y a las que se acceden desde la nave central mediante arcos apuntados, en las capillas números 1,2, 5 y 6, y por arcos de medio punto, en las capillas números 3,4, 7 y 8. 

La intervención arqueológica

      Al objeto de conocer la planta original del convento, así como de recabar la mayor información posible referente a su fábrica y a su evolución histórica, durante los meses de Noviembre y Diciembre de 1993 y Enero de 1994, se realizó en el edificio una excavación arqueológica con 3 puntos de intervención: 

1.- Zona interior del convento o zona del crucero y cabecera o presbiterio. En donde se realizan hasta siete cortes diferentes que nos permitirán la localización de los elementos estructurales que conformarían la planta del edificio: columnas, muro de cierre, altar mayor, etc. 

2.- Cortes en el exterior del edificio, son dos y ambos se localizan junto al muro derecho del edificio, al objeto de verificar la consistencia del terreno sobre el que fue construido el convento. 

3.- Cortes en la zona en que presumiblemente se ubicaba el claustro del convento. 



     Veamos que depuró cada una de las zonas: 

      La zona 1 o interior del convento, aunque hoy esté fuera de la iglesia, y sea un huerto, lo primero que deparó fue que tras levantar la capa vegetal que la cubría (de aproximadamente 0,35 metros de espesor, aunque varía según las zonas) nos encontramos con los escombros procedentes del derrumbe y profundizando hasta 1,25 metros, encontramos el suelo de la Iglesia, conservando éste la capa de mortero sobre la que iría el pavimento de ladrillos, los cuales han desaparecido en su inmensa mayoría, existiendo sólo un par de ellos que coinciden plenamente en medidas y características con los del interior de la Iglesia. En el primer corte, (A), realizado encontramos, en perfecto estado de conservación, la basa de la columna exenta del Arco toral de la Cabecera. Esta, es de forma poligonal (siete caras), de 0,50 mts. de altura, sobre ella existen dos molduras horizontales, encima de las cuales arrancan cuatro nervios o baquetones verticales que a su vez tienen distintas molduras. Sobre todo esto descansa la media columna adosada a la pilastra. Se observa que la basa estuvo encalada en los momentos de uso previos al hundimiento de las bóvedas. 

      El segundo corte, (B), en esta zona tenía como objeto localizar la basa de la otra columna sobre la que apoyaría el referido arco toral, pero sólo se conserva la planta de la referida basa (que denuncian que ésta tenía la misma forma que su simétrica encontrada en el primer corte), y adosada a ésta, un murete de ladrillos que se dirige perpendicularmente hacia el muro de cierre exterior del edificio. En este corte segundo, que es de grandes proporciones -5x2 metros- encontramos pavimento intacto, consistiendo éste en un suelo de ladrillos dispuestos a sardinel. Pero es que, además, en este corte pudo comprobarse la existencia de un escalón o rellano que de alguna manera preludia el salto de nivel entre el crucero de la Iglesia y el presbiterio, lo que dio lugar a efectuar un tercer corte, que tenía como objeto aclarar la estructura de la zona del presbiterio, sobre la que se carecía de cualquier tipo de información. 

      El tercer corte, (C), inicialmente de 3x1 metros, terminó por ocupar toda la zona de la cabecera, en un gran cuadro, en el que tras ir retirando la capa de tierra, de unos 0,40 metros, comenzaron a aflorar los restos del pavimento, de ladrillos dispuestos en sardinel, así como pudo observarse la existencia de una pequeña elevación de pavimento, probablemente de forma poligonal, sobre la que habría estado colocado el altar, del cual no se conserva prácticamente nada. Únicamente se puede ver la impronta o huella de donde hubo de estar. En torno a la huella del altar, desaparece el pavimento de ladrillos, siendo sustituido éste, por otro de azulejos vidriados de cuenco y aristas, si bien sólo se conservan dos de estos azulejos in situ, el resto ha debido de ser saqueado, quedando marcadas así mismos las improntas de éstos sobre la base de argamasa. 

      El cuarto corte, (D), viene planteado por el anterior, por cuanto que al encontrarse el presbiterio a una cota, lógicamente superior al resto del pavimento del crucero, en algún punto debía producirse el salto entre ambos. Encontrar esta posible escalera era el objetivo de este cuarto corte, situado aproximadamente en el centro del edificio y en sentido longitudinal. En este corte y tras quitar 0,40 metros de tierra oscura vegetal empezamos a encontrar los habituales materiales de derrumbe del crucero y de la cabecera, pero nuestra sorpresa vendría en una de las esquinas de la zanja donde apareció, con una de sus esquinas casi en la superficie, un gran bloque de mármol negro con vetas blancas (¿Pétrea Serena?) con una de sus caras trabajada con motivos geométricos en relieve. Los huecos triangulares de las esquinas tenían incrustadas piezas de mármol rojo, también con veteado blanco, (¿Rosso antico?). El motivo central, en forma de rombo, debió de tener igualmente la pieza de mármol rojo, pero en este caso la había perdido. Se trata de la basa de una de las dos columnas que debieron de flanquear el presbiterio, o bien el retablo mayor del altar. Su origen y factura bien podrían pertenecer al barroco italiano. Aún más, cuando nos encontrábamos retirando todas las piezas trabajadas (para su numeración y catalogación) apareció interna en el perfil izquierdo de la zanja y apoyando sobre el suelo del crucero, una nueva basa de mármol negro, la compañera de la anterior.

