viernes, 8 de agosto de 2014

Exorno del coro parroquial: los patrocinadores (II)




OTROS SE INCORPORAN CON SUS BIENES

      Como no podía ser menos, las relaciones entre los Beneficiados y sus familias eran muy estrechas. Nuestro citado don Bartolomé tuvo íntima amistad y confianza con su compañero de Cuerpo beneficial don Juan de Cárdenas y Montes, hijo de don Alonso de Cárdenas y Montes y de doña Mariana de Vargas Machuca. El Beneficiado Cárdenas a veces es llamado Juan de Montes y Juan Aparicio de Vargas. Conviene advertir que en esta época, igual que no estaba fijada la ortografía de la lengua, todavía continuaba la elección de los propios apellidos y su orden con gran libertad, si bien tomados por lo común de los antepasados próximos y más significativos de la parentela. Nada digamos de la frecuencia, sobre todo entre las mujeres, con que simultaneaban indistintamente dos nombres propios.

      Es el caso que en 26 de enero de 1732 se otorgan un testamento mancomunado la nombrada doña Marina -viuda de dos matrimonios- y don Juan de Cárdenas, su único hijo sobreviviente (del primer esposo) y prebendado de la Iglesia local. Como son de Alcalá y vinculados por sus circunstancias y devoción a la vida y culto parroquiales, en dicho testamento afloran las referencias al templo de San Jorge, donde ordenan ser enterrados: ella, en sepultura que allí posee, y él, entre los demás Beneficiados y sacerdotes “sus hermanos”, según la hermosa fórmula consuetudinaria. En la relación de sus tareas y pertenencias -en cuantía más que regulares- fácilmente advertimos en el clérigo don Juan un espíritu instruido y un hombre de capacidad para la administración de bienes. Sólo porque tocan a aspectos piadosos e intelectuales, reproducimos algún fragmento curioso de esta disposición final:

“(..,) es nuestra voluntad se dé por vía de legado y en la mejor forma que podernos a la fábrica del señor San Jeorgue desta villa el cáliz, patena y cucharita de oro que llevarnos declarado tener por nuestros bienes, con más todos los purificadores, yjuelas y corporales que están en nuestro poder”.

“(...) un breviario de dos cuerpos de a media cámara nuevo y otros más usados de quatro cuerpos a quartilla y tres diurnos y una biblia y concordancias nuevas, tres cuerpos de libros nuevos del mejor Jusman (El Guzmán, un divulgado sermonario) predicables y asimismo otros muchos libros moralistas historiales y latinos todos los quales es mi voluntad los hayan y perciban por su justo precio mis hermanos los señores Beneficiados y demás sacerdotes de dicha Iglesia Mayor y su importe de los que cada uno llevase me lo digan de Misas por mi alma a razón de tres reales cada una”.

       Se nombran mutuos herederos, la madre al hijo y el hijo a la madre.

Detalle de una de las puertas del coro

      Pero ya tocamos a nuestro asunto, porque también se nombran albaceas mutuos en primer lugar, y en segundo lugar designan a don Bartolomé Muñoz, a don Cristóbal Muñoz, Beneficiados y Curas, y a don Alonso Vicente Pérez, igualmente Beneficiado.

      Que estos nombramientos estaban orientados en función del destino final de buena porción de los bienes hacia la Fábrica parroquial, se expresa taxativamente en lo establecido respecto a ellos al fallecer el último de los dos otorgantes. Entonces, la mitad de la fortuna se aplicarán a sufragios por sus almas, y de la otra mitad de bienes se harán a su vez otras dos partes; de éstas, con la primera “compren para dicha Fabrica del señor San Georgue de esta villa una alaja de plata o de aquello que más necesitare dicha fábrica para el culto divino de dicha Iglesia Mayor; y la otra mitad dichos nuestros Albaceas repartan por su propia mano a los pobre más llegados de nuestra generación”.

