Lo cierto es que, aun tratándose de un acontecimiento que podría haberse difundido con una gran trascendencia, los hechos quedaron muy pronto olvidados; nadie volvió a acordarse de las ruinas descubiertas y los huesos quedaron guardados en sagrado, junto con la inscripción, aunque la autoridad eclesiástica tuvo buen cuidado de negar rotundamente que pudiera tratarse de los restos de San Servando y San Germán. En las causas de este olvido pudieron influir muchos factores, desde la propia epidemia existente en Alcalá, que reclamaba la atención de todos hacia sucesos más apremiantes, hasta un posible interés del cabildo gaditano por evitar que en otra localidad se conservaran prendas de mayor significación relacionadas con los Santos Patronos que las que tenía la propia capital (2), pasando también por un ambiente poco propicio para la exaltación de fenómenos milagreros. Hay que recordar que dos años antes, el canónigo magistral de Cádiz, Francisco Melitón Memige, había impreso un librito con la historia de los santos, lleno de argumentos sobre la conveniencia de su devoción en Cádiz, en el que se recogía como apéndice la inscripción visigoda hallada en la ermita de la Oliva de Vejer, que también hace referencia a reliquias de los santos Servando y Germán. El caso de Alcalá parecía sin embargo demasiado arriesgado de aceptar, puesto que aquí de lo que se hablaba era de la aparición de los cuerpos de los santos y esto no era tema en el que convinieran disquisiciones.
En las indagaciones realizadas por López de la Xara, a partir del dos de diciembre, se recogen las declaraciones que se han extractado más arriba, con la referencia unánime a varios milagros producidos al contacto con la tierra y las piedras contenidas en el sepulcro. De éstos, el más llamativo, era la curación de Juan Capdevila, maestro sastre de Alcalá, cuyo dolor de estómago crónico sanó al contacto con un ladrillo extraído de las tumbas.
Si pasamos de los documentos escritos a los arqueológicos, debemos emplear ante todo los datos que se desprenden del relicario, el pedestal y el propio lugar de los descubrimientos. Respecto a éste, resulta fácil localizarlo en la cima del cerro que hoy se denomina de “Los Santos Nuevos”, cerca de la carretera de San José del Valle, y al oeste del Puerto de la Parada. La meseta superior ha resistido con pleno éxito cualquier intento de cultivo, ya que tanto la acumulación de piedras como las zanjas y montones de tierra producidos por las excavaciones, impiden las faenas agrícolas normales. Piedras de gran tamaño y cabezas de muros que afloran en diversos puntos, indican la existencia de construcciones que se han aprovechado después como cantera de materiales. La profundidad de algunas zanjas indica que en algunos puntos se bajó más de las dos varas que señala Albisu, pero resulta imposible identificar con precisión, algunas de las habitaciones descubiertas. Las declaraciones de 1800 hacen suponer que existan dos niveles de construcciones en el edificio. Al superior correspondía el muro en que se había empotrado la inscripción, colocada invertida, y por tanto en una época en la que su texto había perdido valor y significado; el pavimento correspondiente era una “solería”, que puede relacionarse con la encontrada por el alférez Calvo. El nivel inferior tenía su pavimento a unas dos varas de profundidad (180 cms.) y bajo él se hallaban los enterramientos más numerosos. Los planos conservados no diferencian estas dos fases, por lo que debe suponerse la existencia de una iglesia visigoda del siglo VII, correspondiente a la época de la inscripción y las piezas de cerámica aparecidas en las tumbas, que sufriría diversas reformas y ampliaciones, una de ellas en época medieval, cuando se reutilizó el pedestal como material de construcción.
Sobre el pedestal hay aspectos que pueden comprobarse, gracias a los dibujos conservados en el Obispado de Cádiz, como es el de la existencia en su parte superior, de un rebaje en forma de caja, que podría corresponder a un relicario. Tal y como hoy se encuentra, empotrado casi hasta el ras de su faz epigráfica, sólo se puede deducir que, seguramente, se trata de una pieza romana, reaprovechada como soporte de altar por el obispo visigodo Pimenio, pero en los relatos del hallazgo no se dan indicaciones sobre si tenía en alguna cara algún motivo decorativo o restos de inscripciones anteriores. La traducción del texto visible es la siguiente:
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR AQUI
ESTAN DEPOSITADAS LAS RELIQUIAS
DE LOS SANTOS SERVANDO GERMAN
SATURNINO JUSTA RUFINA
MARTIRES Y JUAN BAUTISTA
EN EL DIA NOVENO
DE LAS CALENDAS DE JUNIO
DEL AÑO XXXIII DEL SEÑOR
PIMENIO COMO PONTIFICE
EN EL AÑO DCC DE LA ERA
Se trata del epígrafe más reciente entre los encontrados de este obispo Pimenio que ocupó la sede de Medina Sidonia en la segunda mitad del siglo VII de nuestra era, y que es bien conocido por dedicaciones similares realizadas en Salpensa (Cortijo de Fracialcázar, cerca de Utrera), Medina Sidonia y Vejer (ermita de San Ambrosio) (3). Parece que su actividad fundacional consistió en muchos casos en la colocación de reliquias de santos en edificios ya existentes, dejando grabada la inscripción en cualquier pieza romana en desuso; así ocurre en Medina y Vejer, y parece que es el mismo caso que el de Alcalá, aunque aquí las descripciones del edificio y las tumbas parecen indicar un edificio levantado en esas fechas.
