sábado, 13 de noviembre de 2021

San Juan de Ribera y sus vínculos con Alcalá de los Gazules (IV)





       Cuando fallece el Duque, 2 de Abril de 1572 (según consigna su epitafio, reproducido por Ortiz de Zúñiga) la sucesión en el título nobiliario pasa a la línea del hermano de Perafán. Es la transmisión legal y regulada, siendo el nuevo titular, según se ha dicho, como símbolo viviente del tiempo: condensación del tiempo personificada. El II Duque es don Fernando Enríquez Afán de Ribera, casado con doña Juana, hija del épico conquistador Hernán Cortés.

       Por las disposiciones testamentarias del Duque a D. Juan de Ribera recibe una cuantiosa herencia. (32) Por eso cabe pensar que el Santo tuvo las mayores facilidades para realizar y co-fundar, juntamente con su padre y por los bienes libres de éste, fundaciones y establecimientos análogos, tanto por sus circunstancias personales como por sus condiciones de activísimo promotor y fijador de dotes, y su autoridad de Prelado.

       De lo antecedente, no creemos osado establecer -con las reservas del caso- que el Convento de clarisas se funda por voluntad y dotación del Duque don Perafán, con la anuencia del II Titular y sucesores, y con la ejecución y protectorado práctico de San Juan de Ribera, quien aúna voluntades, compromete al Concejo, obtiene las licencias oportunas y acaba la readaptación de la Casa para Convento. Una institución eminentemente espiritual, al servicio de los mejores anhelos de personas de fe y, por sus oraciones, tareas femeninas y culto en la iglesia, al servicio también de todo el pueblo.

        Es de reseñar que el Convento de Clarisas de Alcalá, el primero que se fundó en la Diócesis, se llamó de la Purísima Concepción (33). Título honroso para Alcalá donde los haya, pues expresa de antiguo la certera intuición del excelso privilegio mariano, profesado por igual por fundadores y pueblo.

       Respecto a la fecha, habrá que decir que, en estos casos, las datas fundacionales no pueden ser precisas, pues, siempre suponen compleja, ardua y a veces larga gestión, e, incluso es normal hallar divergencias entre fecha real y fecha oficial, según se atienda a la mera convivencia o a la vida regular y canónica. Existen indicios de la existencia del Convento ya en vida del primer Duque; no puede soslayarse, al efecto, una afirmación de las mismas monjas, quienes en 1630 mencionan la manda de 300 ducados que la disposición expresa “de su excelencia el duque don Perafán de Ribera de buena memoria dejó a este convento” (34). Texto valioso, aunque un poco tardío, demostrativo de la vinculación de los Señores Jurisdiccionales a la fundación alcalaína, pues la cantidad formaba parte de los ingresos ordinarios o periódicos del Convento, procedentes de las almonas ducales. Por eso dijimos que los siguientes Duques también se constituyeron en garantes y Patronos del Convento, por cuanto el citado don Fernando falleció en 1590.


        San Juan de Ribera, según tradiciones locales, vino al pueblo siendo ya adulto, y aquí predicó. Como Prelado luego, visitó las obras de adaptación del Convento y los comienzos de la vida comunitaria en él. Busquets (página 127) tiene un texto en su obra que es confirmatorio, indirectamente, de la visita a Alcalá de los Gazules. “Viniendo en cierta ocasión a esta Ciudad (de Valencia), quedóse en una venta que está entre Molçon y Borna, lugar del Duque su Padre; avía embiado delante un criado, para que le previniese la comida en aquella venta, para él, y dos canónigos de su iglesia que le acompañaban...”

       Debe referirse a Morón; el lugar de Borna es Bornos, ciertamente lugar de los Ribera.

       San Pio V le nombró, en 1568, Patriarca de Antioquía y arzobispo de Valencia. En la Ciudad del Turia mantuvo correspondencia personal o epistolar con los Santos más insignes de su tiempo: Carlos Borromeo, Francisco de Borja, Teresa de Jesús, Roberto Belarmino, Lorenzo de Brindis, Bertín y Pascual Bailón, y con los Pontífices Pío IV, San Pio V, Gregorio XIII, Clemente VIII (...)

