sábado, 13 de enero de 2024

La Jerarquía eclesiástica rural: Vicarios y Beneficiados de Alcalá de los Gazules en el Siglo XVIII (y II)

 



VICARIOS Y BENEFICIADOS: LUCES Y SOMBRAS

    Nada mejor que adentrarnos en algunos de los aspectos de las trayectorias vitales de estos hombres para constatar todo lo que de forma general hemos indicado hasta ahora. Así, como ejemplo, aunque podemos aportar muchos, de esa piedad y caridad, de ese mostrarse al pueblo en toda su grandeza, de esa promoción familiar y de ese corporativismo en el grupo, presentamos al beneficiado D. Bartolomé Muñoz Morillo[15], tío de los hermanos Cristóbal Muñoz, beneficiado, cura y comisario del Santo Oficio, y Diego Muñoz, beneficiado, y de Juan de Cárdenas, también beneficiado, quien pide, además del funeral acostumbrado, que le acompañen todos los guiones de las cofradías y ermitas de la villa que quisieran asistir. su generosidad hacia los más necesitados la demuestra legando al hospital de la villa 100 reales de vellón, pidiendo a sus albaceas que compren pan, carne y vino para darle de comer dos días a los pobres de la cárcel, dando un real de vellón a cada uno; y diez mantos y diez sayas de anascote nuevos para diez pobres vecinas de la villa; y que repartan diferentes limosnas, mantos y sayas, o lienzo blanco para camisas, a pobres necesitados y parientes, según su calidad y necesidad. Por otro lado, lega a la santa Escuela de cristo 50 reales y a la cofradía de las Benditas Ánimas 500 ladrillos para la obra que está realizando. Finalmente, instituye una fundación perpetua de tres misas cantadas en la Iglesia Mayor, el día de los Dolores, que agrega al beneficio de su sobrino D. Juan, el día de San Bartolomé, que agrega al beneficio de su sobrino D. Cristóbal, y la última en los días antes de la Natividad, que agrega a su beneficio y la dirá el sacerdote que le sucediere en él.

    En la misma línea, su sobrino D. Diego[16], administrador de las rentas decimales, también quiere un funeral más fastuoso, con acompañamiento de doce pobres con hachas encendidas, los guiones de todas las cofradías, la santa Escuela y doble en todas las ermitas; no obstante, el número de misas de cumplimiento no será excesivo, solo 400. Su aportación al culto se centra en el legado de dos espejos grandes con marcos dorados y cuatro cornucopias doradas para el altar del santísimo sacramento y el de Nuestra señora de los Dolores, así como diversos objetos de plata para que de ellos se haga alguna alhaja para el santísimo sacramento. Funda un aniversario en la parroquial el día de san Diego de Alcalá o inmediato, con doble de campanas, dotado con 4.000 reales de vellón. En él ha de cantarse vigilia y misa con vestuarios y asistirán sus hermanos beneficiados y demás ministros, recibiendo cada uno una limosna en proporción a su trabajo: el beneficiado que diga la misa, que deberá ser por turno, diez reales, los dos vestuarios, dos cada uno, los beneficiados por su asistencia a dicha vigilia, misa y responso, tres cada uno, los beneficiados caperos, uno más cada uno, el sochantre, cuatro, el sacristán, dos, el mozo de coro, dos, los cinco acólitos, uno cada uno, la fábrica, seis, y el campanero, dos; con la condición de que el que no asista pierda dicha obvención y los asistentes se repartan las de los no asistentes.

