Artículo publicado en la Revista de Apuntes Históricos 2004
Juan Carlos PERALES PIZARRO
“Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; Que si lo hiciereis así, quedareis exentos de toda responsabilidad.
¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré.
Nuestro valientes Legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán Lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen.
Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga yo mataré a diez extremistas por lo menos y a los dirigentes que huyan, por lo menos, no crean que se libraran con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, si están muertos los volverá a matar.”
General Queipo de Llano, 23 de julio de 1936
Serrana dame la boina
dame La manta,
y dame el fusil
que voy a matar más rojos
que flores tienen
Mayo y Abril
Canto requeté.
ANA JIMÉNEZ.
Asesinada, aún no sabemos dónde, en Agosto de 1936. Su único delito: ser esposa de un dirigente de CNT y madre del Presidente de Izquierda Republicana.
El año pasado, si recordáis, escribía sobre Don Antonio Gallego Vigslerio, alcalde republicano fusilado en los primeros días del Golpe de Estado en 1936.
Este año, permitidme que quiera rendir un homenaje al que fue un articulista constante de este libreto de Historia, Guillermo García Jiménez. Este año no está ya con nosotros. Una enfermedad le ha vencido.
Durante mayo de 2002, cuando celebramos las Jornadas en reconocimiento a los fusilados de Alcalá, pude hablar con él y le pedí su participación. No pudo asistir. Ya estaba muy enfermo. También le pedí autorización para poder escribir en aquel libreto sobre la muerte de su madre. Sin dudarlo me autorizó y me animó a ello.
Mi homenaje a ti, Guillermo, seguro que me lo agradecerás, es dedicarle este artículo a tu madre, Dª Ana Jiménez y a todas las madres que como ella murieron asesinadas.
Ya en tu libro "Lamento campesino" relatabas esos trágicos recuerdos de la mal llamada Guerra Civil en Alcalá. Ya hoy está suficientemente claro. No hubo ninguna guerra en Alcalá, sólo hubo represión y asesinatos. Permíteme que haga uso de tu libro. Probablemente muchos jóvenes de Alcalá no lo conocen o no lo han leído. Permíteme su uso, que solo persigo lo que tú durante años perseguiste. Que la historia se conozca. Que nunca más vuelvan a vivirse aquellos terribles y trágicos momentos, días, meses, años.
Hoy conocemos, aún más y mejor, con más datos y testimonios, -el miedo ya va desapareciendo- las barbaridades que se cometieron. Hoy conocemos los asesinatos cometidos, las torturas practicadas… Hoy conocemos más: las fosas empiezan a hablar, los muertos de las cunetas, los desaparecidos, las violadas, las rapadas a cero, las humilladas, algunos de los párrocos que confesaban a los que iban a fusilar hablaron y escribieron (su arrepentimiento quizás les obligó a escribirlo y contarlo), los arqueólogos, los forenses, las asociaciones de familiares, la propia administración con Decretos y resoluciones, los testigos…
Definitivamente, GuiIlermo, esta batalla está ganada. Definitivamente Guillermo, los que murieron en aquellos momentos, tu madre entre ellos, han ganado tambien su batalla; murieron or la sociedad que hoy tenemos.
Ana Jiménez era madre del presidente de Izquierda Republicana, Joaquín García, maestro de escuela y Líder de Izquierda Republicana que tras toda una vida en el exilio, volvería a España para morir, prácticamente, para morir. Esposa de Antonio García, dirigente de CNT. Este fue su único delito. Asesinada como represalia porque hijo y esposo habían huido. Detenida para tomarle declaración, una madrugada de Agosto salió de la cárcel de Alcalá, no se sabe hacia dónde... Sería fusilada. Su casa y una tienda de ultramarinos que tenía en la calle de Los Pozos serían saqueadas.
la Calle Los Pozos, donde tenía la tienda en la época de los acontecimientos |
Su trágica historia ha sido de las más silenciadas (quizás por avergonzarnos) Incluso a su propio hijo, Guillermo, le costó poder escribirla.
