martes, 24 de julio de 2012

Alcalá 1819. Los preliminares del pronunciamiento de Riego (II)



     Pero, dejando de lado las Actas Capitulares que nada nos dicen del desarrollo de los hechos, recurrimos al testimonio personal de Antonio Alcalá-Galiano, que como decíamos era uno de los instigadores civiles del pronunciamiento del Palmar del Puerto y que ante el fracaso de aquel, trabajaba ya en la preparación de uno nuevo, sobre todo porque "Apenas el mal comenzó a ceder, ya la vigilancia en los cordones no fué tan grande,...Don Antonio Alcalá-Galiano salió ocultamente de Cádiz, y pasó a los acantonamientos del ejército a conferenciar con los conjurados de las diferentes logias, y con el carácter de visitador..." (6) 

     "... Salí de Cádiz sobre el 20 de Noviembre (...) Mi primera parada había de ser en Alcalá de los Gazules. Allí había un batallón del ejército expedicionario, y allí también estaban varios de los oficiales superiores, presos el día 8 de Julio en el Palmar del Puerto, siendo el de más nota por su graduación, Quiroga. Pasé a hospedarme en su prisión, y vi desde luego cosas que probaban estar el Gobierno de España caído. Los presos estaban de Derecho en Incomunicación rigurosa, y de echo, no sólo en comunicación, sino aún en libertad. Yo fuí a hospedarme en la prisión de Quiroga, y tuve una cama en su mismo dormitorio. Juntábase allí una tertulia, se jugaba al tresillo, se hablaba, y cuando no había extraños, se llevaban adelante los trabajos de la conjuración con regularidad completa. Ni paraba aquí el escándalo. Quiroga era aficionado a jugar al billar, y gozaba de esta diversion en el público, que estaba en una calle principal del pueblo. Desde allí con el taco en la mano, veía pasar y saludaba a la guardia que iba á custodiarle, cuyo comandante llevaba estrecho encargo de no consentirle que hablase con persona alguna o recibiese papeles. Y nótese que en el Batallón de España residente en Alcalá de los Gazules, no todos los oficiales eran conjurados o masones, faltando esta calidad en algunos de los comandantes; pero en todos era común la opinión de que aquellos presos, siendo como eran reos de Estado, no podían recibir trato menos indulgente. 

El convento de Santo Domingo, "prisión" de Quiroga

     Mi estancia en Alcalá se dilató uno o dos días. Esperaba allí noticias para encaminarme a otro punto más en el centro de los acontecimientos, donde acudirían a tener vistas y entre sí y conmigo representantes de varias logias. Ciertas conversaciones en aquella primera parada de mi viaje, me persuadieron de que sería posible lo que menos lo parecía, era dar con quien se encargase de hacer de general en el alzamiento. Esto á que se resistían todos, Quiroga lo deseaba. Insinuómelo como puede insinuarse semejante deseo, y yo, conociendo que hacía falta uno que se titulase general fuese quien fuese, en mi interior formé el proyecto de satisfacer la ambición de aquel que lo pretendía, sin que nadie no ya le disputase la pretensión, sino se aviniese a recibir la misma peligrosa dignidad si con ella se le brindase. Poco más que formar este proyecto pude hacer en aquel lugar. Presidí con toda una logia para recibir un nuevo hermano, con circunstancias que retratan la naturaleza de los tiempos. Fue el lugar de nuestra junta una cueva de poca profundidad, abierta en el cerro donde está situada la villa de Alcalá de los Gazules (7), mi asiento una piedra, quedándose los demás en pie; la hora la mitad del día, y el aparato del recibimiento, ninguno; practicáronse, sin embargo, algunas de las ceremonias usadas en tales ocasiones, pero todo ello parecía lo que era, mera junta de conjurados a quienes el entusiasmo daba valor a los ritos, ya fuesen practicados con algo de pompa teatral, ya con desnudez acaso más significativa". (8) 

"Fue el lugar de nuestra junta una cueva de poca profundidad,
abierta en el cerro donde está situada la villa de Alcalá"

     Así pues, vemos como el mismo Alcalá Galiano nos expresa que fue el propio Quiroga quién se propuso para encabezar el pronunciamiento. Sin embargo, esto precisa varias matizaciones, pues de resultas del fracaso de los acontecimientos del Palmar del Puerto, nadie quería encabezar una nueva tentativa, ningún militar quería ser eI "espadón" del pronunciamiento, pese a que se le había ofrecido a O-Donojú, Gobernador de Sevilla y a Demetrio O-Daly, brigadier preso en el castillo de San Sebastián de Cádiz. De modo que el ofrecimiento de Quiroga venía en el momento oportuno y además se veía favorecido por el hecho de encontrarse fuera de Cádiz, todo lo cual hizo que se aceptase. O como decía uno de los conjurados más ardientes, D. José Moreno Guerra, en un manifiesto publicado en Cádiz el 16 de febrero de 1822:  "el galón tercero que por una casualidad se hallaba en las vueltas de la casaca de Don Antonio Quiroga, decidió su elección". 

     O más bien, como expone Adolfo de Castro:  "Quiroga no había entrado en la conspiración por entusiasmo: ni era hombre de conocerlo, ni podían con él mucho las ideas liberales. Hermosa presencia tenía para héroe y no tenía más. Sin ánimo y sin hazañas se halló con la reputación de héroe. Aceptó un aplauso que no le dió el valor ni la sagacidad (...) el deseo de no ir a América le compelió a entrar en la trama: la persecución le dió la importancia que no tenía; la fortuna fué a su prisión a despertar sus ambiciones... El no tuvo modestia: le halagó la faja que le ofrecían... nada más fácil que ponerse al frente de ellos cuando lo declarasen libre y su general..." (9)

     Sea como sea y por las causas que fuere, Quiroga es el jefe del pronunciamiento y por su presencia en Santo Domingo, comienza el peregrinar hasta el convento alcalaíno de destacados liberales, como el abogado D. Sebastián Fernández Vallesa quién acude para animar a la empresa y "ofrecerles seguridades de socorro, así de gentes como de dinero"

Mientras tanto el Conde de Calderón en Arcos desconocía los preparativos.


NOTAS

(6) Castro, Adolfo. Historia de Cádiz y su Provincia, Cádiz, 1985, p. 67

(7) Pese a las afirmaciones vertidas en algunas publicaciones acerca de haberse efectuado este ceremonial masónico en una cueva de la Coracha, algunas investigaciones posteriores nos permiten aventurar la hipótesis de haberse efectuado en una pequeña cueva existente, aún hoy, en vivienda de la c/ Juan María de castro, donde se reunieron desde el siglo pasado los masones locales hasta la desaparición de la logia local en 1936.

(8) Alcalá-Galiano, Antonio; Memorias de un Anciano. págs. 436-465.

(9) Castro, Adolfo; op. cit. Pág. 79

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