Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos y de Nuestro Patrimonio 2006
Juana María MALIA VERA
A mis padres.
Mi abuela: FRANCISCA PIZARRO TORRES, nació en Alcalá de los Gazules (Cádiz) el día 18 de Agosto de 1910. Murió a los 79, después de una vida llena de sufrimientos y sobre todo de lucha, por la época que le tocó vivir, soportando las consecuencias de la Guerra Civil.
Su madre se llamaba: Francisca Torres Amador y su padre Antonio Pizarro Álvarez.
Mi abuela tuvo cuatro hermanos: José, Antonio, Francisco y María. Su madre murió cuando mi abuela tenía tan solo nueve años de edad, dejándola al frente de la casa y de sus cuatro hermanos. La más pequeña, María, solo tenía dos añitos. En aquel momento comenzó a vestir de negro y ya no se quitaría el luto en toda su vida. Comenzó a trabajar también en el obrador de "madrina", pelando y triturando almendras junto a su prima Cristobalina.
Se enamoró de ella Manuel, un muchacho unos cuantos años mayor que ella, MANUEL VERA JIMÉNEZ. Trabajaba en las corchas como casi todo Alcalá. Era hijo de Manuel Vera y de Juana Jiménez (LA ESPEJITA). Tenía tres hermanos: Juan, Rafael y María.
Manuel y Francisca se casaron en 1926 cuando ella tema dieciséis años de edad. Tuvieron la alegría de tener a su primer hijo, pero murió a los pocos días, lo que fue un duro golpe para ellos. Después nacerían: Francisca, Manuel, Juana Antonia y José.
El Paseo de la República |
Mi abuelo era un hombre de izquierdas, REPUBLICANO y escribía libros sobre estos temas, al igual que Francisco, hermano de mi abuela, de oficio zapatero y perteneciente a la CNT.
Todo más o menos trascurría con cierta tranquilidad, con la esperanza de vivir tiempos mejores en España, hasta que una noche de verano de 1936...
La guerra civil ya era una realidad en toda España, pero aún así, la mayoría de la gente en Alcalá intentaba volver a su vida diaria.
Aquí comenzaría a desmoronarse la relativa paz que durante muy poquitos días disfrutaban los alcalaínos, pues pronto gente del mismo Alcalá, adeptos y fanáticos del nuevo régimen se hacían con armas y con mucho odio... se iniciaba así la época más triste de Alcalá. Se iniciaba la represión más atroz y cruel desconocida para todos.
Mi abuela decía que rara era la mañana que no amanecía alguien muerto tirado en la calle. Dentro de este grupo de personas había un ''señor" en especial (cuyo nombre voy a obviar por respeto a la familia), que le hizo tanto daño a mi abuela y a su familia que después de muchos años cuando estaba a punto de morir llamaba a mi abuela a gritos para pedirle perdón, pues decía que cuando cerraba los ojos veía cadáveres y sangre por todos lados, y llamaba a voces en su agonía de muerte a Francisca Pizarro para que viniera a verlo y perdonarlo. Por supuesto, se murió y ella no fue a verlo, no sé si alguna vez dentro de su corazón mí abuela llegó a perdonarlo.
Mi abuelo Manuel Vera Jiménez, su hermano Juan y mi tío Francisco Pizarro, estaban “sentenciados”, también la madre de mi abuelo, Juana Jiménez, “la Espejita”. En una ocasión, le advirtieron: “Juana cállate que te vamos a matar”.
A mi abuelo le aconsejaban que cogiera a toda su familia y se fueran lejos de Alcalá, pero mi abuelo decía que él no le había hecho daño a nadie y que se iba, pero a las corchas a trabajar como había hecho hasta entonces.
En estos días, desde un avión, dejaron caer una bomba en plena calle Real. Este suceso lo recuerda mi tía Francisca Vera con bastante claridad a pesar de tener entonces solamente seis años. Cuenta cómo la gente corría de un sitio a otro sin saber dónde iban. Ella misma estaba con su madre en el horno donde trabajaba y salieron corriendo de allí a reunirse con el resto de la familia.