Basa, en mármol, 
de las columnas que flanqueaban el Presbiterio

      Dentro de las piezas observadas en este corte cuarto existen bastantes piedras trabajadas, de la nervadura de la crucería, pero entre ellas destaca una piedra clave, en careado, para engarzar tres nervios. 

      En el extremo opuesto de la zanja, apareció por fin el objeto de nuestra búsqueda en este corte omito, en una profundidad de 0,50 metros, en su punto superior y de 1,50 metros en su cota más baja, apareció la rampa de la escalera que debía comunicar el nivel del presbiterio con el del crucero, a la cual le faltaban todos los escalones. 

      Después de excavar este corte número cuatro se puede afirmar que los materiales de derrumbe no están in situ, tal y como debieron quedar tras el desplome, sino que parecen haber sido colocados en esta zona de la iglesia, posiblemente durante las faenas de desescombre y recrecimiento del actual muro de cabecera del edificio. Ello lo avala el hecho de que la basa de mármol negro aparezca sobre el resto de las piezas de la crucería, en un orden de caída improbable tras el derrumbe. 

      El quinto corte, (E), se ubicaba en la esquina que forma el muro de cabecera actual y el muro izquierdo del edificio y tenía como objeto encontrar la columna izquierda del primer arco toral, sin embargo todo fue inútil, rebajamos hasta la capa madre de tierra vegetal sin encontrar nada, lo que nos hace pensar que la basa de la columna debió ser retirada a la hora de construcción del muro de cabecera. 

      El sexto corte, (F), tenía como objeto encontrar la basa de la columna derecha del primer arco toral, por lo que se encuentra en la esquina opuesta al corte anterior, una basa que apareció en bastante buen estado de conservación y se trata de media columna adosada a una pilastra. El vano entre esta columna y el muro de cierre, que comunicaría con la capilla número 1, da la impresión que pudiera haber estado cegado durante la época de uso del convento, pues se observa cierta uniformidad en la fábrica, sobre todo en su zona inferior. En el extremo opuesto de la zanja apareció parte del muro de cierre de la Iglesia por su parte derecha, el cual se encuentra bastante deteriorado, levantándose sólo unos 0,30 metros por encima del pavimento, y con una anchura de 1,20 metros. 

      El último corte en el interior del edificio, (H), tenía como objeto comprobar la existencia de una posible puerta de acceso en el muro de cierre, tal y como sugieren los arquitectos D. Tomás Carranza y D. José M. Morales, autores del proyecto de restauración del edificio. Este corte de 4 metros de largo por 1 de ancho, aunque luego se amplió en anchura, permitió observar la posibilidad de la existencia de la puerta de acceso, pues, aunque el tramo mural se conserva en muy mal estado, se observa como la fábrica del muro cambia en una zona determinada, pasando de ser de piedras irregulares a ser obra de ladrillos, comprobándose, además, diferencias de nivel y rebajes distintos. Aunque el dato más revelador es la existencia de un escalón que pudiera indicar la existencia de la puerta de acceso. 

Piedra clave, en careado, para engarzar los nervios de la cúpula

      La zona II o Exterior del edificio tendrá, como decíamos, dos cortes, ambos en el muro derecho, uno en la fachada y otro al final del muro, junto al actual muro de cabecera. 

      En el primer corte exterior (H), se llegó hasta una pavimentación compuesta de tres capas, una primera de arena y cal, una segunda de fragmentos de teja y barro rojizo apisonado y una tercera de cal con arena y ripio menudo, teniendo en total un grosor de 30 cms., esta pavimentación debe de ser el preparado de nivelación previa sobre el que descansaría el pavimento propiamente dicho. En el estrato, inmediatamente inferior el sigue una gruesa capa de 0,80 metros formada por tierra dura de color castaño muy compactada y con fragmentos de tejas y piedrecillas. El siguiente estrato es una greda o barro duro y compacto de color verdoso sobre el que empiezan a cimentar. 

       Sin embargo, este corte nos depararía sorpresas pues en el estrato natural, el último, aparecieron dos enterramientos, uno en la esquina S-W del cuadro y otro en la esquina N-W del mismo. No se encontró ningún dato ni material que pudiese dar una fecha segura para estos enterramientos. Únicamente, el rito utilizado parece indicar que se tratan de enterramientos de época hispanomusulmana; el uso de fosa simple, la ausencia de ajuar, la posición recostada sobre el lado derecho y sobre todo, el hecho que los cuerpos miren hacia el Estrecho de Gibraltar. Esta última, es una característica propia de las necrópolis musulmanas de España, que colocan a los cadáveres mirando hacia el lugar por donde entraron en la península, en vez de mirar hacia La Meca como sería preceptivo. 

      De ser así, podríamos encontramos ante uno de los cementerios de la ciudad medieval de Alcalá, que, por norma, se encontraban a las afueras de la ciudad, dato este, que aquí parece verificarse, ya que el convento se encuentra fuera del perímetro de las murallas medievales. 

      El segundo corte exterior del edificio (I) se realizó en la fachada principal del convento, entre la columna derecha del arco apainelado de entrada y el estribo derecho allí existente. 

      En este cuadro se observó que bajo la basa de la columna y sirviendo como cimiento de ésta aparece un gran bloque de piedra arenisca, igualmente aparece la cimentación del muro de portada, pero también aparecen restos de los cimientos de una construcción de época romana, con una franja de opus signinum, de 0,30 metros en su ancho mayor y unos 0,10 el menor. Dado el escaso tramo encontrado, no podemos aventurar a qué tipo de edificio pertenecen estos restos y naturalmente mucho menos, podemos saber las dimensiones del mismo. No obstante, entre los muchos fragmentos de cerámica que componen el opus signinum, se encontró un trozo de base de un recipiente de terra sigillata hispánica, de la forma 36 de la clasificación de Mezquiriz, y que tiene una cronología del siglo 1 después de Cristo, cronología pues, que sería válida para dicha construcción romana. 

      La zona III o claustro tendrá otros dos cortes. El claustro del convento debió de estar situado tras el muro de cierre del edificio que aún queda en pie. Esto se desprende de algunos restos de arcos, capiteles y pilastras que todavía pueden verse en el lugar. 

      Con el objeto de determinar la existencia de éste, se procedió a la realización de los dos cortes citados. 

       El primero de los cortes (J), se realizó junto a los restos de una pilastra adosada al muro, en la cual aún se conservan parte de los riñones del arco que debió de existir en el lugar. El cuadro trazado, de 3,00 x 1,50 metros, tenía como fin comprobar si persistían elementos del arco bajo tierra, tales como la basa de la otra jamba y el suelo del claustro. Esta zona se encontraba cubierta toda ella de una gruesa argamasa de hormigón, al haber servido como establo de ganado en época reciente, tras romper la dicha argamasa y empezar a profundizar encontramos que el pavimento, similar al del interior de la Iglesia, había sido saqueado en gran parte y que toda la estratigrafía aparecía revuelta, bajo los niveles de revuelto estratigráfico, encontramos un muro de 1,40 metros de ancho que corría en diagonal a lo largo del cuadro. Este muro, estaba construido con piedras irregulares y ladrillos del mismo módulo que los hemos visto hasta el momento, por lo que, sin duda alguna, cronológicamente pertenece a más tardar, a fines del siglo XV o comienzos del XVI, ya que, por la documentación existente, sabemos que el convento fue construido hacia 1511. Por lo que debe pertenecer a un edificio o construcción anterior a dicha fecha. 

       El segundo corte del claustro y último de la excavación (K), se plantea como continuación del anterior, al objeto de ver si aporta información sobre el claustro, pero nos ocurrirá lo mismo que en el corte precedente, encontraremos revuelto estratigráfico pero nada que nos informe sobre la realidad del claustro. 

      Por último y para concluir este trabajo, referiremos que, durante el tiempo de la excavación, observamos que en el muro derecho del edificio, por su cara exterior, se abría una pequeña oquedad por donde entraban y salían las gallinas del vecino que aprovecha el huerto, por curiosidad y atendiendo las indicaciones de una vecina del lugar, hicimos practicable la oquedad, penetramos en su interior y pudimos constatar la presencia de un arco de medio punto cuyo intradós se encontraba ricamente ornado con relieves de estuco que representaban motivos florales, tales come rosetones y hojas de acanto. Lo más sorprendente era que a su vez, los relieves conservaban, casi en su totalidad, restos de policromía en buen estado. 

      Este arco, que se corresponde con la capilla sexta, debió de ser el de una hornacina de dicha capilla, máxime cuando los adornos de la bóveda y pechinas de esta capilla se corresponden o son similares a los de este arco. De cualquier modo, tampoco puede descartarse la idea de que se trate de una puerta que comunique la iglesia con el Claustro, aunque nos inclinamos más bien por la primera explicación. 

      Con esto, concluimos la explicación de nuestra excavación, no sin antes afirmar que quedan muchas dudas en el aire y que sería interesante una nueva fase en que se puedan verificar muchas hipótesis que tenemos planteadas acerca de lo que debió ser el gran convento de las "Sagradas Llagas y Santo Domingo". 

J.F. SIBON OLANO

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