sábado, 11 de junio de 2016

Manuel Hermida Rabel. In Memoriam (y II)





      Pero, con todo, como decíamos al principio, lo fundamental fue su labor humana y su integración plena en la vida de Alcalá, tanto que en 1989 llegó a Pregonar nuestra Feria, con un Pregón que era un fiel reflejo de su persona, sus inquietudes y su visión de Alcalá, del que extracto ahora algunos párrafos con la idea de que puedan ayudarnos a recordarlo tal cual era: 

       "Voy a hablaros del Alcalá vivo de nuestros días, con sus personajes actuales, con los que nos encontramos a la vuelta de la esquina; de sus emociones, sus costumbres, sus anécdotas; sus grandes aconteceres plenos de alegría o de tristeza.... 

       ¡Alcalá de los Gazules! Bello pueblo entre el mar y la montaña. Belén viviente desde el puerto de Levante; Calvario desde la dura subida de la Salá; señorial, campero y taurino desde el camino de Benalup, contrabandista perseguida desde la ruta de los Barrios. Alcalá de los Gazules, con las fuertes pinceladas verdes de tus árboles, la plateada purpurina de tus ríos; el ocre verdeado de tus tierras de labranza; el gris negro de tus piedras de pizarra. 

       Este Alcalá, hoy en día, es un paraíso de vida. El hombre que marcha al amanecer a trabajar en las duras tareas del campo o la montaña... el otro que gana su sustento lejos de su hogar y de sus hijos. La tercera edad, con sus partiditas en el Club de Jubilados o el paseo por el control... Y las mujeres... y los niños. Decía el griego Heráclito que el curso del mundo es como un niño que juega. De su casa al colegio, y de ahí a la Alameda o al Parque, para saltar y retozar hasta la noche, que lo acoge derrumbado por el cansancio y a repetir el mismo esquema en el próximo despertar. 

       Pero, vamos a vivir otras anécdotas que, aunque forman parte de la ironía y el chiste, se encuentran en la historia real. 

      Aquel señor que se me presenta en el despacho, para contarle la historia de su escopeta. Después de mucho hablar me dice: "Es que me han dicho que usted hace seguros de escopeta". Me re y le dije: "Yo lo que intento asegurar en lo posible es, la salvación eterna"; me había confundido con mi buen amigo Pepe Córdoba; hay tantos curas en este pueblo. 

       Un día le digo a las madres en los bautizos, que descubran el pecho de sus hijos para ungirlos. Llega una madrina, y le da un tironazo a la ropa de la pequeña y me la deja medio encuera de medio cuerpo arriba. El padrino, con algunas copas de más, le dice con un taco: mujer que no es Sabrina. 

       Me vienen unos jóvenes a tomarse de dichos, y me traen de testigos a dos vendedores de la ONCE. No tuve más remedio que decirles al final: "Una toma de dichos con muy poca vista". 

       Y así se va desarrollando el acontecer diario de la vida de un pueblo, entre el humor y la tristeza, entre la fatiga y el descanso, hasta que llega cada año el acontecimiento vital, la columna vertebral de la vida de cualquier alcalaíno: la Romería de la Virgen de los Santos. (Y es que) María de los Santos es el alma de todos, por muy lejos que estén, en la cartera, en el pecho, o en el cuadro que preside sus hogar o su comercio, en todas partes está la imagen bendita de la Virgen, como santo y seña ante los demás. Hay quién dice que los curas no pueden decir piropos. Creo que es un lamentable error. Si es verdad que estamos tan cerca de Dios, que es la suma belleza, me parece que podemos admirar la belleza humana, que es un destello de Dios. 

       Y el vino, ese vino que, como dice la Biblia, alegra el corazón del hombre. Con un poco de imaginación podemos hacernos la idea, de que la primera romería que se celebró en el mundo fue en Canaá de Galilea y allí estaba María con su Hijo, derramando favores; y en esa Romería se bebió tanto que faltó el vino; y hubo que traerlo del cielo, que era mucho mejor." 


      Con el mismo propósito también considero oportuno, recoger el texto íntegro de su discurso en la aceptación del título de Hijo Adoptivo, en que nos decía: 

       "No podría comenzar este pequeño discurso sin decir que la felicidad es la meta de un largo camino. Hay quién dice que no podemos ser totalmente felices, porque aparecen dificultades en el camino, y el mundo es siempre el primero en llenarnos de obstáculos y dificultades, que como zancadillas mal intencionadas, nos van haciendo dar traspiés entorpeciéndonos y obstaculizándonos hasta llegar muchas veces a dejarnos tirados en la cuneta. 

       Esta es la vida del que camina buscando y no encuentra, o camina dando marcha atrás, por el sendero de la desesperanza. 

        Esta filosofía habría que dejársela al pesimista. Yo no creo que el mundo no tenga arreglo. De entrada, diré a todos lo que habéis tenido la generosidad y el magnífico detalle de organizar este gran evento, lo único que os puedo decir; GRACIAS, muchas gracias, que Dios os lo pague. 

