Ismael Almagro Montes de Oca
Tras el derrocamiento de la Primera República, con la Restauración borbónica en 1874, aparece en España la figura del cacique. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se define cacique como “Persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos” y caciquismo como “Sistema político basado en la dominación o influencia del cacique”, aunque quizás la acepción que mejor lo describe es la de “Intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia.”
El caciquismo se desarrolló principalmente en el ámbito rural entre el último cuarto de siglo XIX y el primero del siglo XX y en nuestro municipio tuvo una figura principal: Pedro Montes de Oca Atienza.
Nacido en Algar en 1835, aunque de ascendencia de Cortes (Málaga) consiguió labrar fortuna en Alcalá, llegando a ser alcalde en varias etapas (enero a julio de 1886, 1890 a 1893 y 1895 a 1897) Fue un personaje muy controvertido, tan admirado y ensalzado por sus correligionarios, que le otorgaron el título de hijo adoptivo y una calle con su nombre en 1877 por la traída de aguas y la construcción de la Alameda, como denostado por sus detractores, que le acusaron de usar el cargo de alcalde en beneficio propio, ya que concedió el aprovechamiento de corchos de los Montes Propios a los Hermanos Roger, de quienes era representante, e incluso de nepotismo, puesto que al ser elegido alcalde en 1897, su primer teniente de alcalde fue su yerno Vicente Díaz Díaz y concejal su también yerno Diego Centeno del Manzano, que a su vez fue quien le sustituyó en la alcaldía en 1895, pasando Pedo Montes de Oca a ejercer como juez municipal. Falleció el 20 de enero de 1898.[1]
Las críticas sobre los desmanes que el cacique Montes de Oca cometía en Alcalá se volvieron más feroces precisamente tras abandonar la alcaldía en 1896, haciéndose eco los periódicos de la provincia de las tropelías cometidas. Así, el 10 de diciembre de aquel año, apareció esta crónica anónima en el periódico satírico JUAN PALOMO, que resume perfectamente la situación:
“Alcalá de los Gazules
Decíamos en nuestro número anterior que el monstruoso caciquismo alcalaíno se encontraba agonizante y que relataríamos hazañas dignas de la inmortalidad y aún de premiarse con cadenas y no de oro
Tratándose del gran Perico, todo cuanto se diga es pálido ante sus poderosas condiciones de asimilación, pues es lo que se llama un hormiguita para su casa.
Al volar de la pluma diremos algo de lo que salga, pues son tantas sus estupendas condiciones para identificarse con los fondos de propios y con los bienes comunes que los maneja admirablemente y con el mismo interés que si fuesen suyos.
Hablamos del cacique Pedro; porque el alcalde, D. Diego no merece que nos ocupemos de él; no es nada más que un yerno sumiso, obediente en todo á las suegriles órdenes, siempre que se le permita comprar medallas para los concejales; decorar el salón de sesiones, poner lápidas conmemorativas, con epílogos de carreteras y fomentar individualmente y con generoso entusiasmo el desarroyo de la raza bobina, comprando — según el rumor público, cuantas vacas puede con el objeto de hacer una ganadería que dé el opio en las plazas de toros y eleven á Alcalá de los Gazules á inmarcesible altura en los anales del toreo contemporáneo. Pero los Delegados de Hacienda de la Provincia parece que no les gusta la administración de Alcalá y no hacen más que reclamar pesetejas, poniendo en grandes conflictos á los inocentes ediles alcalaínos: que esto no tiene nada que ver con lo dicho anteriormente es indudable; pero no por eso deja de ser menos cierto.