       En Valencia no cesa en su actividad predilecta: la predicación al clero regular y secular, y al pueblo en todas sus parroquias. Celebró siete Sínodos y publicó varios catecismos y numerosas cartas pastorales.

       Toda su obra se resume en la fundación del Real Colegio-Seminario del Corpus Christi. Allí se guardan 92.000 folios en 91 volúmenes, con las actas de decretos y visitas realizadas. Sólo los comentarios de las Sagradas Escrituras le dieron motivo para escribir otros 2.366 folios de preciosa y segura doctrina. Ochenta conventos guardan reliquias de tan gran fundador.

Real Colegio-Seminario del Corpus Christi

       Fue en Valencia cuando sustituye el escudo de familia por el «Tibi post haec fili mi, ultra quid faciam», que son las palabras de Isaac a su hijo Esaú (Génesis, XXVII, 37). Allí muere el 6 de enero de 1611 (35). La fiesta litúrgica de San Juan se celebra el 14 de enero.

        Concluiremos con una visión global de su figura y obra. Porque San Juan de Ribera está próximo al que fuera uno de los momentos cruciales del occidente europeo. El Humanismo, el Renacimiento, la Contrarreforma afectan aún con su enorme trascendencia a las formas estéticas y sociales y, sobre todo, a las creencias religiosas. Ese influjo lo conoce San Juan y, en lo posible y lícito, se deja acompasar con él en su vida. A través de su estudio, de su recepción legítima, es fácil ser hombre, no sólo de su tiempo, sino universal. Existe en Ribera un orden personal, una voluntad creadora y fecunda, impregnada de su circunstancia histórica, pero esperanzadamente constante. Porque no ponía su confianza en bases humanas, sino en el fundamento de la renovación interior y el recurso sobrenatural.

      En medio de estas modestas exploraciones históricas, hemos procurado hallar y exponer la dimensión nacional, y aun ecuménica, de lo local. Y también a la inversa, dar la repercusión en marcos más circunscritos del acontecimiento relevante que, como onda expansiva, todo lo alcanza. Este ver y hacer ver que, de los brotes particulares, se forman comúnmente los grandes sucesos, y cómo existe una ramificación casi inevitable de éstos hacia otros puntos del globo; estas interconexiones y mutuas influencias, resulta ejercicio difícil, pero siempre apasionante. ¡Y en la mayoría de los casos, recompensa plena de un esfuerzo!

       En todo caso, no podemos olvidar a los que nos precedieron: los pueblos que olvidan a sus antepasados se mueren en la Historia. Ni es lícito prescindir del recuerdo y aprecio de los seres íntimos a nuestra vida, aquéllos que nos engendraron en carne o espíritu. Si el monumento histórico, valioso reverbero de gloria local, se arruina y cae, el pueblo se empobrece, y si llega un día al olvido de quienes viven en él y los niños juegan sobre aquellos símbolos sin conocerlos, es como si jugaran -¡pobres niños¡- sobre el sepulcro de sus progenitores sin darse cuenta de la orfandad que pesa sobre ellos.

      Este «Convento» -según todavía se le llama-, es manifestación de Arte; toda manifestación artística, además, constituye un hito de civismo y aún parece trasunta acción suprahumana: las manos del artista prolongan la noble idea que tiene en su alma, como Dios con sus manos prolongó su imagen cuando hizo su obra del hombre.



NOTAS

(32) Ramón Robres, en el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. tomo I. página 451.

(33) Del «Duplicado de la contestación dada a los Siete Elencos consignados en el Boletín Oficial de esta Diócesis de Cádiz. 1919. Respuestas a las preguntas insertas en el Cuestionario que en orden a la Santa Visita pastoral publica el Boletín Oficial de este obispado fecha 16 de Enero del corriente año de 1919». Conservado en el Archivo Histórico Diocesano.

(34) Escritura de 6 de Abril de 1630: Archivo Histórico Provincial, protocolo de Alonso de Medina Salcedo. tomo 388.

(35) Joaquín González Moreno, Semblanza genealógica y biográfica de San Juan de Ribera; en ABC. Sevilla, número dedicado a San Juan de Ribera con motivo de su canonización.

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