También en estos días, le comunicaron a mi abuela que estaban preguntando por el paradero de su marido para detenerlo.
Aquella misma tarde, mi abuela, en compañía de su hermana María y de sus hijos, se pusieron en marcha en busca de mi abuelo, sin saber exactamente en qué campo se encontraba trabajando. Les pilló la noche por La Palmosa donde la pasaron a la intemperie, y durmieron todos apretaditos debajo de un chaparro. A la mañana siguiente siguieron andando e iban preguntando a los trabajadores que volvían para el pueblo, si alguno sabía dónde estaba Manuel Jiménez. Alguien les dijo que estaba en Las Cobatillas y hasta allí pretendían ir.
Durante el camino, se encontraron con un camión cargado de los vecinos de Marruecos que llegaron a ayudar a Franco. Muchas fueron las salvajadas que cometieron. Al ver a mi tía María tan guapa y tan vistosa como era (tenía diecisiete años) la llamaban, piropeándola y casi la obligan a subir al camión. Hubiera sido fatal. Ni imaginar quiero cuál hubiera sido el resultado. Ella lloraba y gritaba, resistiéndose. Mi abuela se puso de rodillas pidiéndoles llorando que la dejaran en paz. Afortunadamente, detrás venía otro camión, y alguien con más mando les ordenó en el idioma de ellos que la dejaran ir.
Mi abuelo se quedaría de una pieza cuando les vio aparecer. Allí fue donde se enteró por su mujer como estaban las cosas por Alcalá y que no tenía más remedio que huir lejos, antes de que lo encontraran y lo fusilaran, como ya empezaban a hacer con otras personas. Mi abuelo no quería huir, pero ante la insistencia de su mujer decidió marcharse por algún tiempo, pensando que sería lo mejor para todos.
Mi abuela Francisca, con su hermana María y los niños se marcharon hacia “la Bovedilla” para reunirse con su suegra y sus cuñados. Allí los suegros de mi abuela tenían una choza donde pasaron algunos días, hasta que unos "balillas" se presentaron allí, llevándose detenidos a Juana Jiménez, "la Espejita" (la suegra de mi abuela) y a su hijo Juan.
Allí quedó mi abuela con todos, pero no por muchos días, pues volvió otra vez un grupo armado, interrogaron a mi abuela sobre su marido. Se la llevaban a ella detenida hasta que Manuel Jiménez apareciera. Mi abuela y toda la familia les rogaba llorando que la dejaran con ellos, pero no sirvió de nada tanto llanto pues los apartaba a todos con las culatas de las escopetas. Cuando le pregunté a mi tía Francisca por estos momentos se acordaba aún cómo le dolió uno de los culatazos que le dieron en el vientre. Era solo una niña. Se las llevaron a las dos a la cárcel de Alcalá y al ver que pasaban los días y mi abuelo Manuel no aparecía, decidieron trasladarla a la cárcel de La Línea de la Concepción.
Ingreso de Juana Jiménez Sánchez "La Espejita" en el Depósito municipal el 9 de agosto de 1936 |
Mi tía María, a cargo de todo y de todos, dejó a un lado la pena para dedicarse a hablar con quién hiciera falta para que su hermana con su hija volvieran a casa sanas y salvas. María se puso también en contacto con sus hermanos para contarles la situación con la esperanza de que la ayudaran a solucionar tan trágico problema.
Su hermano Antonio estaba haciendo la mili en la legión cuando estalló la guerra, pillándole en la zona del bando nacional por lo que no podía hacer nada por ayudarlas.
Francisco, "Faico" como se le conocía, seguía en Alcalá. Pero para María su hermano "Faico” sería un verdadero quebradero de cabeza, por el miedo que le producía pensar que fuera detenido y fusilado, como días más tarde ocurriría.
José sería el que conseguiría librar a su hermana y sobrina de tan penosa situación. Por aquel entonces trabajaba en la panadería de Agustin Pérez. Fue precisamente este señor, que por medio de una importante amistad consiguió el indulto para mi abuela Francisca Pizarro.
NOTAS
Las fotografías no se corresponden con el artículo publicado en 2006
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