Los restos humanos aparecidos en las fosas que parecen inmediatas a la cabecera de la iglesia llamaron poderosamente la atención a sus descubridores por su aparente relación con la nómina de mártires contenida en el pedestal. La del lado del evangelio contenía dos cadáveres de adultos, la central dos de pequeño tamaño, que entonces se interpretaron como de mujeres por tener los dientes gastados, y la del lado de la epístola los restos incompletos de un adulto de gran tamaño. Junto a los cadáveres había algunas piezas de cerámica y una copa de vidrio conteniendo una extraña substancia que se interpretó como sangre de los mártires. Todo esto se guarda en el relicario de la parroquia y puede identificarse con facilidad. Faltan otros restos como los de la tumba n° 12, donde se halló una cruz pectoral que hizo pensar en que se tratase de la tumba del propio obispo Pimenio (4), y los de las tumbas siguientes que fueron excavadas por Albisu tras el abandono de la corporación municipal, así como una extraña pieza de la que dice Albisu: “Un suntuoso pedestal que indicaba el triunfo de algún pueblo”, y de la que se han perdido las pistas.
Para los excavadores estaba claro que en la primera tumba estaban los huesos de San Servando y San Germán, en la segunda los de Santa Justa y Rufina y en la tercera los de San Saturnino, por parecer demasiado arriesgado pensar que hubiera llegado aquí el cadáver completo de San Juan Bautista. Para cualquier religioso o conocedor de las tradiciones cristianas esta teoría resultaba difícil de admitir, puesto que el lugar normal de las reliquias habría sido la pequeña cavidad de la parte superior del pedestal, y difícilmente habría conseguido Pimenio arrebatar a la sede sevillana los cadáveres completos de mártires tan señalados. Pero hay un argumento que resultó decisivo para la opinión de muchos, aunque se olvidara bien pronto, y es que uno de los cráneos encontrados en la primera tumba presenta claramente las señales de haber sido decapitado. Los estudios antropológicos realizados recientemente permiten identificar a un hombre de unos sesenta o más años, que ya había sufrido una fuerte contusión en el cráneo, de la que habla sanado, y que fue luego objeto de dos profundos cortes sucesivos en el cráneo producidos por un instrumento de ancho filo, quizás un hacha, que podría corresponder a una decapitación.
La interpretación de 1800 tenía por tanto una base aceptable, sobre todo si se piensa que el hombre se había enterrado en el lugar preferente de la iglesia, ocupando posiblemente el primer enterramiento posterior a la fundación. Los datos antropológicos coinciden bien con lo que conocemos de la vida de San Servando y San Germán, dos santos varones emeritenses, perseguidos y torturados en su juventud, que fueron decapitados, siendo ya adultos, en el traslado desde Mérida hacia la Tingitania, es decir, el Norte de África. Independiente de la autenticidad de las reliquias, hay que pensar que la decapitación de los santos debió realizarse más bien en el camino de Sevilla al puerto de Barbate, donde se encuentran las inscripciones con sus reliquias, que cerca de Cádiz, ya que este pueblo había perdido mucha de su importancia en la baja romanidad. Que el obispo Pimenio hubiera logrado trasladar al lugar del martirio los restos de San Servando, que en tiempos de San Isidoro se conservaban en Sevilla, es hasta cierto punto aceptable, y esto equivaldría a localizar en los Santos Nuevos el “pago ursiniano” que sin mayor base se ha situado desde el siglo XVII en el Cerro de los Mártires de San Fernando.
Aunque difícilmente se podrán comprobar estas teorías, parece conveniente reivindicar lo razonable de las conclusiones de Albisu, especialmente porque el cráneo conservado en Alcalá puede ser actualmente la reliquia de un mártir cristiano más segura que se conserve en todas las iglesias de España. Corresponda o no a San Servando, se trata de un personaje muerto con violencia y al que se reservó el lugar preferente en una iglesia edificada a los pocos siglos del fallecimiento de estos mártires, cuando la tradición ininterrumpida de los cristianos de entonces aún podía señalar con exactitud tanto los auténticos restos como el lugar exacto del martirio.
NOTAS
(2) En un pequeño rótulo enmarcado junto al relicario de la iglesia de San Jorge se indica que su “decencia y ornato” se deben al obispo Arriete y Llano que visitó la Parroquia en 1869, pero no se indica un reconocimiento oficial de las reliquias.
(3) E. Hübner. "Inscriptianes Hispaniae Christianae", 80, 85, 111.
(4) Es posible que se trate de la fíbula representada en la figura Z, lo que convertiría al posible obispo en simple mortal visigodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario