Gabriel Almagro Montes de Oca
I.- Introducción
Alcalá de los Gazules por su emplazamiento en la cima de un cerro y por su buena situación, junto a unas vías de comunicación frecuentadas a través de los tiempos, puede preciarse de una rica prehistoria, de la que conserva como vestigios más señalados tanto los interesantes grabados de la “Laja de los Hierros” como innumerables vasos campaniformes y de una historia con más de 2.200 años, puesto que se considera que Alcalá nació a la misma a raíz de la redacción del llamado “Bronce de Lascuta” (fechado en el 189 a. de Cristo y en el que se hace referencia a una población romana existente en el actual término alcalaíno), considerada como la inscripción romana más antigua de España (1).
Fruto de tan dilatada experiencia histórica, la ciudad conserva vestigios romanos, visigodos y árabes, al tiempo que desde la Baja Edad Media, cuando Alcalá pasa a formar parte de la Casa Señorial de los Ribera, se multiplicarán los edificios religiosos.
El actual núcleo urbano es fruto de sucesivas ampliaciones, según las necesidades de suelo y vivienda, por ello y aún cuando a grandes rasgos se habla del Conjunto Histórico y de las Nuevas Construcciones del siglo XX, dentro del mismo conjunto histórico-artístico tendremos que distinguir tres zonas muy diferenciadas: Casco Antiguo Intramuros ( la villa hasta el siglo XV), Casco Antiguo Extramuros (generado en los siglos XVI-XVIII) y la expansión del XIX, momento en que los adinerados de la entonces villa empiezan a construir sus residencias en los alrededores de los dos conventos existentes en las proximidades del pueblo, La Victoria y Santo Domingo, que de este modo quedan integrados en el núcleo y se convierten en los elementos que configuran la nueva zona residencial y comercial: la Alameda, la Calle Real y Santo Domingo.
Las sucesivas ampliaciones y el cuidado demostrado por los alcalaínos a través de los tiempos por mantener la imagen de su pueblo han hecho que a Alcalá de los Gazules se le considere el prototipo de pueblo andaluz y así, en 1926, Federico García Lorca lo definía como “íntimamente andaluz” y más recientemente su imagen ha representado a Andalucía en campañas publicitarias.
II. -Los Depósitos Romanos de la Salada.
Al Norte del núcleo urbano, junto a la calle que popularmente llamamos “calzada de la Salá” y que nos recuerda que en época romana era precisamente una calzada, nos encontramos con el conjunto de la Fuente de la Salada, construido en el siglo II a. de Cristo, respondiendo a un modelo llamado “nimphaeum” que, por el concepto que tenían los romanos de que el agua era necesaria tanto para la vida como para nuestras satisfacciones, además de servir de fuente para el abastecimiento de agua cumplía también las funciones de edificio religioso donde rendir culto a la divinidad del manantial y de monumento propagandístico de la cultura romana.
Así pues, esta componente ideológica será la que nos explique el enorme esfuerzo que debió suponer la excavación en la ladera para construir tanto los dos depósitos recientemente recuperados como la piscina que existía a un nivel muy inferior y que no se pudo recuperar.
Hoy, el conjunto aparte de los depósitos romanos conserva también algunas estructuras de época medieval y moderna y es que no podemos olvidar que los árabes movidos tanto por cuestiones ideológicas como prácticas desmontaron el templo y recondujeron las aguas hasta un lugar inferior de más fácil acceso para ir a recogerla, siendo así como se generó esa estructura que tradicionalmente hemos conocido como “la fuente de la Salá” a la que sería en sucesivas reformas, en época moderna, se le iría ampliando el número de pilas.
III.- El Castillo.
“Ahí teneis esta Al calat que quiere decir el Castillo. La antigua Torre Lascutana o de Lascut, de ser vigía de los primitivos pasó a baluarte romano, a fortaleza árabe con su guardia fronteriza formada toda por nobles caballeros, jinetes de antología procedentee de Gaza, los Gazues o Gazules que le pusieron apellido al Castillo”
Luis Berenguer
Premio Nacional de Literatura, 1966
Aunque hoy sólo se conserva parte de la Torre del Homenaje, en la cima del cerro de la Coracha existió una fortaleza o castillo desde época prerromana, hay autores que indican que la primitiva fortaleza es construcción de los íberos aunque luego fue reutilizada por los romanos y más tarde por los árabes, quienes a partir del siglo IX aprovechando su situación geoestratégica, su fácil defensa y su cómodo aprovisionamiento de agua, iniciaron una serie de obras hasta convertirlo, ya en el siglo XII, en un gran castillo, al que por esta razón se suele catalogar como “Fortaleza Almohade”.
La reconquista cristiana en 1264 no le restaría protagonismo, ya que durante dos siglos (hasta 1431, en que se reconquista Jimena), fuimos parte de la frontera frente al reino de Granada. Nos consta que entre los siglos XVI y XVIII fue residencia del Corregidor, y que en el momento de la invasión francesa y gracias a unas obras realizadas casi un siglo antes, entre 1724 y 1731, se encontraba en perfecto estado, teniendo íntegros sus muros, lienzos y adarves, pero los franceses a su paso por Alcalá terminaron por volarlo y sumirlo en el abandono, convirtiéndolo en fácil aprovisionamiento de materiales para obras en la zona, incluyendo la construcción de los depósitos de agua, obra esta que llevó aparejada una nueva voladura del castillo con el doble objetivo de dejar espacio libre para los depósitos y de paso obtener piedras para estos.
Actualmente se está a la espera de que inicien los trabajos de “puesta en valor” de acuerdo a proyecto redactado por el Arquitecto D. Francisco Reina Fernández-Trujillo.
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