    De todo lo anterior, de un poder económico elevado y de una conducta que no está a la altura de dicha dignidad y posición, nos hablan los vicarios de la familia Cortegana. D. Pedro Collado Cortegana[17], vicario también del convento de Santa Clara, cura y beneficiado, presenta la misma actitud caritativa y generosa, que advertimos en la cuantía y destino de su legados piadosos: 400 pesos escudos de plata al convento de Santa Clara para la obra del tercer cuarto de dicho convento que está labrando; 2.000 reales de vellón a la Iglesia Mayor para la cajonería de la sacristía, 1.000 al convento de la Victoria para la obra de dicho convento, 1.000 al hospital de la Misericordia para una cama con dos colchones, dos sábanas, dos almohadas y una fresada; 200 fanegas de trigo a los pobres de solemnidad; una cadena de oro al Santísimo Sacramento de la parroquial; un caballo para el servicio de la ermita de los Santos; 100 reales de vellón a la cofradía del Carmen; y 6 o 7 pesos a la cofradía de Jesús Nazareno que ésta le adeudaba y se los perdona. Además de todo ello, y de dejar dispuestas 3.000 misas de cumplimiento, impone sobre su casa una fiesta de Concepción en su octava y una misa cantada en la parroquial todos los años el domingo de la Santísima Trinidad. Una actitud digna de elogio; no obstante, el visitador dice de él que le falta celo para cumplir la vicaría, no corrige a los clérigos ni que se cumplan las misas y no cela la clausura de las religiosas permitiendo que entren seglares.



    Su sobrino, D. Fernando Cortegana Bañales[18], no sale mejor parado y el mismo visitador expone «que no ha estudiado en Facultad y sólo es moralista, es majadero y vive con gran satisfacción confiado en ser vicario». No va mal encaminado, pese a sus aptitudes, lo será, y al final de su vida mostrará el mismo afán grandilocuente en su despedida, solicitando, además del acompañamiento general y el de los dos conventos masculinos de la villa, el de todos los guiones de las cofradías y hermandades y el de 20 pobres con sus hachas; a lo que une 3.500 misas de cumplimiento. Manda a Nuestra Señora de los Santos 100 pesos para ayuda a su culto, al patriarca San José un vestido de tela, 50 mantos y sayas a los pobres que eligiese su heredero, cuatro reales a cada uno de los pobres que llegasen el día de su entierro, que se diga todos los días de fiesta misa en la ermita de San José y que se alumbre todos los viernes del año el Santísimo Cristo de la Viga. Finalmente, impone sobre sus casas una misa cantada perpetua con vestuarios y responso en el altar mayor de la parroquial por el beneficiado que le tocare en los días de San Fernando. Dicho vicario, que en 1752, con 70 años, vive con dos sirvientes y cinco sirvientas, posee un nivel económico muy superior, avalado por una cabaña ganadera que le renta 72.312 reales de vellón, dos casas por las que obtiene de arrendamiento anual 1.298 reales, 230 fanegas de tierra de secano, 26 de tierra infructífera, cuatro aranzadas de viña y diez de olivar, tierras que le reportarían unos 27.000 reales de vellón, aproximadamente[19]; un patrimonio considerable, sin duda, que sitúa a D. Fernando como un auténtico privilegiado no solo dentro del grupo, sino dentro de su comunidad.

    Finalmente, D. Alonso de la Jara y Morito[20], beneficiado, cura, vicario y administrador de las rentas decimales; un personaje singular, enfrentado al pueblo por su forma extrema de corregir las faltas y santificar, y al mismo tiempo actuar del modo más injusto por beneficiar a su familia. Lo primero que nos llama la atención de D. Alonso, tío de los beneficiados Vicente de la Jara y Pedro López de la Jara, es la singularidad de su biblioteca: tres estantes de libros en pasta, vitela y pergamino, donde, además de los consabidos tomos de teología moral o libros espirituales, encontramos los 14 tomos de Feijoo que lega a su hermano Pedro, vecino y comerciante rico de Cádiz, lo que pone de manifiesto un cierto carácter ilustrado en este clérigo, sobre todo en lo relativo a su concepción de la mujer, al dejar el usufructo de una de sus casas al Beaterio de San Miguel, fundado por el beneficiado D. Diego de Viera Márquez[21], «mientras en él hubiere la instrucción de niñas en clase pública; y si ésta se quita, dicha comunidad de beneficiados y también los curas darán el usufructo de dichas casas a una o dos maestras para que enseñen a las niñas pobres de balde». D. Alonso, que no requiere ese fasto que hemos visto en otros en sus exequias y solicita el oficio acostumbrado, sin más, y solo 200 misas de cumplimiento, presenta una actitud digna de elogio, caritativa, ilustrada, una manifiesta inquietud por el mundo que le rodea y la sociedad en la que está inmerso y una loable preocupación por la instrucción femenina, aunque los motivos últimos fueran el adoctrinamiento religioso y moral así como la perpetuación de los roles establecidos[22].

