Ismael Almagro Montes de Oca
En la década de los años 20 del siglo XIX, el médico cirujano francés François Joseph Broussais saltó a la fama con una nueva doctrina médica conocida como broussismo o medicina fisiológica. A grandes rasgos, se puede reducir su pensamiento a que las enfermedades eran producidas por inflamaciones y, para reducirlas, sometía a los pacientes a dietas líquidas bastante severas y les aplicaba sangrías mediante el uso de sanguijuelas sobre el cuerpo. Tal fue la fama de esta doctrina, que, en 1824, tan solo en Francia se llegaron a consumir más de 80 millones de sanguijuelas.
En nuestro país también adquirió gran auge la práctica de estas sangrías en las décadas siguientes, siendo los encargados de realizarlas los barberos.
En nuestra localidad, durante gran parte del siglo XIX, las sangrías fueron un remedio tan utilizado para cualquier malestar, que llevó a un médico local a denunciar públicamente en 1862 tal abuso, enviando un escrito en un periódico especializado en cuestiones de Sanidad:
“Preocupaciones acerca de las sangrías.— Uno de nuestros comprofesores, suscriptor constante al Monitor de la salud, nos invita á insistir en los perjuicios que trae el abuso de sacar sangre sin una imperiosa necesidad, materia que repetidas veces nos ha ocupado. Nuestro estimado compañero reside en Alcalá de los Gázules, pueblo donde se sangra sin compasión, y donde el formidable alterante de la sangría pasa por un cúralo-todo, y por un preservativo universal!! Y es lo lamentable que tamaña preocupación encuentra apoyo en algunos prácticos que no vacilan en condescender con los errores del vulgo.—Oigamos á nuestro celoso colega :
«Cuando llega la primavera, los habitantes de esta localidad suelen, por sí y ante sí unas veces, y otras con anuencia del facultativo, purgarse y sangrarse, como preservativo de las calenturas intermitentes que se padecen endémicamente, por hallarse esta villa entre los ríos Blarbate y Rocinejo, sin querer creer, por mas que se les advierte, que con tan deplorable práctica no logran otra cosa que debilitarse y predisponerse á la absorción de los miasmas palúdicos.— Con efecto, en el tiempo oportuno son generalmente atacados de intermitentes, y las primeras medicinas que le piden al médico son dos sangrías del pié y una de la mano (fórmula general para todas las enfermedades), y luego lo que el médico disponga. Si acierta á darle la quinina, y el enfermo la quiere tomar, suele, hallándose en buenas condiciones, salir adelante con larga convalecencia y no pocas recidivas. Mas frecuente es, empero, que, teniendo esta gente del campo sus fuerzas enervadas por los ardores del sol, la mala alimentación y los abundantes sudores, con las primeras evacuaciones se les presentan síntomas insólitos que indican la pernicie. Entonces se alarma la familia, diciendo que se ha sangrado poco, y atormentan al médico con que lo que padece es una calentura cerebral, si se pronuncia el delirio, y si no, un tabardillo en el pecho ú vientre, según de la parte que aquellos se manifiestan. Si cede entonces el profesor, se le hacen hasta ocho, nueve, diez ú once sangrías!!!, se le disponen los auxilios espirituales, y queda listo para que descanse en la eternidad. Su familia llora la pérdida irreparable de aquel miembro, que tal vez era quien la sostenía, y entre sollozos suelen decir: «El médico no ha podido hacer mas, porque le purgó y le sangró;» pero si Dios le da fuerzas para resistir tamaño tratamiento, ya porque alterna con la quinina, alimentos ú otras causas, y sale adelante (que son raros los casos), tales excepciones sirven á estas gentes, y á sus condescendientes profesores, de regla general, y no les asusta la mortandad, siempre que se hayan sangrado manu larga. Tal es la absurda fé de este pueblo!
«¿Estudiarían fisiología los broussaistas?»”[1]
A pesar de la denuncia, las sangrías seguían llevándose a cabo en Alcalá sin control y practicadas por cualquier individuo, lo que obligó a intervenir a las autoridades sanitarias en 1867. El 13 de agosto de ese año, el subdelegado de sanidad en Medicina y Cirugía del Partido de Medina Sidonia, José Ruiz Benítez, envió una carta al alcalde de Alcalá recabando información sobre algunos de estos sangradores:
“Habiendo llegado a mi noticia que en esa villa se dedican a practicar sangrias y demás operaciones de cirujia menor anejas al arte del flevotomo, los indiviudos Ramon, José y Manuel Asencio Coca, Juan Moreno Garcia, Francisco Lopez Ramos y Gonzalo del Rio Espinosa, sin estar autorizados legalmte para ejercer dicho arte, contraviniendo de este modo a lo dispuesto en los reglamentos y leyes vigentes; por lo tanto espero de V. S. se sirva llamarlos ante su autoridad prohibiéndoles practicar las mencionadas sangrias, viéndome de lo contrario en cumplimiento de mi deber en la dura necesidad de ponerla en conocimiento del Gobernador civil de esta Provª y denunciarlo a la vez a los tribunales correspondientes esperando de su atención se sirva acusarme su recibo de esta comunicación”[2]
Según consta en el expediente de denuncia, el alcalde Melchor Román dio órdenes para que el guardia municipal Juan Hidalgo hiciese comparecer a los implicados, pero desconocemos cómo acabó la denuncia.
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NOTAS
[1] Exposición publicada en EL MONITOR DE LA SALUD DE LAS FAMILIASY DE LA SALUBRIDAD DE LOS PUEBLOS en la edición del 1 de mayo de 1862. Nº 9 Año V. Página 10.
[2] ARCHIVO MUNICIPAL ALCALA GAZULES. Denuncias. Legajo 401


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