Ahora están los pobres concejales atribulados con las reclamaciones de la Hacienda del primer trimestre del 95 en lo de consumos que importa una seis mil pesetas y pico; es decir, lo que se resta; y sabemos de buena tinta que detrás vienen las reclamaciones, de otros trimestres, y luego el diluvio universal. Se ha pensado que lo pague el pueblo, pero por fin se ha resuelto solicitar prórroga y entretanto los concejales amenazados de embargo; y lo malo es que al fin serán embargados sin comerlo ni beberlo
Para terminar ¿Se puede decir qué pasa en una demanda de divorcio en donde D. Pedro Montes de Oca, Juez Municipal de Alcalá de los Gazules está particularmente interesado por compra de bienes al demandado Don Pedro Gutiérrez, ¿en el mismo momento en que se pedía por la parte interesada que con arreglo al capital se señalase el alimento necesario y se justipreciaran los bienes para las consecuencias de la separación judicial?
¿Se puede saber por qué se halla detenido un juicio, en el juzgado donde D. Pedro es Juez y su yerno suplente, que se refiere al jefe de los municipales en un célebre atropello por él cometido y del cual protestaron en documento publicado por la prensa, todas las clases sociales de Alcalá sin que hasta la fecha se haya hecho justicia?
Es de necesidad absoluta, completa y terminante que varíen las cosas públicas en aquel pueblo y no debe sostenerse mas tanta ignominia, tanta degradación, tanta miseria que solamente sirve, por desgracia, parala propaganda anarquista.
Y sin embargo en Alcalá, no hay anarquistas á no ser.... que... los sean de una manera encubierta ciertos señores que den la razón á los instintos mas destructores y sanguinarios.
El caciquismo alcalaíno debe desaparecer para honor de la provincia.”[2]
Pocos meses más tarde, y coincidiendo con los trabajos que la Junta municipal del censo electoral debía llevar a cabo para celebrar unas elecciones, será el exalcalde Manuel María Espinosa, quien denuncie públicamente otro de los desmanes que caracterizaron al caciquismo: el amaño de elecciones, manipulando las listas electorales y comprando electores:
“ALCALA DE LOS GAZULES
Insertamos con mucho gusto á continuación la siguiente carta que nos remite nuestro respetable amigo particular el ex-Alcalde Alcalá de los Gazules, D. Manuel M. Espinosa.
Sr. Director de El Renacimiento.
Muy Sr. mío y de mi mayor consideración: Retirado por algún tiempo de la vida política activa, á causas de desgracias de familia, he creído ya oportuno, llegado que ha sido el periodo electoral, contribuir con mis débiles fuerzas y escasas influencias, al logro de las mayores aspiraciones que hace años persiguen todos mis convecinos, sin distinción de color político, clases, ni categorías. Estas aspiraciones no son otras más que el derrotar al oscuro, temerario, y cínico cacique de esta localidad, D. Pedro Montes de Oca, haciéndole desaparecer para siempre, del escenario de sus nunca bien ponderadas hazañas. Así es, que con motivo ayer de reunirse la junta municipal del censo electoral, inauguré con mi presencia en dicha junta, como vocal nato de la misma, mi interrumpida vida política local.
Sr. Director, por mucho que me hubiesen comunicado los amigos concerniente á las arbitrariedades, infracciones desaciertos cometidos directa ó indirectamente por el funesto cacique local, mayor y con colores más fuertes, tuvo ocasión de presenciar en la ya referida junta municipal.
Sentaremos primero por base, que el cacique D. Pedro Montes de Oca, Juez municipal, de esta ciudad, tiene tres yernos, que el uno es Alcalde, el segundo primer teniente de Alcalde y el tercero suplente del Juez municipal su político padre. Esta ecuación política, creo estará resuelta diciendo, que D. Pedro Montes de Oca resulta padre común de todas las autoridades judiciales y administrativas de este venturoso pueblo.
Pues bien, volviendo á hablar de la junta municipal del censo electoral diremos, que reunida esta junta a las Ocho de la mañana del día de ayer, como está prevenido por la ley electoral, nos encontramos que la presidía el segundo hijo político del cacique y primer teniente de Alcalde D. Vicente Díaz y Díaz.