    No obstante, por otro lado, el visitador Huarte[23], tilda su conducta de inapropiada, intransigente e imprudente. Según él, dicha conducta ha puesto «al pueblo en convulsión», al tratar con poca cautela el asunto de un clérigo acusado de incontiente, dando muestras de un comportamiento motivado más por el espíritu de venganza que por hacer verdaderamente justicia. Para Huarte, aunque lo considera «virtuoso, laborioso, instruido y docto», no es merecedor del cargo de vicario pues «quien haya estado, aunque sea de paso en Alcalá, sabrá que el apellido de Jara en el vicario y en cuantos lo llevan está en execración en aquel pueblo», habiéndose dado varios casos que prueban su proceder imprudente y la utilización de su cargo para beneficiar a sus familiares a toda costa. Así, junto al beneficiado D. Juan Delgado, se había empeñado en corregir a todos, acusando continuamente, aún de lo más mínimo, a clérigos y seglares al obispo, incluso al Ayuntamiento, celando indiscriminadamente las amistades y publicando algunos delitos que debían sigilarse «lo que produjo el aborrecimiento de todos». Igualmente, empeñado en quererlo todo para sus parientes, se había quejado a la Intendencia a nombre de un sobrino suyo, sin decir que lo era, de que no le daban suertes de tierras, teniendo ya una, informar como vicario y causar un procedimiento contra el juez, que revocó después el mismo intendente.

    No olvidemos que los clérigos seculares permanecen unidos a sus familias, son un activo importante dentro de las mismas, y en ámbitos rurales aún más, si cabe, se encuentran involucrados en el devenir de las mismas; por ello, no es infrecuente que tomen partido no solo en las cuestiones de índole religiosa que se suscitan dentro de su grupo, sino en las que tienen que ver con la comunidad, con su familia, generándose enemistades o manteniendo antiguas rencillas que vienen de lejos. Son un elemento más del poder de las familias, un elemento importante y decisivo, en muchas ocasiones.

    Especialmente combativo con de la Jara en este asunto fue el beneficiado D. Juan de Mendoza, quien, en palabras de Huarte, «tras no ser laborioso, aspira a mandar, y con esta mira (lo asegura sin escrúpulo) fue uno de los más enconados contra el vicario», lo cual deja al descubierto las ansias de poder de algunos miembros del grupo, así como las intrigas, impropias de unos hombres que debían entregarse a su Dios y a su comunidad pero en los que sus familias y afectos se imponían.

Firma del Beneficiado Pedro Collado Cortegana en su testamento


A MODO DE CONCLUSIÓN

    El estudio particularizado de los vicarios y beneficiados de Alcalá a lo largo del siglo XVIII nos ofrece el perfil de un grupo de poder aparentemente unido, al menos en la defensa de sus privilegios frente a otros clérigos y en el mantenimiento de unas formas de visualizarse ante al pueblo, con gestos que denotan devoción y generosidad pero también un deseo de mostrar su verdadera dignidad y marcar las distancias con el resto; pero que en el fondo presentaba en su seno profundas diferencias, tantas como orígenes tenían sus miembros, porque estos hombres que conformaban el grupo se debían, ante todo, a su familia. Por ello, promocionan a sus familiares dentro del grupo y se posicionan al lado de la familia frente a todos, aunque no sea ni justo ni correcto lo que se defiende. su poder económico sitúa a algunos en los lugares más destacados de ese con- texto rural y no es de extrañar que, pese a sus escasas aptitudes para ocupar determinados cargos y de las reticencias diocesanas, permanezcan en sus puestos, gracias a sus redes clientelares, tejidas, imaginamos, más allá de su propio en- torno. unos hombres en claroscuro, que se mueven entre el ser y el parecer y sienten y reaccionan como todos los demás ante los estímulos más primarios que motivan al ser humano, condicionados por una cultura material e inmaterial que tiene como uno de sus principios fundamentales la desigualdad.


NOTAS

[15] AHPCA, Protocolos de Alcalá de los Gazules, lib. 161, ff. 66-73, 1737; lib. 276, ff. 64-65, 1739; y lib. 275, ff. 233243, 1740.

[16] AHPCA, Protocolos de Alcalá de los Gazules, lib. 183, ff. 167-168, 1765; y lib. 415, ff. 8-24, 1777.