Tras el golpe de estado, su marido y su hijo Joaquín, temiéndose la represión tan atroz que iba a llegar, huyen y se esconden durante algunos meses en los montes cercanos de Alcalá.
Hemos sabido, gracias al testimonio de la que era una niña en aquellos años, que durante los primeros momentos, estuvieron escondidos cerca de Alcalá, refugiados en casa de esa niña, que ahora de adulta, lo recuerda y lo cuenta por primera vez.
Ana, junto a su hijo pequeño, Guillermo se marcha a Patriste, al Molino de Fernando Alex y Barbarita Costilla. Desde allí, de vez en cuando, se desplazaría a Alcalá a recoger víveres de su tienda de comestibles, situada en la calle de los Pozos,
Sobre el 15 de agosto sería detenida para ser Interrogada sobre el paradero de su marido e hijo. Probablemente, a la madrugada siguiente, saldría camino de Medina o de algún siniestro lugar donde fue fusilada; según la información de que dispongo en algún camino de Arcos, antes de la llegada a la Junta de los Ríos.
He hablado del tema con Juana la Rubiana, la que fuera su vecina; me contaba que fue a visitarla a la cárcel de Alcalá, que se encontraba un poco “maluquilla”, esas eran sus palabras; que incluso la mujer de Diego el carcelero, una buena mujer, le había preparado una infusión de algo.
Al dia siguiente, Juana la Rubiana volvería por la mañana a la cárcel para llevarle algo para el desayuno. Ya no estaba allí. Esa madrugada salió de la cárcel no sabemos en qué dirección. Ya no volvería más. Al igual que otros haría el mismo recorrido: desde la cárcel, calle Cádiz abajo, hacia Diego Centeno, donde algún siniestro camión la recogería para llevarla a la muerte.
Su historia ha sido de las que más ha impactado siempre en nuestra localidad. No sólo por ser mujer, madre y esposa. Su único delito, ya lo hemos comentado, ser madre y esposa de personas progresistas. Como represalia, porque estos habían huido, fue asesinada.
Tantos años de silencio han dado para muchos rumores. Algunos afirmaban que había sido denunciada por tener en su casa una bandera republicana; según comentaban otros, por un albañil, que debía algún dinero en la tienda. Hoy, cualquier motivo puede parecernos increíble. En aquellos meses y años de salvaje represión podía ocurrir cualquier cosa.
No siendo suficiente su asesinato, su casa y su tienda de ultramarinos fueron saqueadas. Son muchas las personas que recuerdan un camión en la puerta de su tienda cargando cosas. Hay testimonios más precisos que nos hablan, por ejemplo, de la balanza que tenía en la tienda, de los utensilios para la venta de aceite, etc... que fueron vistos en casas ajenas. No era el primer caso, ni sería el último.
Guillermo nos lo relataba así, en su libro, probablemente con un gran nudo en la garganta:
“Yo vivía en un oasis de paz y felicidad hasta el fatídico Movimiento Nacional. Después, los efectos de una represión feroz me convirtieron en un ser asustado, escéptico, contradictorio, zarandeado por un destino adverso que se cebó en mi familia (...) Mis padres tenían una tienda de ultramarinos en Alcalá, completada con un negocio de recova en Cádiz (…)
Mi padre era miembro destacado de la CNT y como hombre templado y tolerante seguía la línea moderada de Ángel Pestaña. Mi madre era una mujer sencilla y virtuosa que solo entendía de labores de su hogar, totalmente desvinculada de los acontecer es políticos del momento. Mi hermano Joaquín (éramos dos hermanos) ejercía de profesor de Magisterio en San Fernando y era presidente de Izquierda Republicana en Alcalá (…)
Aquel mediodía del 19 de agosto de 1936, recuerdo que llegó a la tienda de mis padres, totalmente nerviosos y desencajado, el joven Manuel Venegas, conocido popularmente poe El Cantudo. Mi padre se encontraba ausente, en el campo; mi hermano en casa, enfrascado en la lectura del diario El Heraldo de Madrid, (…)
Joaquín- le dijo-, los señoritos acaban de apoderarse del Ayuntamiento y están quitando las hachas a una cuadrilla de corcheros que están llegando al pueblo desde la finca El Jautor. Un grupo de gente de derechas va por la calle Real gritando: ¡Viva España!