      Don Bartolomé Muñoz, pues, encontraría en ese legado un importante apoyo económico a sus planes, acaso hasta entonces no divulgados plenamente por insuficiencia de los recursos propios. Y dicha manda fue realmente efectiva, siendo aquellos albaceas Muñoz sobrevivientes a la madre y al hijo, tocándoles ejecutar el testamento. Cierto que en el instrumento público no se habla con propias palabras de la obra del Coro, pero se desprende una indudable vinculación con dicho proyecto -sin duda, dado a conocer a los testadores por don Bartolomé-, primeramente por la identidad de los albaceas y luego por la referencia a aquello que más necesitare la Fábrica de la Iglesia Mayor para el culto divino.

FECHAS LÍMITES DE LAS NUEVAS OBRAS

      El 25 de febrero de 1739 don Bartolomé Muñoz otorga otro poder testamentario, manteniendo de albacea a su sobrino don Cristóbal, quien, además de los restantes empleos, es mencionado como Vicario Sinodal de las Iglesias de esta Villa y Comisario del Santo Oficio de la Inquisición. Pero a este albacea se le añaden con igual misión otros dos sobrinos de don Bartolomé: el también Beneficiado don Diego Muñoz y el laico don Luis Narciso Muñoz, vecino igualmente de Alcalá. Ahora don Bartolomé vuelve a nombrar a su alma por heredera de sus bienes, pero esta aplicación ha de hacerse una vez pagado lo que dispone en las instrucciones al albaceazgo que deja señaladas en Memoria escrita.

      En esta disposición ante Escribano público hay otros puntos de interés sobre su enterramiento en la Iglesia de San Jorge. Confirma su entierro “en la bóveda, sitio y lugar en donde se dá sepultura a los demás sacerdotes sus hermanos. Y si sucediere el que dicha bóveda no se pueda abrir, se dé sepultura a su cuerpo en la capilla de el Santo Christo de la Viga, o en la capilla que nuevamente se ha labrado de las Benditas Ánimas”. Según se ve de este texto, tenemos fecha bien aproximada de la apertura o restauración de esta última capilla, en su emplazamiento y advocación actual.

      Falleció el benemérito don Bartolomé Muñoz bajo esta última disposición, en Alcalá, pero ya ese año de 1739, al menos, había comenzado la ansiada obra del Coro. Es decir que aunque lo sepamos por documento que se publicó posteriormente don Bartolomé descubrió sus planes a todos e incluso inició realmente las obras antes de su fallecimiento. En efecto, cuando Los apoderados ya conocidos otorgaron el testamento de aquél — conforme a la práctica legal—, en 1 de noviembre de 1740, es recordada la Memoria que dejó escrita, donde dispuso ciertas limosnas una vez estuviesen abonados los sufragios, y que “con lo que quedase primero y ante todas cosas se gastase y finalizase la obra que estaba empezada del choro de la Parroquial de Señor San Jorge de esta Villa, lo que se executase antes de dar otras limosnas ningunas, y del remanente que quedase después de fenecido y acabado dicho Choro, sin que le faltase cosa alguna”.


      En estos fines de 1740 las obras del Coro no estaban terminadas, ni mucho menos: los albaceas aluden a las otras limosnas dispuestas por el testador, que también “en fuerza de lo que nos comunicó estamos prontos a executar luego que fenesca y acabe la obra de dicho coro, para cumplir en todo y por todo con dicha disposición arreglándonos a los bienes que quedasen”.

       En cambio, dando un buen salto adelante, podemos asegurar que el Coro ya en 1777 hacía tiempo que estaba terminado, cuando otorga su testamento don Diego Muñoz de Medina, Beneficiado, sobrino y albacea de don Bartolomé. Probablemente el coro estaba terminado doce años antes, incluso, pues de 23 de octubre de 1765 data el testamento de su hermano don Cristóbal, quien fue el realizador principal de estas obras de mejora y adorno del coro parroquial. En este testamento declara don Cristóbal tener 60 años de edad, y deja heredero de sus bienes a su hermano Diego, quien le sobrevivió. Una somera investigación sobre la fecha de muerte de don Cristóbal permitiría fijar con seguridad esa fecha extrema del fin de las obras corales.

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