[17] AHPCA, Protocolos de Alcalá de los Gazules, lib. 30, f. 488, 1712; y lib. 132, ff. 45-57,
1725.
AHDCA, Manuscritos, Visitas pastorales, lib. 1241, f. 299.

[18] AHPCA, Protocolos de Alcalá de los Gazules, lib. 271, ff. 40-43 y 54, 1764. AHDCA, Manuscritos, Visitas pastorales, lib. 1241, f. 299.
AHMAG, Abecedario del Libro de eclesiásticos de la Villa de Alcalá, 1752, leg. 226; Libro
personal e industrial de eclesiásticos de la Villa de Alcalá, 1752, leg. 229.

[19] Avelina Benítez Barea, Clero y mundo rural. op. cit., p. 113.

[20] AHPCA, lib. 415, ff. 35-38, 1781; y lib. 229, ff. 137-140, 1798.

[21] Vid. Fernando Toscano Puelles, Historia de la Congregación op. cit., pp. 119-167; y Avelina Benítez Barea, Clero y mundo rural op. cit., pp. 238-242.

[22] Vid. María J. de la Pascua Sánchez, «Las fundaciones docentes en la España del siglo XVIII a través de los protocolos notariales gaditanos», Gades, 18, 1988, pp. 109-134.

[23] AHDCA, Secretaría de Cámara, Visitas y estados, leg. 507.

BIBLIOGRAFIA

Álvarez Santaló, L. C., «Vivir como un cura. Algunas precisiones cuantitativas respecto al imaginario social del clero en el siglo XVIII», en Francisco J. Aranda Pérez (coord.), Sociedad y Élites eclesiásticas en la España Moderna, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 101-148.

Barrio Gozalo, M., «La Iglesia y los eclesiásticos en la España del Seiscientos. Beneficios y beneficiados», en J. Alcalá Zamora y E. Belenguer Cebriá (coords.), Calderón de la Barca y la España del Barroco, vol. 1, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales y Sociedad Estatal Nuevo Milenio, 2003, pp. 361-400.

Barrio Gozalo, M., El sistema beneftcial de la Iglesia Española en el Antiguo Régimen (1475- 1834), Alicante, Universidad de Alicante, 2010

Benítez Barea, A., Clero y mundo rural en el siglo XVIII. La comarca gaditana de la Janda, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2013.

Benítez Barea, A., «El bajo clero y las estrategias familiares de perpetuación: promoción y relevo generacional (La Janda, siglo XVIII)» en X Congreso de la Asociación de Demografía Histórica, Albacete, 2013.

Benito Aguado, M. T., La sociedad vitoriana en el siglo XVIII: el clero, espectador y protagonista, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001.

Irigoyen López, A., «Los tratados de perfección sacerdotal y la construcción de la identidad social del clero en la España del siglo XVII», Hispania, 230, 2008, pp. 707-734.

López-Guadalupe Muñoz, M. L., «De clero y fieles en la diócesis de Granada a través de las visitas pastorales de la segunda mitad del siglo XVIII», Chronica Nova, 23, 1996, p. 308.

Morgado García, A., «Provisión de beneficios eclesiásticos en la diócesis de Cádiz durante el Antiguo Régimen (1700-1836)», Chrónica Nova, 18, 1990, pp. 343-364.

Morgado García, A., «Las bases humanas y económicas del clero de la diócesis de Cádiz en la segunda mitad del siglo XVIII», en Actas de II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1991.

Morgado García, A., «El clero secular en la España Moderna: un balance historiográfico», en Á. L. Cortés Peña y M. L. López-Guadalupe Muñoz, (eds.), La Iglesia española en la Edad Moderna. Balance historiográfico y perspectivas, Madrid, 2007, pp. 49-73.

Morgado García, A., La diócesis de Cádiz: de Trento a la Desamortización, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2008.

Pascua Sánchez, M. J. de la, «Las fundaciones docentes en la España del siglo XVIII a través de los protocolos notariales gaditanos», Gades, 18, 1988, pp. 109-134.

Toscano Puelles, F., Historia de la Congregación-Beaterio de Jesús, María y José, Cádiz, 1988.

No hay comentarios:

Publicar un comentario