En aquel momento mi hermano tomó el libro y en mangas de camisa (para no llamar la atención y como tenia por costumbre de hacer muchos días del verano, yéndose a leer bajo la frondosa arboleda del monte Larios) salió por la puerta trasera de nuestra vivienda, tomando el camino del indicado monte para esconderse y otear desde aquellas alturas el desarrollo de los acontecimientos.
Mi padre y mi hermano continuaban ocultos (…)
Acompañado por mi tío Alfonso y con mis tías Manuela y Francisca y sus hijas, mi madre recogió los enseres imprescindibles para pernoctar en el campo y nos encaminamos para el huerto de Gaspar (…)
Al día siguiente tomamos nuestros bártulos y continuamos camino rumbo al Molino de Fernando Alex y Barbarita Costilla (...) Allí se refugiaron también varias familias del pueblo buscando acomodo en las habitaciones del recinto.
Permanecimos con ellos aproximadamente un mes. Desde la finca la Bobadilla, y por atajos y vericuetos que él conocía, mi padre llegó hasta las proximidades del molino (...)
Allí se entrevistó con mi madre y conmigo, y entre las cosas que hablaron recuerdo que el exhortaba a mi madre a que huyésemos los tres hacia la aldea de la Sauceda, donde sabía que ya se encontraba mi hermano.
Mi madre se negó, primero por no dejar abandonados a sus hermanos, y segundo porque no creía que los sublevados se iban a vengar de una mujer inocente y enferma. Esta decisión fue fatal para ella. Nos abrazamos llorando los tres, y ya no volví a ver a mi padre hasta el final de la guerra, cuando regresó de la zona republicana.
Mi madre, acompañada de una de mis tías y el marido, giraba visitas al pueblo y en una caballería de nuestra propiedad recogía de nuestra tienda los comestibles y artículos los necesarios para atender las necesidades de los miembros de nuestra familia.
En uno de aquellos viajes, alrededor del 15 de agosto, mi madre no regresó al molino. Habla sido detenida y encarcelada con el pretexto de tomarle declaración sobre el paradero de mi padre y de mi hermano, según dijeron a mi tía. Una noche fatídica salió de cárcel de Alcalá y …”
Guillermo, llega a terminar su relato acusando, aunque sin nombre, al asesino de su madre:
"... mi casa fue desvalijada. Los artículos de la tienda y el mobiliario del hogar fueron a parar, entre otros saqueadores, a la casa de un obrero que se había sumado a los rebeldes y que con sus delaciones envió a muchos idealistas alcalaínos al paredón”
Con toda seguridad, Ana, Guillermo, Joaquín, Antonio, esta historia no volverá a ocurrir. Hemos conquistado ya, la hemos afianzado lo suficientemente bien, la sociedad por la que miles y miles de ciudadanos progresistas, como vosotros, lucharon, pacíficamente, en las urnas, con el voto y la palabra, sin armas, sin balas, sin silencios rotos por disparos en las madrugadas.
Con toda seguridad, Ana, nunca entendiste por qué te detuvieron. Nunca entendiste por qué y para qué te sacaban de la cárcel de Alcalá, de madrugada o de noche, a escondidas. Nunca entendiste, nunca podrías imaginar que te iban a matar. Probablemente, Ana, nunca entendiste qué pasaba.
Hoy, a 68 años de aquello, aún a nosotros nos cuesta entender aquello. A medida que conocemos más datos y detalles, más nos cuesta.
Descanse en paz, señora Ana. Descansa en paz, Guillermo.
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