Empezada la sesión, fueron presentadas por varios individuos, relaciones de electores para su inclusión, exclusión y rectificación en las listas electorales que empezada la sesión, fueron presentadas por varios individuos, relaciones de electores para su inclusión, exclusión y rectificación en las listas electorales que habían de quedar definitivamente acordadas cuyas relaciones fueron admitidas con ligeros reparos.
Estando en dicha operación, tuvo la feliz humorada de levantarse el tercer teniente de Alcalde D. José Rodríguez Ramos, y dirigiéndose al presidente, le suplica en las más finas formas le fuese presentado el oficio por el cual el Alcalde hubiese delegado en él la presidencia de la junta que en aquel acto funcionaba.
El presidente, impávido, como lo es en todos los actos por temperamento y dignidad, respondió que lo presentaría. Más era el caso, que no existía en aquellos momentos la delegación oficial, y de aquí que se buscase al Alcalde comunicándole lo ocurrido, suspendiéndose los trabajos de la junta, hasta la hora en que vino el oficio, y leído que fue por el señor Rodríguez, siguió la junta funcionando.
No pararon en esto las desagradables incidencias para el señor presidente, sino que vuelve el Sr. Rodríguez á preguntar, si el primer teniente de Alcalde presidente de la junta del censo debía ó nó tener la condición de elector elegible, como aparecía en las últimas listas. Comprobado por el padrón de la riqueza territorial, urbana ó industrial, que no aparecía en ninguno de ellos el primer teniente de Alcalde y presidente D. Vicente Díaz y Díaz, se acordó por unánime parecer de la junta y dentro de la ley, el que solo figurase en las nuevas listas con el carácter exclusivo de elector, por no ser contribuyente en ningún concepto.
De suerte, que tenemos al primer teniente de Alcalde y presidente de la junta del censo con todas las circunstancias negativas, pues ni es presidente, ni contribuyente, ni elegible, con las agravantes de ser depositario de estos propios, insolvente y sin haber prestado fianza alguna, teniendo solo la circunstancia única positiva, la de ser hijo político del tres voces funesto cacique de Alcalá de los Gazules.
Repetiremos aquel dicho vulgar, que para muestra basta un botón, y con el que hemos presentado, se puede calcular las grandes dimensiones que tendrá el botón administrativo de esta población.
He referido con toda la exactitud posible los hechos verificados. Ahora cada cual puede formar los comentarios que tenga por conveniente. Solo diré para concluir, que sea duradera la tierra que cubra las últimas cenizas políticas del que se habrá creído eterno ó inmortal cacique de esta ciudad, la cual tenemos hoy la halagüeña esperanza de verla no en muy lejanos tiempos, rejuvenecida y regenerada.
De la calamidad, lo diré que cada día va en aumento, y que el Alcalde sin previo acuerdo del Ayuntamiento ni junta de contribuyentes, según se me ha dicho por varios concejales, está socorriendo á los jornaleros, cuyo socorro es repartido por mano del jefe de los municipales y en su casa particular sin intervención de nadie.
Manuel M. Espinosa.
Alcalá de los Gazules 21 Abril 1897.”[3]
Son sólo dos muestras de cómo actuaron los caciques en nuestra tierra, apenas la punta del iceberg de todo un entramado que esquilmó los recursos públicos en beneficio de unos pocos.
NOTAS
[1] Archivo Parroquial de Alcalá de los Gazules. Libro Funerales 10 folio 566
[2] Edición del 10 de diciembre de 1896 del periódico “JUAN PALOMO. Periódico Satírico, Literario, Administrativo y de Intereses Generales” Año XII nº 552 pág. 8. Las palabras en cursiva son del artículo original.
[3] Crónica publicada el sábado 24 de abril de 1897 en “El RENACIMIENTO. Periódico Político, Comercial, Marítimo, Literario, de Intereses Generales y de Anuncios” Año III nº 376 pág. 2
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