       Estas palabras, nacen de los corazones que saben amar, como el de la madre, que, al dirigir un piropo a su hijo, exagera sus cualidades. Esto habéis hecho conmigo. 

       Quizás tantas cosas buenas como me decís es fruto de los muchos años que hemos convivido. 

       Voy a presentarme como soy, y como ha sido mi vida desde sus comienzos. En algunos casos como una novela viva, plasmada de sentimientos y ternuras. 

      Nací el 8 de julio de 1.924, en Cádiz, en aquella época había diversas maneras de divertirse como siempre, pero guardando las distancias sociales. Existían la criada y el señorito, que guardaban escrupulosamente las diferencias sociales. 

      Voy al grano: 

       La familia de los Gómez Aramburu, grandes personajes de la vida social y económica de Cádiz, celebraban como siempre sus bailes de sociedad. Entre los invitados se encontraba el señorito, que acudía a la fiesta, D. José, hijo del varias veces condecorado alférez de navío D. Manuel Hermida Moreira. 

        En la casa había un buen número de criadas, entre ellas Ana, de familia muy modesta, que era la niñera del hijo más pequeño de la saga (Luis). 

      D. José se enamoró de Ana, y como un idilio de película, tras muchas oposiciones de un lado y otro, terminaron contrayendo matrimonio. 

       Estos son los comienzos de mi vida. Una vida que nace del amor, que vence todo obstáculo, que logra vivir unida hasta el final. 

       Y aquí comienza a desarrollarse mi existencia hasta hoy. Como ya he dicho, del matrimonio de José Hermida Buño y Ana María Rabel Aramillo, nací yo. 

       Mi vocación sacerdotal brotó en mi de la siguiente manera: un día de mayo paseaba con mis padres por la Plaza San Francisco, y les pedí que me dejaran pasar a la Iglesia, que se encontraba abierta, llena de luz y flores, porque estaban celebrando el mes de María, y me dejaron. Tenía entonces 5 años, a partir de ese día, seguí visitando el convento todos los días y allí brotó mi vocación a la vida religiosa. 

      Esta vocación no pudo cuajar porque mi padre enfermo murió y las cosas, según la voluntad de Dios fueron por otros caminos. Así que entre en el Seminario de Cádiz, hice mis estudios y fui destinado después de celebrar mi primera misa en la Parroquia del Rosario de Cádiz el 2 de julio de 1.950, a Ceuta. 

      A partir de entonces estuve destinado en Ceuta, Los Barrios, Zahora de los Atunes, Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules, donde estuve 30 años. 

       Sería difícil hacer memoria de todas mis actividades en los lugares donde estuve, no obstante, os diré que fui en dos mandatos Arcipreste de Medina. 

       Cuando me hice cargo de la Parroquia de Alcalá, sustituí al anterior que era gallego, pero como hay un buen sentido del humor me pusieron de apodo el Juan Carlos, porque iba detrás del gallego. Me llevé muy bien con él. 

       Pase mi vida en el pueblo muy bien, a través del tiempo comprendí a la gente, y les profesé un verdadero afecto, hasta el extremo de sentir la vida de los demás como si fuera algo mío, tanto en las alegrías, como en las penas. 

       Podría contar muchas cosas vividas en el pueblo simpatiquísimas, pero no tengo tiempo. Aun así, os diré que en la celebración de los bautizos presentan a un niño con la cabeza muy grande, y pasa un señor por delante del macrocéfalo y dice: ¿con la escasez de agua que hay? Pasó otro y dijo: "Pues no que he confundido el bautismo con el hundimiento del Titanic" 

       Llegó un forastero al pueblo y vio que el reloj de la Alameda estaba parado, y preguntó a un vecino ¿por qué está parado? este le contestó: es que no tiene cuerda, tiene guita. En fin, por encima de todos estos chascarrillos que lo que siempre ha pretendido ha sido alegrar el momento, quiero valerme de estas palabras íntimas fruto de mi experiencia sacerdotal para dar gracias a Dios y a los hombres por todos los favores que me han concedido." 

       Pero Manolo no sólo compartió las alegrías, también supo, y eso es más difícil, compartir las penas y en él encontramos siempre apoyo, ayuda y aliento cuando nos hizo falta. 

      Por todo ello, hoy, cuando Manuel Hermida Rabel ya no se encuentra entre nosotros recuerdo con emoción el acto en el que le hicimos Hijo Adoptivo de Alcalá, y muy particularmente lo orgulloso que se sentía él de que el pueblo de Alcalá le hubiese otorgado aquella distinción, que en forma de medalla gustaba lucir en cualquier acto al que se le invitase. Una medalla y un título que, por su expreso deseo, "el día que yo falte que sean para el pueblo de Alcalá", están en el Ayuntamiento para recordarnos a un tiempo al alcalaíno bueno que fue Manuel Hermida y su dedicación y trabajo por nuestro pueblo durante más de treinta años.

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